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Algo que casi todos hacemos y que todavía pocos (aunque cada vez más) reconocen, tan íntimo y personal que difiere de una persona a otra, siendo la finalidad la misma para todos: obtener placer. La masturbación se erige como la primera práctica sexual del ser humano, la que abre la puerta en la más tierna infancia a un mundo de autoconocimiento y satisfacción que iremos descubriendo a lo largo de nuestra vida. 

Nunca nos han faltado recursos para autoexcitarnosLas revistas del siglo pasado, donde mujeres desnudas y en posturas sugerentes hacían volar la imaginación de más de uno, que se analizaban con ansia y ocultación.  Luego llegaron los videoclubs y la sección de porno, en una esquina tras el mostrador, donde era casi imposible elegir una película sin que nadie se diera cuenta.  Y los canales de pago con contenido codificado para adultos en los que los adolescentes se dejaban los ojos imaginando escenas que apenas podían intuir.  Internet democratizó la materialización de la fantasía sexual y con ello, allanó el camino a una excitación casi inmediata y a una masturbación fácil y rápida.  Pero, pese a las facilidades tecnológicas, la imaginación sigue siendo inherente al ser humano. Cerrar los ojos e imaginar el olor de la persona que te gusta, el roce de sus labios, el tacto de su piel. Generar escenas en las que esa persona deseada se somete a tus deseos (o te somete a ti a los suyos) y te lleva de la mano a un mundo de sexo pasional y sin límites puede ser mucho más estimulante que cualquier escena porno en una web. Porque los protagonistas sois vosotros, porque se cumplen tus fantasías más íntimas, porque, quizá, algún día puedan materializarse. Mientras tanto, la masturbación recreando esas escenas se convierte en un recurso casi ineludible.    Ya desde los inicios de los tiempos, la masturbación se ha visto envuelta en bulos, medias verdades o incluso se ha utilizado para controlar a través del miedo y la culpa a los que la practicaban. Y es así como las principales religiones monoteístas (judaísmo, cristianismo e islam) han vinculado históricamente el sexo a la reproducción, dejando fuera de la ecuación al placer. Y si para conseguir convertir la masturbación en algo negativo había que retorcer un poquito las cosas, pues se hacía (y, de hecho, se hizo). Sabes lo que es el onanismo, ¿Verdad? Pues a lo mejor no deberías tenerlo tan claro…  

«»Cuenta el Génesis que Judá tuvo dos hijos, Er y Onán. Er muere (“era malo a los ojos de Jehová y le quitó la vida”) así que, siguiendo la ley judaica, Onán se casa con su viuda, Tamar. Si Onán y Tamar tenían un hijo, este sería reconocido como hijo del primogénito (Er) y heredaría todas las riquezas de Judá (desplazando a Onán). Así que Onán cuando se llegaba a la mujer de su hermano, vertía en tierra, por no dar descendencia a su hermano«, es decir eyaculaba fuera de Tamar para no dejarla embarazada (la marcha atrás de toda la vida).  

     Así que el pecado de Onán fue la avaricia, no la masturbación (ya puedes llamar onanista a más de uno sin ningún reparo).

Hasta hace bien poco, la España de los 90, a los adolescentes varones (se daba por hecho que las mujeres no se masturbaban) se les transmitía uno de los mitos más antiguos de nuestra cultura occidental: si  te masturbas con cierta frecuencia, te puedes quedar ciego. Como recoge el historiador Richard Broxton Onians en Los orígenes del pensamiento europeo, el gran Aristóteles consideraba que “la semilla de la vida” se encontraba en la zona de alrededor de los ojos. Si la semilla se derramaba a través de la masturbación, el mal llamado onanista poco a poco iría perdiendo la visión. 

La mayoría de las sociedades han criminalizado la masturbación intentando convertirla, infructuosamente, en una práctica oscura y deleznable (más si cabe, para las mujeres). Por eso resulta paradójico que hayamos encontrado consoladores de hace casi 30.000 años (paleolítico, museo de Blaubeuren). Pese a la religión o los convencionalismos sociales, nos hemos tocado, nos tocamos y nos seguiremos tocando.

Porque no hay nada más natural que la masturbación, no tenemos más que observar a nuestros parientes primates. Los chimpancés se masturban única y exclusivamente por placer, utilizando para ello sus manos, pies, frotándose contra el suelo o, como grabaron Matthew R. McLennan y Kim van Dijk (2021), penetrando una botella de plástico hasta eyacular en su interior. 

