Cuando nuestros padres no nos dejaban jugar al rol

Publicado en Por anthropologies
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“Los juegos son la forma más elevada de la investigación”

Albert Einstein.

Hoy día podemos jugar al rol y decirlo abiertamente, pero en 1994 se convirtió en un deporte de riesgo…

¿Has jugado alguna vez al rol?

Tú, que estás leyendo estas líneas ahora mismo puede que pienses que eso del “rol” es cuando se reúnen unos cuantos “frikis” en un determinado lugar y que se dedican a perder el tiempo matando dragones, salvando princesas y jugando con espadas imaginarias. Tirando todavía de clichés podríamos decir que se dedican a esta empresa con tanto empeño debido a que no son las personas más populares del lugar, no son demasiado hábiles con el sexo opuesto y que, en definitiva, hacen todo esto porque no tienen nada mejor que hacer.

Siento desilusionarte pero también has jugado al “rol”, tal vez sin querer y probablemente sin saberlo; cuando de pequeños jugábamos en el patio del colegio a las “mamás y a los papás” a los diez minutos estábamos todas perfectamente organizadas y cada cual sabía que debía de actuar como un hijo pequeño, el marido que venía de trabajar, la esposa sufrida (eran otros tiempos y aún no habíamos leído a Simone de Beauvoir)…

Recuerdo tardes y tardes viendo niños y niñas jugando en el parque a los “Power Rangers”; cada uno elegía su color y se pasaban la tarde dando mamporros imaginarios a las sufridas masillas que al día siguiente protestaban si les volvía a tocar hacer de lo mismo porque todos querían ser los héroes en algún momento. Pero claro, para brillar, era necesario a quién derrotar y si nadie hacía ese poco agradecido papel no había juego.

Pero… también has jugado al rol siendo un poco más adulto. Te pondré un ejemplo: estás sentado en una entrevista de trabajo ante alguien que te está evaluando de arriba abajo y fundiéndote a preguntas y tú, que sabes que eres un patán, estás allí demostrando que eres el tipo más digno de la historia, el más competente, el que sabe de memoria ese curso del que nunca has oído hablar. Una vez terminada vuelves a decir palabrotas y a cerrar corriendo la puerta del ascensor antes de que te vea el vecino ese tan pesado que tienes.

Sí, resulta que tú también estabas jugando al rol, anónimo friki. Pero, tranquila, no estás sola. Yo también lo hago y en ocasiones juego a que escribo artículos de algo parecido a antropología.

Pero… ¿qué es eso del rol?

Si nos atenemos a su definición (con su bagaje etimológico incluido) “rol” está vinculado a la función que cumple alguien o algo. Por lo que sirve para designar el papel que hace un actor en una obra de teatro. Por otra parte el “rol social” es el conjunto de comportamientos y normas que llevamos a cabo continuamente, la puesta en práctica de un estatus que desempeña el actor social. Y ahora es cuando salen a relucir los conceptos de “habitus” de Bourdieu y la “hegemonía” de Gramsci. Sin embargo, el autor que mejor podría aplicarse respecto a lo que estamos hablando es Goffman y el enfoque dramatúrgico que le dio a las interacciones sociales (con su backstage y todo).

Así todos asumimos distintos roles en nuestra vida diaria; somos padres/madres y pareja en nuestra casa, hijos en casa de nuestros padres, trabajador especializado en nuestro ámbito laboral y defensa central en el partido de los domingos con nuestros amigos.

Así visto podemos quedarnos un poco cortos si decimos que alguna vez hemos jugado al rol, y tal vez sea a lo que estamos jugando siempre.

El día que se demonizó un simple juego

Pero no siempre se tuvo una visión tan benigna respecto a esta disciplina y es que hubo una época, allá por los 90, en que cuando decíamos en casa que nos íbamos a “jugar al rol” pensaban que íbamos a invocar al demonio y a dar palizas a ancianitas por la calle. Aquello caía como un mazazo en el hogar parental del mismo modo que si hubiéramos dicho que nos habíamos unido a una secta apocalíptica o que formábamos parte de una banda neonazi.

La respuesta hubiera sido la misma para los tres casos: “no te juntes con esa gente”.

