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Matsuri Takahasi tenía 24 años cuando el 25 de diciembre de 2015, salto al vacío desde la residencia de la empresa donde trabajaba el gigante de publicidad Dentsu. Padecía una depresión causada por exceso de trabajo. Llegó a realizar hasta 130 horas extras en un mes.

Takahasi no es el primer caso del denominado karoshi, en español traducido como muerte por exceso de trabajo. Miwa Sado, de 31 años, murió por una insuficiencia cardiaca congestiva después de realizar más de 159 horas extras en un mes como periodista de la NHK. El primer caso de karoshi data de 1969 con la muerte de un joven de 29 años por un ataque al corazón tras pasar semanas trabajando sin descanso,  pero el fenómeno recibió su nombre y la atención que merecía en el 78. Hosokawa, Tajiri y Uehara publicaron Karoshi,  un libro que hizo comprender el fenómeno como un problema de salud pública.

LA OIT determina que el 20% de los trabajadores japoneses dedican más de 12 horas diarias a su trabajo, el karoshi se estima que provoca unas 10.000 muertes al año aunque la cifra es poco clara dado que muchos casos no se reportan. Este fenómeno supone un tercio de los suicidios anuales sucedidos en Japón, los llamados karoshisatsu, suicidios por estrés laboral. Ante este problema social, si un juez determina que una muerte ha sido causada por karoshi, el estado tiene que compensar a la familia con 20.000 millones de dólares  mientras que la empresa causante debe indemnizarles con hasta 1.6 millones. No obstante, son casos difíciles de demostrar y no todo el mundo se enfrenta a la sociedad denunciándolos.

¿Cómo es posible que una persona trabaje hasta la extenuación?

Evidentemente no se puede achacar la causa del karoshi a un solo factor y por supuesto estos factores concomitantes, abarcan aspectos como la cultura o la situación histórica. Para entender cómo un fenómeno como el karoshi puede instaurarse en una sociedad y suponer un problema de salud pública, debemos entender qué cambios socioeconómicos se produjeron con anterioridad para que se propiciaran las circunstancias adecuadas.

«Después de la Segunda Guerra Mundial los japoneses eran los que tenían las jornadas de trabajo más largas del mundo. Eran unos adictos al trabajo de marca mayor» Cari Cooper

Japón no es un país que tenga las mejores condiciones ambientales y geográficas para tener un desarrollo económico rápido  exento de sacrificios. Se trata de un archipiélago de miles de islas con cuatro islas principales: Hokkaido, Honshu, Shikoku y Kyushu. Una orografía solamente explotable por sistemas forestales por lo que las comunicaciones y el comercio se hace bastante difícil. Por otro lado se encuentra en el Cinturón de Fuego del Pacífico, lo que supone estar a merced de la zona con mayor actividad sísmica del mundo sufriendo terremotos, erupciones volcánicas o tsunamis más los riesgos ambientales que también padece como son tifones o desbordamiento por deshielo. A pesar de todas estas condiciones poco acogedoras, en Japón viven 120 millones de personas, con una densidad de población de 336 habitantes por kilómetro cuadrado. Este archipiélago volcánico tiene una absoluta dependencia de materias primas, fuentes de energía y alimentos

 

La clave Meiji

A mediados del siglo XIX las potencias occidentales se estaban imponiendo en Asia oriental, mediante tratados de comercio desiguales gracias a su supremacía militar. Japón tenía que hacer frente a las potencias de occidente y realizar un cambio que afectaría al sistema económico, político y territorial, sin dejar de lado el modelo social que había imperado hasta ese momento. La restauración Meiji se ponía en marcha.

Si el estado quería que Japón no fuera inundado por productos occidentales, debía intervenir tanto la producción interna como el desarrollo de la industria en el país. Autoabastecerse se convertía en una labor difícil cuando careces de materias primas y recursos energéticos pero encontraron la solución en la importación de ambas necesidades de países colindantes a los que transformaban mediante la industria.

Por otra parte, la sociedad no tenía cultura industrial y se hacía necesaria una modificación importante de la sociedad, mediante la expropiación de tierras a la nobleza a cambio de bonos para invertir en industria. El estado invirtió en industria, mandaba a formar técnicos y cuando las industrias eran rentables, las vendía a un precio por debajo de su valor. Con ello se generaba una nueva clase social burguesa sin necesidad de esa iniciativa industrial de la que se carecía. Poco a poco, Japón se industrializaba y florecían los grandes grupos empresariales, los zaibatsus.

Sin recursos locales, sin un tejido social adecuado ni fuentes energéticas suficientes, Japón había encontrado la manera de abrirse paso y se sumaba a la revolución industrial.

El milagro japonés

Pero la producción de Japón era de escasa calidad y a nivel internacional solo captó mercado durante la Gran Guerra. Fue durante este periodo que su crecimiento experimentó un fuerte impulso, pero no consiguió ponerse a la altura de los países occidentales y al llegar la Segunda Guerra Mundial, el país quedó arrasado y empobrecido con las indemnizaciones de guerra. Solo durante la guerra de Corea, con un cambio de estrategia por parte de Estados Unidos con respecto al posicionamiento geopolítico del país nipón, pudo superar su posguerra.

