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“El cielo, el infierno y el mundo entero, está en nosotros”

Henry F. Amiel

Cuenta la leyenda que hace no mucho tiempo los parques estaban llenos de niños y de niñas; que uno podía volver a casa con raspones en los codos y en las rodillas, con algún chichón nuevo y con un enganchón en el chándal y que no pasaba nada. Que, en alguno de esos juegos, por aquello de la competitividad o las trampas, la cosa podía enredarse y acabar soltando las manos (y los pies si uno era muy bestia) y que la cosa no terminaba en una batalla campal con padres, madres y abuelos como si fuese una batalla callejera: al día siguiente volvía a salir el sol y jugaban, de nuevo, los mismos de siempre.

Las chapas y las rodilleras disimulando los pantalones raídos, la comba con sus caídas, las pelotas decomisadas por no haber parado la jugada decisiva cuando alguien pasaba…

… Y en estas se nos cuela por aquí Dante y la “Divina comedia”

En esta obra Dante, autor y protagonista, sale del purgatorio y ha de pasar por nueve mundos para alcanzar el cielo (o paraíso). Como él mismo dijo no era una tragedia, sino una comedia porque tenía final feliz. Si esto lo llevásemos a la calle el jugador podría actuar como si fuese una ficha e ir saltando a la pata coja de casilla en casilla empujando una piedra que, se supone, representa nuestra alma; podría comenzarse el juego en el punto de partida, que sería la Tierra, ir recorriendo nueve mundos para lograr conseguir el cielo (Urano) cuidándose mucho de no caer en las llamas del infierno (Plutón). A todo esto; ni que decir tiene que nuestra alma (o la piedra, como prefieran llamarlo), no puede pararse sobre una línea ya que de la Tierra al Cielo no existen las fronteras, ni límites, ni demarcaciones… ni descanso. Ríete ahora de aquellos que se tatúan un “666” y escuchan “Black metal” ¿Se puede ser más retorcido?

Un juego un tanto macabro

Sí, es cierto; así explicado a pocos se nos ocurriría bajar a un parque y explicar de tal modo el juego; podríamos estar de vuelta en casa no mucho tiempo más tarde con un ojo morado o formando parte de una secta apocalíptica antes de que llegue la noche ¿Desde qué edad pueden las niñas jugar al cielo y el infierno? ¿Y los niños?

Sin embargo, a esto ya se jugaba en la Europa renacentista, y si tiramos hacía atrás existe un juego similar, pero mucho más simple, en la Roma clásica. Es bastante probable que tus abuelos hayan jugado a esto (a pesar de que esto de abuelas satánicas suena a peli de Almodóvar de los 80). El juego, a pesar de lo esotérico, resultó ser fabuloso para desarrollar la agilidad, resistencia, motricidad fina, equilibrio…

Pero lo cierto es que su mayor difusión fue durante los 60, 70 y 80… (en plena ebullición de la España nacional-católica) Y que me juego una cerveza a que tú, que estás leyendo esto al otro lado, también lo has jugado.

¿Pero quién no ha jugado alguna vez a la rayuela?

Aunque parezca mentira a este juego tan inocente y popular nos estábamos refiriendo. Sin embargo, dependiendo de su localización puede ser conocido por otros nombres; avión, cascayu, calderón, mocha, muñeca, tejo, tranco…

¿Alguna vez habías imaginado jugar a un juego tan macabro?

Rubén Blasco

Referencias

www.juegosdeantes.es

misjuegostradicionales.wordpress.com

wikipedia

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