Consigna: revista pedagógica para el ángel del hogar

Publicado en Por anthropologies
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Durante todo el franquismo, la Sección Femenina pervivió por su capacidad de adaptación a las demandas de formación de la mujer. Si bien en los años cuarenta la consagraba a su papel de esposa y madre, en los años cincuenta y sesenta asumió la incorporación femenina al mercado laboral propugnando un modelo de superwoman cuya prioridad seguía siendo el hogar. Y aunque en los setenta y hasta su extinción recogería los nuevos retos de igualdad y participación ciudadana, como organismo seguía condicionada por su origen católico y tradicional, que la alejaba del discurso feminista. Y la revista Consigna, como propagadora clave del ideario de la Sección Femenina, se hizo el correspondiente eco de todo este largo devenir.

El franquismo, época oscura, tan distante ideológicamente como cercana en el tiempo, es una fuente inagotable para quienes nos interesamos por el análisis histórico de la igualdad de género, que en este periodo solo puede entenderse en términos de perversión, retroceso, o vacío. La historia tradicional no es una disciplina objetiva, sino que eleva unas voces por encima de otras, subraya unos intereses e hitos históricos en lugar de otros, y representa por definición sólo una parcela de los hechos pasados. Leyendo cualquier libro sobre historia notaremos rápidamente el gran vacío informativo en lo que respecta a las mujeres, hasta el punto de parecer que no hayan tenido proyectos de vida propios o notoriedad e incidencia en sus épocas.

Por eso, Teresa Rabazas Romero y Sara Ramos Zamora, académicas de la Universidad Complutense de Madrid, asumieron el objetivo subsanar uno de los mayores silencios en la historia educativa española, y es que hasta los años ochenta no aparecen en el estado español estudios sobre la mujer. Adoptaron el punto de vista de la historia cultural -que defiende la diversidad de perspectivas y voces, de vencedores y vencidos, hombres y mujeres-, investigaron los modelos educativos franquistas para mujeres, especialmente para maestras, difundidos a través de la revista Consigna, de la Sección Femenina, y publicaron el texto “La construcción del género en el franquismo y los discursos educativos de la Sección Femenina”[i], sobre el que hoy reflexionaremos.

Durante el primer franquismo, el triunfo del nacionalcatolicismo trajo consigo un retroceso a la tradición educativa del Antiguo Régimen. El descenso demográfico propio de una guerra, así como el descenso de la calidad de vida y los recursos, delegaron en las mujeres supervivientes una nueva y aparentemente heroica función: renovar España aportando nuevos hijos a la patria, de modo que se convirtió en la misión principal femenina la dedicación a la maternidad y el aprendizaje de normas de higiene y cuidado. El acceso a la enseñanza superior quedó reservado a un pequeño sector de mujeres, y en gran parte vinculado a profesiones asociadas a la misma función social, tales como maestras y enfermeras. Para la mayoría de mujeres su sino era convertirse en buena esposa y madre, lo cual requería de una preparación adecuada, y la escuela, el profesorado y los libros de texto serían empleados para infiltrar los nuevos valores. Y también, como veremos, las revistas.

Consigna se publicó desde 1940 hasta 1977 y aunque fue concebida como revista profesional para maestras falangistas, acabó extendiéndose a las mujeres en general, madres o futuras madres, por las orientaciones pedagógicas que incluía, así como los artículos de opinión de mujeres, que les ayudaba a recuperar protagonismo público. El objetivo de Consigna era doble: educar a mujeres, y orientarlas a su vez como educadoras, maestras y madres. Partía de la premisa de que la educación corresponde tanto a la Iglesia y al Estado como a las familias, y dada la necesidad de crear una nueva sociedad nacionalcatólica, las maestras lectoras de la revista serían las primeras encargadas de instruir a las niñas en el falangismo. La construcción del género se planteaba indisolublemente ligada al papel en la familia: la identidad de la mujer es la de esposa y criadora de progenie, a excepción de las maestras, función de cualquier modo que actúa como prolongación del papel educador del hogar.  Se concibe la pedagogía como ayuda para que la familia perfeccione la educación de la prole en el hogar. El mismo vínculo inseparable se establece entre la maestra y la madre: la primera debe formar a futuras madres y esposas, de modo que a su vez deben estar formadas en ello, a la vez que instruyen en el sentimiento patriótico y religioso.

