
«La vida es como el oleaje,
así que déjate llevar como el mar».
-Luisa Cortés.
A finales de la década de 1990, las principales referencias del cine mexicano evidenciaban una serie de elementos clave que comenzaron a articularse: un lenguaje de naturaleza híbrida, la convergencia entre industria, recursos tecnológicos y propuestas narrativas y audiovisuales que permitieron la consolidación de productos culturales con gran impacto. No obstante, ciertas fórmulas dominantes —como las comedias urbanas ligeras y los melodramas sociales—, así como la tendencia a producir mayoritariamente cine dirigido al público juvenil, terminaron por estancar los guiones y las estructuras narrativas. La entrada al siglo XXI marcó un punto de inflexión para el cine mexicano, impulsando una revisión de sus cánones temáticos y estéticos, así como una renovación de sus fórmulas genéricas, con el objetivo de reconquistar a su audiencia principal: los jóvenes.
Y tu mamá también (2001) se convirtió en un ejemplo destacado de esta reactivación, al subvertir ciertas fórmulas tradicionales mediante una road movie protagonizada por jóvenes de clase media y media alta. La película no solo apeló a un público juvenil, sino que además ofreció un retrato profundamente realista de la sociedad mexicana y del sistema político en un momento clave de transición hacia la alternancia democrática.
El estreno del filme estuvo precedido por una controversia originada por la Dirección General de Radio, Televisión y Cinematografía (RTC) de la Secretaría de Gobernación, que le asignó la clasificación “C”, restringida exclusivamente para adultos. Esta decisión fue criticada públicamente por el productor Jorge Vergara, el director Alfonso Cuarón y los actores principales, Gael García Bernal y Diego Luna, quienes denunciaron el carácter censurador de la medida. La polémica generó una campaña mediática que despertó la curiosidad y el morbo del público. Como resultado, cuando la película se estrenó a nivel nacional el 8 de junio de 2001, logró recaudar 103.555 millones de pesos tras permanecer 16 semanas en cartelera.
Y tu mamá también explora la construcción de la identidad nacional en el cine mexicano mediante la apropiación y transformación de nombres, arquetipos de personajes y estrategias narrativas asociadas tradicionalmente al cine clásico conservador. La película narra la historia de dos jóvenes, Tenoch (Diego Luna) y Julio (Gael García Bernal), uno de clase trabajadora y el otro de clase alta, cuya combinación de aburrimiento y curiosidad sexual los impulsa a emprender un viaje hacia la playa junto a una mujer española “mayor” llamada Luisa (Maribel Verdú). Aunque el viaje desemboca inevitablemente en la seducción, son las tensiones de clase y la atención del filme a las contradicciones entre la historia narrada y las convenciones tradicionales las que conducen a los verdaderos descubrimientos de cada protagonista. El trío de personajes, sus relaciones, sus diferencias de clase y su recorrido de “descubrimiento” a través de una porción del territorio nacional mexicano funcionan como una desconstrucción crítica de los temas y la ideología predominantes en el cine mexicano convencional.
El metraje emplea de forma consciente, y con una clara orientación hacia el mercado global, códigos y temas propios de la cultura juvenil internacional, como la estética de los videoclips musicales y la integración de elementos como el sexo y las drogas dentro de la narrativa. Sin embargo, la película no se limita a reproducir la ideología neoliberal de consumo típicamente asociada a la juventud de comienzos del siglo XXI. Por el contrario, realiza una crítica aguda al auge del neoliberalismo en México, particularmente a través de una voz en off —interpretada por Daniel Giménez Cacho— que revela las historias locales y los conflictos de clase que laten bajo la aparente ligereza del relato. Un ejemplo de ello es la mención de cómo el padre de Tenoch logró ascender socialmente y enriquecerse mediante un esquema de corrupción vinculado a la entrada de México al Tratado de Libre Comercio.
Esta road movie de corte realista presenta a personajes en tránsito que atraviesan procesos de transformación personal, aunque sin incidir directamente en su entorno, especialmente en el caso de los protagonistas masculinos. Para el personaje femenino, en cambio, el viaje adquiere un sentido más profundo: se convierte en una metáfora de escape y de confrontación con su propia muerte. La figura de Luisa introduce una dimensión política al recorrido, ya que su mirada funciona como catalizadora del viaje y del despertar emocional de los dos jóvenes. Sin su presencia, difícilmente habrían emprendido un recorrido hacia el sur de México, una geografía tan distante de sus experiencias cotidianas que parece pertenecer a otro país.
A lo largo de esta travesía, los dos jóvenes también se confían sus secretos, desde los más profundos y personales hasta los más triviales, como cuando Tenoch y Julio revelan que han tenido relaciones sexuales con sus respectivas novias, lo que desemboca en una escena cargada de celos. Detrás de este discurso homoerótico subyace la amistad entre los dos hombres, y, en consecuencia, la masculinidad se reafirma a través de actitudes homofóbicas por parte de Julio y Tenoch, reflejando una postura común en muchas sociedades, donde la masculinidad está estrechamente vinculada a la heterosexualidad.