Nos masturbamos por placer, es evidente, pero de forma colateral aparecen otros beneficios que pueden ser sorprendentes: 

 El Dr. Philip Haake, de la Universidad de Essen (Alemania), mostró en 2004 que la excitación y el orgasmo tras la masturbación activan la producción de inmunoglobina A, principal componente del sistema inmunitario innato. Además, durante el orgasmo se liberan serotonina, oxitocina, vasopresina (acompañada de melatonina), neurotransmisores vinculados a la inducción del sueño. En el caso de los hombres, la calidad del semen mejora con la masturbación (se eliminan los espermatozoides más desgastados) y se previene el cáncer de próstata. Para las mujeres, la masturbación frecuente reduce el riesgo de infecciones cervicales y del tracto urinario por la eliminación de los microorganismos alojados en el cuello del útero con los espasmos del orgasmo. Además, fortalece los músculos del suelo pélvico y reduce el dolor menstrual. 

Pero, quizá, el mayor beneficio que podemos encontrar en la autoestimulación es el de conocer nuestro propio cuerpo, sus límites, las sensaciones que nos produce acariciar determinadas zonas y la forma en que nos resulta más placentera. Resulta descorazonador comprobar cuántas mujeres no son capaces de localizar su propio clítoris, el único órgano que tiene como misión la producción de placer (Masters y Johnson, 1994), o que refieren no haber tenido nunca un orgasmo. Aunque, según el XI Barómetro de Control Los españoles y el sexo, el 94% de los españoles reconoce que se masturba (un 10% todos los días), apareciendo ya igualdad en la práctica de la masturbación: el 91% de las mujeres españolas afirma masturbarse, frente al 97% de hombres. En cuanto a frecuencia masturbatoria tampoco se encuentran diferencias significativas; casi la mitad de las españolas (42%) y poco más de la mitad de los españoles (60%) se masturban cada 2-7 días encontrándose la gran diferencia en la masturbación diaria (16% de hombres vs 4% de mujeres). 

Lógicamente, quien no practica la masturbación con libertad y desinhibición difícilmente puede orientar a su pareja sexual en la provocación de placer. El autoerotismo, la asunción de las propias fantasías sexuales sin pudor ni vergüenza, el permitirse imaginar escenas que deseamos y que ineludiblemente nos excitan, nos hacen descubrir qué deseamos realmente vivir con nuestra pareja. Y ahí la masturbación puede jugar un papel realmente interesante dentro de los juegos de cama¿Por qué limitar el autoerotismo a la esfera individual? ¿Por qué no compartir tu masturbación y permitir que tu pareja se excite observándote? Aprovechar la distancia física para iniciarse en algo tan estimulante como el sexting, compartir audios en voz baja en los que detallamos a nuestra pareja nuestra fantasía o deseo sexual, enviar una foto de un desnudo, grabarte mientras te masturbas mirando a cámara… esta comunicación favorece sin duda el deseo irrefrenable del otro y se convierte en muy adictiva. Porque ver a la persona que deseas dedicarte su tiempo más íntimo, mostrarte cómo se autoestimula, y permitirte presenciar su reacción ante un orgasmo, es una experiencia sin duda fascinante.

Pero, ¿Por qué no ir un paso más allá y pasar de lo online a lo presencial? Permitir que tu pareja asista en directo a ver cómo te masturbas, que se convierta en un observador del espectáculo más excitante que podrá encontrar, marca un hito en la relación sexual de ambos. Si en un momento determinado, cuando la situación así lo indique, permites que el otro participe como invitado, abre la puerta a un sinfín de experiencias que pueden ser tremendamente estimulantes. El uso de lubricantes, aceites de masaje, geles de placer frío-calor facilita que tu pareja se una al juego de manera activa, tomando las riendas de tu placer y entrando en una esfera de dominio/sumisión muy excitante. Uno tiene el control y lo ejerce sobre el otro provocándole placer, acariciando, masajeando, estimulando. Pero tu pareja puede tener más recursos que sus propias manos para masturbarte. El 60% de los españoles utiliza habitualmente juguetes sexuales en solitario, pero ¿Por qué no incorporarlos a la masturbación en pareja? Cualquier dispositivo que utilice la vibración se convierte en un aliado excepcional para la estimulación del clítoris o el perineo (quedan lejos los años en los que utilizábamos los cepillos de dientes eléctricos): succionador de clítoris, anillo vibrador, balín de control remoto… Aunque el uso de consoladores para la penetración vaginal o anal siguen siendo un recurso fundamental en los juegos de pareja. 

La estimulación del otro permite redimensionar los límites de la sexualidad, ahondar en barreras que creíamos infranqueables, liberarnos de prejuicios y aprender a dar placer. 

Deja el cerebro en la mesilla, relájate y céntrate en mi piel… ¡Tócame! 

Rocío Díaz Conde

@nefer_neferu

 

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