El Valle de los Caídos ha estado en la palestra informativa durante los últimos meses, por la inminente salida de su más famoso inquilino, el general Francisco Franco. Se abre así un debate de índole nacional sobre si merece o no la pena seguir conservando este monumento, fruto de la dictadura y construido con las manos y sangre de miles de capturados durante el régimen.
Edificado entre 1940 y 1988, el Valle de los Caídos se ha convertido en los últimos días en un asunto de rigurosa actualidad, no solo por la inminente salida de Franco del recinto, sino por varios conatos de incendio por sus inmediaciones. No solo ha sido objeto de controversia entre partidos políticos que abogan por su conservación, sino también por las recientes manifestaciones franquistas acontecidas en la explanada del Valle, manchando aún más, si cabe, la concordia y reconciliación que quiere mostrar (o de eso pretendía) el monumento, albergando los restos mortales de ambos bandos que combatieron la Guerra Civil Española.
Artísticamente hablando, el valle posee cierto atractivo por la ostentación con la que está construido, tanto su exterior en la piedra, como su interior de ornamentación religiosa. Si algo interesa de en este polémico debate, es que este monumento engrandece o exalta los valores nacionalistas y católicos. No es una catedral, iglesia o recinto religioso que mistifica o resalta el triunfo de Cristo sobre la muerte, sino la vanagloria del dictador, sirviendo incluso como mausoleo particular (a pesar de no querer ser enterrado en ese lugar) y su posterior visibilidad para futuras generaciones.
A partir de aquí nos preguntamos ¿deberíamos de seguir manteniendo este lugar? Abordemos dicha cuestión a partir de dos supuestos:
¿Cuál sería la parte positiva de conservar un momento edificado durante el peor periodo de la historia de España?
Tras realizar una batida por distintas webs que constituyen la red, el monumento “Valle de los caídos” no se sitúa en ningún ranking. No es que quieran invisibilizarlo de los destinos turísticos, sino que simplemente hay muchísimas cosas más importantes que ver en Madrid. Claramente no es una actividad recurrente, pero sí, a día de hoy, muchos colegios acuden con sus alumnos a visitarlo como actividad extraescolar. Muchos amantes del arte asisten para observar una de las propiedades más significativas del valle: su edificación en el risco de la Nava y su conjunto escultórico, obra de Juan de Ávalos, al aire libre junto a la cruz más alta de todo el mundo (150 metros).
El monumento pertenece al Patrimonio Nacional y, por lo tanto, sus entradas se pueden adquirir por internet, tanto individuales como en grupos, y en la misma web podremos encontrar información sobre el Valle. No hace mucho, Memoria Histórica denunció que aún, en el recinto exista simbología franquista albergada entre sus paredes, por lo que, en normativa del artículo 16 de la Ley de la Memoria Histórica: «actos de naturaleza política ni exaltadores de la Guerra Civil, de sus protagonistas o del franquismo”, deberá ser retirada.
Considerada una gran fosa común, guarda los restos de casi 34.000 combatientes de la Guerra Civil… no solo hay que invertir una grandiosa suma de dinero en la demolición del recinto, sino también en la identificación de quienes reposan allí; una labor que supondría un enorme gasto para las arcas públicas, y que quizás sea el motivo de mayor peso para que aún se mantenga en pie.
Además, el recinto permanece bajo la custodia de los padres Benedictinos, por lo que podríamos añadir que “allí vive gente”, añadiendo las personas que trabajan y tienen su puesto de trabajo en el lugar.
¿Es licito, moral y apropiado, seguir conservando una de las cicatrices más profundas del franquismo? Esta pregunta conlleva una respuesta bastante divisoria; un rotundo no, se proclama por la libertad de los derechos y, acatando la ley de Memoria Histórica, se alega que un lugar que incita al odio e impregnado de simbología fascista no debe de conservarse. Por si esto fuera poco, y atreviéndome a dar mi humilde opinión, ningún lugar debe de ser punto de reunión de veneradores de un dictador.
Según algunos medios de comunicación nacionales, el recinto ha generado durante los últimos seis años una pérdida de más de 4 millones de euros, en el que, si se suman las ganancias obtenidas por medio de las entradas para visitar el valle, y subvenciones de patrimonio nacional, adeuda una cantidad estrepitosa de casi 400.000 euros anuales.
Una de sus fuentes de financiación son las entradas que visitantes y turistas obtienen para el acceso al recinto. Los precios oscilan desde los 0 euros (entradas especiales para desempleados, personas con discapacidad, y días puntuales) hasta los 9 euros la entrada básica, pasando a diario casi mil personas. Como lugar de culto hacia la iglesia católica, los donativos y beneficios están destinados a preservar y proteger el lugar, pero también para pagar el salario del personal que allí ejercen su actividad laboral, así como a mantener la actividad religiosa que allí se realiza. También, el lugar contiene una hospedería, por lo que el ingreso de capital no solo proviene de los tickets de quienes lo visitan.