Todo comenzó el 30 de abril de 1994 cuando Carlos Moreno, un empleado de limpieza que ya pasaba los 50, esperaba al autobús en Manoteras (Madrid) tras una larga jornada laboral y ansioso por llegar a casa. Pero dos estudiantes, Javier Rosado y Félix Martínez se encargaron de que no fuera así, pues decidieron acabar con su vida como parte de un macabro juego.

Javier, que por aquel entonces tenía 21 años y estudiaba química, había ideado un juego denominado “Razas”, a través del cual Félix, de 17 años, tenía la misión de asesinar a alguien antes de las cuatro y media de la madrugada con unas características concretas.

El caso es que a partir del suceso la policía logró una orden de registro y al acceder al dormitorio de Javier Rosado dieron con una biblioteca de más de 3.000 volúmenes de lo más variado, allí encontraron desde manuales sobre temas ocultistas, obras del Marqués de Sade, abundante bibliofrafía sobre Adolf Hitler (con su Mein Kampf incluído) hasta revistas de temas paranormales… y abundantes manuales del rol. Ante todo el crisol sobre lo que allí encontraron esto fue lo que más les llamó la atención y así nació “el crimen del rol”.

La fabricación mediática de “el crimen del rol”

Un hecho que nunca hubiera ido más allá de repente se convirtió en la crónica estrella de los noticieros ocupando una posición importante en nuestros medios de comunicación, que no dudaron en apropiarse del suceso. El sensacionalismo puso en marcha el caldo de cultivo para tener entretenidos, y horrorizados, a los televidentes. He aquí un ejemplo de lo que se fraguaba aquellos días.

Así emergió una corriente periodística en la que relacionaban patologías criminales con este tipo de juegos dando lugar a toda una leyenda negra. De hecho durante los meses venideros se trató de relacionar con el rol actos que se daban tales como asesinatos, profanaciones y vandalismo ritual.

El colofón de todo esto fue un artículo publicado en El Mundo el 9 de junio de 1994 denominado “Una necrosis similar” y firmado por Rafael Torres en el que se decía que estos juegos provocaban «necrosis fulminantes en los tejidos de la cabeza y del corazón, aparte de desprecio por la realidad e ignorancia», afirmando además que promovían la psicopatía.

El propio Javier Rosado, posteriormente declararía que el rol llegaba a repugnarle y que únicamente había jugado a “Razas”: “es un juego inventado por mí, en el que no interviene el azar. Por eso se juega sin dados. Es un juego de estrategia. El tiempo no existe, el acto carece de importancia, eso da igual, la persona carece de importancia». Mientras que Félix Martínez afirmó que había jugado al rol, pero muy ocasionalmente.

En un país en el que este tipo de juegos todavía estaban en pañales la televisión se encargó de ponerlos en el ojo del huracán (y del diablo).

El rol como herramienta terapéutica

Han pasado más de veinte años desde aquellos hechos y pese a que en España ha mejorado considerablemente la cultura del rol, aún hay coletazos del bombardeo mediático de aquel 1994. He podido ver juegos de rol de todo tipo: desde en los que se busca únicamente la diversión pura y dura, hasta los que son una herramienta ideal para enseñar historia, educación vial e incluso los valores del cristianismo (en serio, los hay).

Hace un tiempo se me ocurrió emplearlo como herramienta terapéutica: observaba como mis pacientes con daño cerebral sobrevenido uno de los principales problemas que tenían que enfrentar era asumir el nuevo rol social que les tocaba jugar: habían sido cuidadores de sus padres y muchos de ellos ahora tenían que cuidarles a ellos, habían sido amantes, esposos, cabezas de familia… Y ahora vivían en una especie de limbo donde ya no podían preparar la comida para sus familias, llevarlos en coche los domingos o imponer sus normas.

Así fue como los convertí en pérfidos vikingos, en piratas, combatientes de la II Guerra Mundial incluso nativos americanos cuya colonización se les venía encima. Lo principal es que fue una experiencia divertida, lo secundario fue que a alguno de ellos le sirvió para aprender que la función que jugaban los roles dependían de las circunstancias. También hubo alguno, no lo niego, que pensó que debía dejar de consumir drogas en horas de trabajo.

Sin embargo a alguna que otra persona más le ha servido como “medicina”

Rubén Blasco

Referencias

https://www.libertaddigital.com/opinion/fin-de-semana/el-crimen-del-rol-1276230747.html

https://es.wikipedia.org/wiki/Crimen_del_rol

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