Consigna se sirve también de artículos que defienden esta identidad femenina en base a argumentos fisiológicos, concretamente la capacidad reproductora: ya que la finalidad de las mujeres es alumbrar, a ello deben entregarse de forma irrenunciable, descartando todo aquello que perjudique su salud, como el trabajo al mismo nivel que los hombres: el trabajo en el espacio público sólo proporcionará alguna independencia a las mujeres solteras, por ello la política franquista dificultó el acceso laboral a las mujeres casadas. Lo importante en una mujer, pues, era ser buena esposa, madre y ama de casa, ser cristiana, y defender la Patria, conjugando la modestia y obediencia católicas con la heroicidad del día a día y la suavidad y dulzura promovidas por el totalitarismo. Y las madres y las maestras serían las encargadas de educar a la nueva sociedad con el modelo de la familia patriarcal.

Pero a partir de 1950 la sociedad española comienza a cambiar su enfoque respecto a las mujeres. La incorporación a la esfera pública y laboral se entendía como un mal inevitable, antinatural pero necesario e irreprimible. Aparecen dos dudas: si esta nueva situación conllevaría el abandono de la maternidad y el hogar, y cómo debía ahora abordarse la educación de las mujeres. La revista Consigna refleja esta ruptura ideológica, aunque sólo de forma limitada: la imagen de mujer que promueve insiste en el modelo tradicional, pero se alivia la carga ideológica y política. Las profesiones femeninas debían sintonizar con las aptitudes femeninas: maestras, enfermeras, y otras profesiones relacionadas con la salud, el hogar o lo social, pero siendo siempre madres, entregadas y sacrificadas. Lo laboral no sería pues sino la proyección pública de las habilidades privadas intrínsecas a las mujeres, antónimas de lo masculino.

Pero el cambio se haría notar. La mentalidad femenina vislumbraba tímidos cambios, se criticaban la discriminación y el prejuicio ante las mujeres en general, con sobradas capacidades para el ámbito profesional, y concretamente aquellas que subvertían lo establecido por sus méritos laborales o académicos. Además, la apertura del régimen se hacía eco de las conquistas de las mujeres europeas y del ensalzamiento a quienes superaban las restricciones impuestas tradicionalmente a su género, pero todo ello en un ambiente de condena moral. Coexistían así discursos contradictorios. Empezaba a valorarse a las mujeres que con su formación y su trabajo contribuían a la Patria, pero a la vez eran tildadas de pretenciosas y soberbias. Además, nunca se las concibió como iguales o posibles sustitutas de los varones, sino como ayudantes, complementarias. Se suponía que además las mujeres que estudiaban y trabajaban seguían deseando casarse y formar familias, de modo que el modelo de mujer más valorado socialmente seguía siendo el del “ángel del hogar” anónimo y anulado que prefería favorecer a su esposo y su descendencia, olvidándose de sí mismo.

Esta ambivalencia responde al ideal de la mujer perfecta, completa y total, anteriormente mencionado como pilar educativo: las mujeres debían saber hacer de todo, tanto la estrictamente moderna como la estrictamente tradicional eran incompletas, si bien seguía imperando el modelo social enraizado. Por ejemplo, la preparación del hogar seguía siendo una asignatura importante en la educación femenina, pero se le intentaba dar un enfoque más profesional. Las maestras, pues, seguían siendo responsables directas de las futuras mujeres, educadoras familiares de la sociedad, utilizadas por la Sección Femenina para sus deseos de adoctrinamiento de las niñas, calificadas como buenas o malas dependiendo de su ajuste al ideario latente.