Este deseo homosexual reprimido alcanza su punto culminante en la escena del beso, considerado un escándalo, en la que Luisa desempeña un papel catalizador, siendo la fuerza que une a los dos jóvenes en este beso apasionado. Sin embargo, al amanecer, ambos personajes parecen tan atrapados en la misma moralidad que siempre han rechazado, que no están dispuestos ni son capaces de enfrentar el encuentro sexual de la noche anterior.
Tenoch, como mencionamos, es un joven privilegiado de clase alta que vive en la Ciudad de México. Desde el comienzo de la película, su actitud hacia la vida refleja una combinación de superficialidad, arrogancia y un fuerte sentido de pertenencia a una élite social. Esta posición le otorga una desconexión con las realidades sociales del país, lo que lo convierte en un personaje egoísta y, en muchos casos, distante.
Su conflicto de identidad está ligado a la construcción de la masculinidad tradicional, que está estrechamente asociada con la heterosexualidad, el dominio y la supresión de cualquier forma de vulnerabilidad. A lo largo del viaje, Tenoch se enfrenta a una inseguridad emocional que no sabe cómo procesar. La relación con Julio, inicialmente marcada por una amistad aparentemente sencilla, se ve cuestionada cuando comienzan a explorar sus deseos más ambiguos.
La escena del beso entre Tenoch y Julio es un punto crucial en su conflicto de identidad. A pesar de que el deseo y la atracción están presentes, la negación es la respuesta predominante en ambos personajes, lo que refleja el miedo y la incomodidad que sienten ante la posibilidad de cuestionar su orientación sexual y la concepción de masculinidad que la sociedad les impone. Al final, Tenoch no es capaz de aceptar lo sucedido, demostrando cómo la sociedad y su entorno influencian profundamente la necesidad de negar cualquier signo de debilidad o vulnerabilidad emocional.
Lo que realmente une los conflictos de identidad de Tenoch y Julio es su miedo al deseo homosexual y la negación de su atracción mutua. Ambos son personajes atrapados en un mundo de expectativas sociales que dictan cómo deben comportarse y qué deben sentir. Su relación homoerótica latente es, en parte, el resultado de un deseo reprimido, y aunque ambos experimentan atracción, la inseguridad y el miedo a perder su identidad masculina impiden que enfrenten esa realidad. El viaje a la playa se convierte en una especie de rito de iniciación que no solo desafía su visión del mundo, sino que también expone las tensiones entre el deseo y la norma social.
El beso de Tenoch y Julio es, entonces, más que un simple acto de deseo; es un punto de no retorno para ambos, ya que les obliga a enfrentarse a las contradicciones entre lo que la sociedad espera de ellos y lo que realmente sienten. Sin embargo, al amanecer, el sentimiento de vergüenza y la incapacidad de enfrentar lo ocurrido muestran cuán profundamente la sociedad ha moldeado su concepto de masculinidad y sexualidad. La negativa de ambos personajes a hablar sobre lo sucedido refleja el miedo a ser vulnerables y la presión social que les impide aceptar sus emociones y deseos.
El personaje de Luisa, por su parte, desempeña un papel fundamental en el desarrollo del conflicto de identidad de Tenoch y Julio en Y tu mamá también, no solo como un catalizador de sus experiencias, sino también como una figura que les ofrece una perspectiva diferente sobre el amor, la sexualidad y las relaciones humanas. Su presencia en la película es esencial para desentrañar las tensiones que ambos jóvenes enfrentan en cuanto a sus deseos y su identidad.
El viaje hacia el sur de México, que inicialmente parece ser una aventura impulsada por el aburrimiento y la curiosidad sexual de Tenoch y Julio, se convierte en una travesía de descubrimiento emocional gracias a la presencia de Luisa. Aunque en un principio su inclusión en el viaje parece ser simplemente la de una mujer mayor y extranjera, la función de Luisa en la trama es mucho más profunda.
A través de Luisa, los jóvenes se enfrentan a una mujer madura, que posee una sabiduría emocional y un enfoque más libre de la vida. A lo largo del viaje, se va revelando que Luisa está escapando de su propio dolor, ya que su vida está marcada por la pérdida y la soledad, lo que la convierte en un personaje complejo, que, lejos de ser una simple figura seductora, también es vulnerable y profunda. Su historia personal le permite ofrecer una perspectiva diferente a los jóvenes, que se encuentran atrapados en las expectativas de su entorno.
Luisa no solo actúa como una especie de destrucción de las expectativas preconcebidas sobre la sexualidad y las relaciones en la vida de los chicos, sino que también es un elemento reconstructivo. Su presencia desafía la forma en que Tenoch y Julio se relacionan entre sí y con las mujeres. De alguna manera, les muestra que las relaciones no siempre tienen que estar estructuradas sobre la posesión o la dominación.
Sin embargo, al mismo tiempo, Luisa es una figura de inquietud para ambos personajes, especialmente para Tenoch, quien, al ser más joven, parece estar buscando un tipo de validación que ella no puede proporcionarle. En este sentido, el personaje de Luisa también actúa como un recordatorio de que las personas tienen que enfrentar las consecuencias de sus propias acciones y deseos, sin la ayuda de una figura externa para justificar su comportamiento.
Jaime Campillos
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