Comenzaba entonces otro fuerte impulso en el crecimiento, con grandes inyecciones de capital y la rearticulación de los zaibatsus en keiretsus. El milagro japonés se cimentaba  de nuevo en un fuerte proteccionismo estatal y la deslocalización de sus empresas para reducir costes. Superó así la crisis del petróleo del 73 y en los 80 se convertía en el banquero mundial.

A nivel laboral, las condiciones eran muy duras con largas y agotadoras jornadas de trabajo donde todo el mundo se veía personalmente obligado a contribuir al florecimiento del país. Desde la propia escuela se fomentaba el esfuerzo, el sacrificio por la empresa, la superación día a día sin importar el precio personal que se pagase. Todo por la empresa.

Pero Japón moría de éxito en la década de los 90 con una larga crisis iniciada con el estallido de una inmensa burbuja inmobiliaria y financiera. Japón perdía su ventaja competitiva con respecto a los países discípulos que copiaron el modelo nipón. El modelo se había basado principalmente en el plano económico dejando de lado aspectos sociales, transformando a la sociedad japonesa en una sociedad que a pesar de basarse en el colectivismo, es incapaz de que sus miembros apenas  interaccionen más allá del trabajo.

Colectivismo

Tanto sacrificio para levantar un país debe tener una fuerte base social que entienda que todos caminan juntos para el bien común y que solo de esta manera, nuestra individualidad podrá ser protegida. Si bien occidente es un ejemplo de sociedad individualista, los países asiáticos y concretamente Japón es un ejemplo claro de colectivismo.

“Nou aru taka ha tsune wo kakusu””
Las águilas con talento esconden sus uñas

“Deru kui wa utareru”
Las estacas que sobresalen pueden ser amartilladas.

El modelo empresarial japonés, se entendió como una gran familia. EL trabajador se dedicaba en cuerpo y alma a la empresa que a cambio le ofrecía un buen trabajo con aumentos en el salario y una serie de beneficios que permitían mejoras sociales en educación, sanidad etc. Este trabajador, el sarariiman, es la figura más representativa del mundo laboral nipón. Un hombre oficinista asalariado en empresas del sector privado, que a cambio de su lealtad, consigue un trabajo de por vida, aumentos por antigüedad y promociones. Esta figura  fue clave en el resurgimiento de Japón durante la Segunda Guerra Mundial. Apareció a principios del siglo XX, heredando las labores burocráticas de los antiguos samuráis y convirtiéndose en los guerreros corporativos de mediados de siglo hasta nuestros días.

El trabajo se convierte en su única finalidad en la vida. No saldrán antes que sus jefes aunque no tengan ya nada que hacer, no se quejarán puesto que en la sociedad japonesa está mal visto quejarse o protestar por algo. Hacerlo supone recibir el rechazo social y el despido inmediato, ser un paria en la sociedad. No solo se trata de horas interminables de jornada laboral en las que se hace difícil interaccionar con otras personas fuera del trabajo. También de una sociedad donde no se expresan los sentimientos, donde a pesar de tener una alta densidad de población la gente no se “encuentra”, ofreciendo estudios donde el 70% de los hombres y el 60% de las mujeres no tienen pareja.

En 1989 el 45,8% de los jefes de secciones y 66,1% de los jefes de departamentos de grandes compañías encuestados, indicaban que podrían morir de tanto trabajar. Por aquellas fechas la carga de trabajo rondaba las 60 horas semanales y la cantidad de muertes por esta sobrecarga se hizo visible hasta tal punto, que el gobierno tomó cartas en el asunto. Sin embargo en los años posteriores hasta la actualidad, las cifras han empeorado.

Candidatos

Lejos de ser personas de media edad, con problemas de salud previos, se trata de jóvenes con dos factores predominantes: falta de sueño y estrés. Pero esta combinación no muestra evidencias claras de que sean causantes de perder la vida. Los estudios indican que el tiempo que se pasa en la oficina tenía mucho que ver. La suma de todos estos factores y la consecuencia que se deriva de aislamiento social y falta de interrelación son causas bastante probables de la muerte por karoshi.

Se trata pues de un problema difícil de eliminar puesto que este tipo de comportamiento es fomentado desde la escuela, en la familia y en la propia sociedad y lo que es peor, se está exportando a otros países.

Karoshi es un término que denota una cultura del trabajo extrema que no solo afecta al mundo laboral. Indica un problema social que va más allá de la muerte del individuo y transforma la sociedad en una agrupación de personas que se piensan unidas y que se encuentran solas. La transformación socioeconómica de Japón trajo prosperidad al país a un alto precio que pagarán aún en varias generaciones.

Sonia Hidalgo Moreno

Referencias

http://www.bbc.com/mundo/vert-cap-37391172

https://japonismo.com/blog/karoshi-japoneses-se-mueren-por-trabajar

http://cadenaser.com/programa/2017/10/05/la_ventana/1507217828_059497.html

http://elordenmundial.com/2017/05/18/el-milagro-economico-de-japon/

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