En cuanto a la participación de las mujeres en el espacio público, Teresa Rabazas Romero y Sara Ramos Zamora indican que a partir de los años sesenta se inician imparables cambios en la situación de las mujeres, tanto legales, como políticos y profesionales, como sociales. Existe una proyección más avanzada, se asientan las influencias europeas y se hacen públicas las críticas de las mujeres sobre los hombres. También se producen transformaciones en el concepto de familia: de modelo autoritario y clave en la vida de las mujeres, a empresa educativa dirigida por los padres. Se reconoce el papel positivo de las guarderías, también. Pero a pesar de todo ello, se denuncia que la situación femenina sigue siendo deficitaria: su profesionalidad no debe obstaculizar el ejercicio de su maternidad, debe estar orientada a labores aptas para las mujeres, y se favorece la cercanía a su lugar de origen. De este modo, la construcción del género femenino se disfraza de modernidad, pero sigue girando en torno a la infancia y la progenie. Se cuestiona el discurso tradicional y las mujeres pueden desempeñar trabajos fuera del hogar, en parte gracias a las facilidades de los electrodomésticos, pero las mujeres no debían olvidarse de que en el hogar estaba su principal finalidad.

A partir de los años setenta, la revista Consigna se hace eco de las reivindicaciones sociales de la igualdad educativa, la igualdad de trato y oportunidades, la asignación de salario al trabajo doméstico, o la participación ciudadana, laboral y sindical. El protagonismo de la Sección Femenina aumenta en estos años, pero sigue coordinando y representando a un sector de la población femenina afín al régimen., y por tanto apuesta por desvincularse de las demandas feministas de cambio radical, anticoncepción y aborto, o exploración de la sexualidad, a favor de la exaltación del mito de la maternidad. La mujer que debe participar en el espacio público, según la Sección Femenina, ha de ser una mujer en igualdad jurídica con el hombre y no sujeta a tutela y discriminaciones, si bien dentro de su irrenunciable especificidad.

Algunas personalidades de la época alaban la contribución de la Sección Femenina a la regulación de los derechos de las mujeres, pero al mismo tiempo se extendía la conciencia en la necesidad de superar el paternalismo que relegaba a las mujeres a la pasividad. Por último, al fin de la dictadura y el inicio de la transición, la revista Consigna parece mostrar interés por difundir y dar a conocer los nuevos derechos de las mujeres. En el último año de existencia de la Sección Femenina, la misma organizó una tribuna abierta de análisis de la situación femenina en los últimos tiempos, donde se asumían y aceptaban como positivas las transformaciones a favor de la equiparación de derechos, y se adopta un papel más reivindicativo frente a las discriminaciones que subsisten, pese a que se constatan las dificultades que persisten y siguen existiendo posiciones de añoranza del pretérito.

En mi opinión, se trata del último esfuerzo del organismo y de la publicación por resistir las contradicciones entre su seno -un apéndice del franquismo primigenio- y un entorno cada vez más diferente de cómo fue originalmente -y que aceleraba la andadura en dirección opuesta al régimen dictatorial de décadas atrás-. La Sección Femenina y Consigna no pudieron resistir tal desajuste: la primera, durante décadas, había definido lo femenino de tal modo que sirviese más a los intereses franquistas que a las libertades de las mujeres; y la segunda rebasó su fecha de caducidad en un momento en el cual había quedado anticuada, y debía dar paso a nuevas instituciones -y revistas- nacidas al abrigo de la democracia y la lucha por la igualdad de género.

Salmacis Ávila

Para saber más: https://anthropologies.es/la-mujer-durante-el-franquismo/

Imágenes

https://i.ytimg.com/vi/5JMJBGxOpK8/maxresdefault.jpg

http://a141.idata.over-blog.com/659×417/3/04/72/13/secc-fem-falange/-cid_1238339D9BE44742BE5DC4B6882F1B82-usuario.jpg

http://blogs.elespectador.com/wp-content/uploads/2014/10/6.-hazlo-sentir-esposa-machista.jpg

http://2.bp.blogspot.com/-iiOFz6DsmKY/TWtsJBfkqWI/AAAAAAAADBU/ZTjEZHPyWOg/s1600/image007.jpg

http://blogs.elespectador.com/wp-content/uploads/2014/10/12.-No-te-quejes-esposa-ideal.jpg

https://1.bp.blogspot.com/-7B4mdbFHS3U/Te1IdtwTrVI/AAAAAAAAAG0/SdHYWSQBJfw/s1600/Mujer%2Batentisima_franquismo.jpg

Referencias

[i] En Encounters on Education Volume 7, Fall 2006, pp. 43 – 70. Recuperado de https://ojs.library.queensu.ca/index.php/encounters/article/view/604/3497, a fecha 11/10/2018

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