Por lo que, el lugar no solo contiene símbolos políticos asociados al franquismo, a la monarquía o la apología de la guerra, sino también, a la religión. Esta puede considerarse una simbiosis perfecta para generar polémica entre los ciudadanos de hoy…
A pesar de todo lo mencionado ¿se arregla todo, solo con desahuciar a Franco? ¿hay otras soluciones que puedan satisfacer a gran parte de la sociedad?
Remitiéndonos al principio del artículo, hay quienes piensan que el lugar fue construido con un único propósito, albergar de forma gloriosa los restos del dictador. Diferentes medios de comunicación ya se encargan de desmentir o verificar esta teoría. No hay término medio, pero quizás, hasta que no exhumen los restos del caudillo, la balanza de la primera hipótesis cobra más sentido que la segunda.
Este debate ha sido visible en las diferentes entrevistas directas que hemos realizado a gran parte de lectores, estudiantes y profesionales de la historia y del arte que nos han dado su visión personal sobre este monumento, en el que nos hemos encontrado toda clase de versiones.
Nuestra amiga Alba desde Alemania nos ha remitido esta opinión que quizás resulte interesante de cara a nuestro análisis:
“A mí mi profesor de religión me hacía cantar el cara al sol en primero de la ESO. Y el de filosofía de 2o de bachiller (excelente profesor, por cierto) tarareaba la misma cancioncita mientras hacíamos exámenes alegando que » quien se lo sabe no necesita concentración». Tengo 26, no hace tanto de esto… Y yo, viviendo en Alemania me doy cuenta de lo laxos que somos en España con el fascismo, de lo normalizado que está, y de la vergüenza que da, por ejemplo, la existencia de la falange. Aquí el fascismo no se vive igual que en España, la verdad es que nada en absoluto. Vivo racismo, vivo ignorancia y miedo, vivo mucho odio … Pero fascismo deliberado con esvástica y mano alzada jamás. Llevo ya 6 años aquí, y de hecho viví en Berlín en diferentes barrios, uno de ellos conocido por ser el barrio nazi, donde hace 6 años cerraron el último bar con esvásticas. Yo creo que los ideales fascistas se han transformado y adaptado a nuestra pseudodemocracia. (Creo que esto es tan peligroso con el fascismo mismo, o más, porque se invisibiliza el problema) pero como te digo, fascismo aquí no existe. Y si existe, se abole automáticamente “
No es solamente esta amiga la que nos comenta que el fascismo es la principal lacra a erradicar antes que fijar nuestra atención a un monumento: “el fascismo se cría y se educa”, “Es tema complejo lo de la memoria social y como conservarla” …
Estas reflexiones son claras, el mayor problema no reside en el valle ni en quienes están enterrados allí, sino en los vivos que todavía siguen exaltando los valores de quienes aún siguen descansando en ese lugar.
Hay quienes ven en este monumento una autentica humillación a los perdedores de la Guerra Civil y con el fin, tanto de inspirar terror a aquellos que no siguieron sus doctrinas y a guardar los restos de Franco en comparación con un rey /semidios. Por los que son motivos suficientes para tirarlo. Entre las entrevistas directas que hemos realizado, algunos nos cuentan que el valle no necesita ningún honor, ni siquiera ser demolido a la vista de todos, sino ser tapiado y que el paso del tiempo y la naturaleza haga el resto.
Por otro lado, nos hemos encontrado con muchos informantes, sobre todo que trabajan de una perspectiva histórica que opina que el Valle debería seguir en pie. La historia no debe borrarse, y las nuevas generaciones deben conocerla precisamente para que eso no se repita. Algunos encuestados nos dan una posible solución ante el problema: reorientarlo y explicarlo con afán de superación. Hacer del Valle un lugar simbólico para educar (no adoctrinar) y no invisibilizar el tortuoso pasado español, tal como se hizo con múltiples edificios alemanes nazis o de Buenos Aires, conservando un patrimonio al que bien podríamos decir que es prohibido. Es un lugar que despierta una gran multitud de sensaciones y sentimientos, pero no por ello hay que destruirlo sino más bien, crear una reestructuración, tanto performativa como interna, para convertirlo en un museo. Aun así, el desahuciar a Franco, no es una opción, sino una obligación para que este proceso pueda realizarse. La historia ha querido que muchos lugares edificados bajo la vergüenza de un país, capricho de poderosos y la opresión hacia muchas personas no fueran demolidos … Sin embargo, si se teme que pese al precio, se convierta en un negocio a costa del sufrimiento humano como se han convertido los campos de concentración de Auswitch, en Polonia.
De momento, continuará la incógnita de cuál será el futuro de este lugar, pero mientras tanto podemos seguir viéndolo como recordatorio de que hubo un tiempo en que nuestro país estuvo enfrentado y que hermano contra hermano, se hicieron cicatrices que jamás podrán borrarse. No se trata de cubrirla, se trata de no volver a cometerla nunca más.
Imagen: elconfidencial.com
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