Es hora de que lo reconozcamos, Disney nos ha vendido el mito de que hay una persona en el mundo que es perfecta para cada uno de nosotros y nosotros nos lo hemos creído. Desde entonces, cada vez que una de nuestras relaciones falla, recurrimos a la famosa frase “no era la persona adecuada”. Creo firmemente que esta actitud no hace sino obstaculizar nuestro objetivo de conseguir lo deseado: una relación estable y satisfactoria y, por nuestro bien, hemos de desterrarla.
Cuando estamos en una buena relación de pareja el resto de posibles parejas se diluyen debido a cómo funciona nuestro cerebro, dejamos de fijarnos en esas personas. Durante ese período nuestra pareja es la única pareja imaginable, nuestra media naranja. Esa ilusión se desvanece cuando la relación deja de ir bien y se acaba convirtiendo en rechazo de la persona que antes considerábamos perfecta cuando la relación termina de forma poco satisfactoria. Entonces olvidamos que considerábamos a esa persona perfecta y buscamos a otra que sí lo sea. Así nace y se mantiene la idea de que hay alguien perfecto para nosotros y que evita que intentemos ser perfectos para otras personas.
No existen las parejas perfectas. Demasiadas variables determinan cómo es una persona para que dos personas estén siempre de acuerdo. Todos sabemos esto pero pocos lo aceptamos. Una y otra vez achacamos los fracasos de nuestras relaciones a la “falta de química” o a las “incompatibilidades de pareja” (que las hay, no digo que no) en vez de reconocer nuestro error: que hemos de aceptar que nuestra pareja no es perfecta para nosotros y que nosotros tampoco lo somos para ella y, con este punto de partida, trabajar ambos para minimizar el impacto de los desacuerdos entre uno y otro.
Se puede ser feliz anteponiendo la felicidad de tu pareja a la tuya propia. A muchos esto les parecerá extraño pero todo depende de nuestras escalas de valores. Si valoramos más estar a gusto con nuestra pareja que otras cosas menos importantes no nos pesará ceder en esas cosas. Al hacerlo, además, nuestra pareja valorará más la relación volviéndose más proclive a su vez a hacer estos sacrificios, retroalimentando la relación para que sea cada vez más estable. De esta manera se consigue una buena relación, no buscando alguien que no requiera que hagamos concesiones ni alguien que esté dispuesto a hacer todas las concesiones que le pidamos.
¿Por qué querríamos encontrar a una persona perfecta con lo bien que sienta trabajar para mejorar una relación? Obtenemos mucha satisfacción al recoger los frutos de nuestro esfuerzo en cualquier faceta de la vida: nuestro sueldo tras un duro trabajo, buenas notas tras haber estudiado, obras de arte a las que hemos dedicado nuestro tiempo libre, etc. Hay muchas formas de sentirse realizado en la vida y una de ellas es trabajar por nuestra relación. Una relación perfecta no permitiría que nos sintiésemos realizados en este sentido. En una relación así ninguno podría luchar por mejorar para la otra persona lo que no nos permitiría mostrar a nuestra pareja la importancia que le damos a nuestra relación.
Es interesante ver la altísima tasa de éxito que tienen los matrimonios concertados en el mundo. Uno debería preguntarse por qué pasa esto en este tipo de relaciones. Es obvio, si no te planteas que podrías estar casado con otra persona es mucho más fácil trabajar en mejorar esa relación en vez de preguntarte si podrías estar en otra distinta. Como dicen los budistas, el deseo es la causa del sufrimiento. Somos perfectamente capaces de disfrutar lo que tengamos mientras no deseemos otras cosas. Y por eso mantengo que no hay nada de suerte en las relaciones que funcionan, no es que se haya dado la fortuna de haber encontrado a la media naranja sino que se han juntado dos personas que disfrutan su relación en vez de desear otra.
La repercusión más preocupante del mito de la media naranja es la enorme cantidad de rupturas de pareja que se producen cuando alguien piensa que debe haber alguien mejor ahí fuera, alguien que estaría de acuerdo en todas esas cosas en las que su actual pareja no concuerda con él. Hay desacuerdos insalvables, cierto, pero eso no debe eclipsar la realidad. Las personas dadas a pensar de esta manera suelen anteponer sus deseos personales a la estabilidad de su relación y eso se suele traducir en relaciones muy cortas que sólo duran la fase de enamoramiento, ese período en el que nuestro cerebro es ciego a cualquier imperfección de nuestra pareja en aras de cumplir con el objetivo evolutivo de procrear. Pasado ese período estas personas suelen terminar sus relaciones ya que no soportan que las cosas no sean perfectas.
Existe el extremo opuesto, el tipo de persona que hace lo que sea por su pareja independientemente de sus propios deseos. Este tipo de personas suele tener relaciones más largas si bien son relaciones también insatisfactorias. Del mismo modo en que un niño mimado es un niño infeliz lo mismo pasa con una persona que no trabaja por el bien de una relación. Todos necesitamos realizarnos, trabajar para mejorar. Si una persona no pide nunca a su pareja nada por temor a contrariarla no sólo no obtendrá lo que desea sino que priva a la otra persona de la oportunidad de realizarse en la relación.
Finalmente hay una cosa más que hemos de aceptar. Hay muchas personas en el mundo, una de ellas será, sin duda, la más indicada para nosotros, con la que más feliz podríamos ser. ¿Importa esto? No. No podemos esperar conocer a esa persona ni reconocerla en caso de que nos encontrásemos con ella. Llevo 12 felices años con mi pareja y soy consciente de que ahí fuera habrá alguien que hubiese sido mejor para mí. También soy consciente de que alguien habrá que hubiese sido mejor para ella. Ninguno somos perfecto para el otro. Pero lo que mi novia y yo hemos construido durante estos 12 años, nuestros recuerdos, nuestros planes de futuro, todas las veces que hemos trabajado en nuestra relación superando nuestras diferencias, encontrando puntos intermedios,… hacen que valoremos nuestra relación más que ninguna otra que pudiéramos tener y por tanto hoy en día el resto de posibles parejas siguen sin llamar mi atención.
Rodrigo García Barroso
Referencias
www.alternos.la
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