Inicialmente los estudios sobre migraciones intercontinentales se basaban en dos patrones: uno, que hacía referencia a migraciones denominadas autónomas, migraciones masculinas en las que el hombre solía trasladarse solo y las de patrón asociativo, en el que las mujeres migraban por ser hijas, familiares directas o cónyuges del migrante principal (Lipszyc, C. 2004).
En la actualidad, esta situación ha cambiado. Cuando se habla de procesos migratorios la mujer tiene un mayor protaginismo, sobre todo en el caso de América Latina. Lo que no ha cambiado demasiado es la división del trabajo por roles de género; muchas de estas mujeres migramntes siguen dedicandose al sector de servicios, cuidados, y trabajos considerados “femenizados”.
La femenización de las migraciones, por lo menos hacia España y otros paíces de Europa, comienza a registrarse a mediados de la década de los ochenta del siglo XX. Pero es en la década de los noventa de ese siglo, cuando se registra un incremento de la feminización de las migraciones. En Europa, se debe a que páises como España comienzan a tener un repunte económico, gracias a su democratización (a finales de la década de los setenta) y su ingreso en la Unión Europea (a mediados de los ochenta). Este desarrollo favorece el acceso de las mujeres a una educación superior y a mejoras laborales. En España, esto significa la creación de un nuevo nicho laboral en el sector del servicio doméstico, que muchas mujeres de países en países en vías de desarrollo aprovecharían para organizar sus proyectos migratorios. ¿Porqué salen estas mujeres de sus países de origen?
En muchos países, del mal llamado “tercer mundo”, la apertura de un mercado global, (o de una economía liberal), trae como consecuencia el abandono de la producción local, para incrementar el gasto en las importaciones de productos que, muchas veces pueden producirse en estos países, y la externalización de muchas de las empresas e industrias a multiacionales que a penas devuelven parte de los beneficios a los países de los que se aprovechan. El empobrecimiento de los habitantes de las zonas rurales, que se ven obligados a abandonar sus pequeñas parcelas y a buscar el sustento en las grandes ciudades, contribuye a la masificación de los barrios de las periferias de las ciudades, donde se producen una enorme segregación y marginación social. Muchas de las mujeres que abandonan sus poblados de origen tienen que desplazarse a la ciudad para intentar encontrar el sustento de sus familias. Esto es en el caso de que no tengan que salir huyendo de la violencia provocada por la lucha armada o por los abusos de los paramilitares. Son muchos los facotres que influyen en la desición de emigrar, pero lo que sí parece converger, es que son decisiones familiares, aún sea sólo la mujer la que emigre, ya que ellas se encargarán del sustento de las familias en origen y de la posterior reunificación de todos los miembros en destino.
No se puede negar que hay una fuerte inluencia de los factores socieo-económicos y políticos, antes mencionados, sobre la decisión de emigrar. Si las relaciones de poder fuesen equilibradas y los y las habitantes de las zonas rurales, o de las urbes de la periferia (dentro de la periferia) tuviesen el derecho a unas condiciones de vida digna (con unas condiciones laborales y salarios dignos, con derechos labores, seguridad social garantizada, escolarización de sus hijos e hijas, vivienda digna, derecho a saldud, alimentación, etc.) la situación sería totalmente diferente. Como todos/as sabemos “este país de las maravillas” no existe, ni siquiera del todo en occidente. Lo que se da es un abaratamiento de la mano de obra, con la consecuente explotación de la población menos cualificada. Una falta de cualificación que obedece un enorme desinterés por parte de los gobernates en facilitar una mejor educación a las clases menos privilegiadas, ya que como dijo Foucault, “la información es poder”, por lo que sería peligroso no mantener en la ignorancia a una clase que se pretende subyugar. Esta es la razón por la que estas mujeres salen en busca de un mejor destino para ellas y sus familias. Las relaciones de poder terminan coartando sus posibilidades en origen. A esto hay que sumarle las relaciones de domino que suelen darse en las relaciones de género, que no son más que una reproducción de toda esa “violencia estructural” (Bourgois, 2010) que terminan asimilando.
Hay que reconocer que en el proceso migratorio, las mujeres han tenido un papel protagonista en muchos colectivos, como en el dominicano, el ecuatoriano y otros colectivos de mujeres latianomericanas. Este hecho resultó determinante a la hora de construir identidades y dar forma a la comunidad.
Las mujeres que llegaron en primer lugar a nuestro país se encontraron con el trabajo de transformar el entorno de extraño a habitable en un proceso de construcción de localidad, y lo hicieron a la manera femenina. Dentro de este proceso, aparecieron necesidades que difícilmente hubieran aparecido si el proceso hubiera sido masculino, como los locutorios o las tiendas de productos de los países de origen. Sin querer caer en los prejuicios, este tipo de negocios han florecido de manera más prominente dado el componente femenino de la primera inmigración, ya que las precursoras de la inmigración seguían estando asociadas a la familia y lo doméstico. Así, necesitaban en gran medida el contacto con su familia y recuperar parte de su cocina, ya que lo más usual es que fueran ellas las encargadas de la alimentación en sus países de procedencia.
Lo primero que se debe tener en cuenta es que el proceso de construcción de género tuvo que adaptarse a la nueva realidad. Por supuesto, ser mujer en Ecuador, en República dominicana o en Marruecos no significa lo mismo que serlo en España. Estas mujeres pioneras, se vieron obligadas a buscar nuevos referentes y hacer un ejercicio de adaptación de su autopercepción de género.
En muchos casos, este proceso se ha tornado irreversible, y para muchas de las mujeres que han migrado a nuestro país; de hecho este es el motivo principal para muchas para rechazar el regreso. En estudios realizados recientemente, muchas de las informantes mostraban discursos referentes al modo en que podían ser una mujer en España y que sería inaceptable en sus países de origen, como las madres solteras, las orientaciones sexuales fuera del heteronormativismo, las no-casadas después de los treinta o incluso las mujeres divorciadas.
En algunos casos (como el de las dominicanas que inicialmente emigraron a España) muchas mujeres que emigran de zonas rurales asumen la carga de la economía familiar desde origen. Se produce una redefinición de los roles de género en el que muchas madres (abandonadas por sus parejas) se convierten en el pilar de la economía familiar. Pero, en muchos casos, estas madres solteras continúan asumiendo patrones de sumisión frente al patriarcado tradicional, relegando de sus responsabilidades a los padres de sus hijos. Sin embargo al emigrar estas mujeres dan muestras “la agencia”[1] con las que son capaces de gestionar su proyecto migratorio. Crean redes de apoyo tanto en origen como en destino y se convierten del pilar económico de la familiar en origen al mismo tiempo que fortalecen redes de apoyo en destino.
También hay que hacer referencia a las relaciones transnacionales que mantienen las migrantes, en origen y en destino. Estas relaciones transnacionales se dan en el ámbito familiar, socio-económico y político. En el plano el plano socio-ecnómico, muchas de las remesas de las migrantes, al país de origen, constituyen una fuente de ingresos importante en origen, que repercupe directamente en la calidad de vidad de los familiares de las migrantes en origen (mejora de viviendas y de condiciones de vida de los hijos e hijas en origen, etc.). También suele haber una participación de las mujeres en diversas asociaciones de migrantes en destino. Muchas de estas entidaes en destino tienen un impacto en origen en aspectos políticos y en proyectos de desarrollo y mejora de las condiciones de vida de muchas mujeres y sus familias en zonas rurales en el país de origen.
En conclusión, la llegada de estas mujeres migrantes, en muchas ocasiones “pioneras” en los procesos migratorios de sociedades de destino, sientan los precedentes de los posteriores procesos migratorios de los y las migrantes hacia España, EE.UU y otras sociedades receptoras. A pesar de las relaciones de poder que se dan tanto en origen como en destino, y que en muchas casos origina la decisión de salir de sus países de origen de estas mujeres (siendo siempre una decisión familiar) y de dificultar el asentamiento de las migrantes en el país de destino, hay que resaltar la capacidad de estas mujeres de gestionar sus propios proyectos migratorios, de sentar los precedentes para las migraciones de posteriores generaciones y del impacto que generan las relaciones transnacionales que las migrantes forjan en origen y en destino.
Azalí Macías y Kattya Núñez Castillo
Referencias
– Bourgois, Philippe. 2010. En Busca del Respeto. Vendiendo Crack en Harlem.
Buenos Aires, Argentina. Siglo Veintiuno Editores.
– Lipszyc, C. (2004). Feminización de las migraciones: sueños y realidades de las mujeres migrantes en cuatro países de América Latina. Seminario “Caminar sin Miedos”, Urbal–Red, 12.
– Nyberg Sorensen, Ninna. 2005. “Migración, género y desarrollo: el caso
dominicano”. En Zúñiga García-Falces, Nieves. La migración, un camino entre el
desarrollo y la cooperación. Madrid. Centro de Investigación para la Paz. Pp.163-
182.
– Sánchez Arcos, Cesar. 2015. Conferencia Transmutaciones Culturales, Apuntes sobre la migración ecuatoriana a España en el marco de la Fiesta de las Culturas Andinas. Museo Nacional de Antropología de Madrid.
[1] Ninna Nyberg Sorensen (2005) hace referencia a la agencia las migrantes al tiempo que
critica el tratamiento de algunos autores de “víctimas” a las migrantes, como si fueran incapaces
de gestionar su propio proyecto migratorio.
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