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Tradicionalmente, la mujer ha sido educada para desplegar unos muy concretos roles que potenciaban su expresividad, afectividad, los cuidados para con los suyos (esposo, hijos, padres); esta visión, que otorgaba al hombre roles muy distantes tildando de afeminados a los que osaban acercarse a los reservados a las féminas, es la que favorece de alguna manera que se interpretara (e interprete) que la mujer está más predispuesta tal vez; pero, si superamos este atávico y estrecho horizonte cargado de absurdos prejuicios, constatamos que en la condición femenina no reside –-de un modo privativo– el usufructo de la predisposición (y a la realidad cotidiana y conocida me remito), sino que la misma es compartida por el género masculino. (Declaraciones de un cuidador masculino a nuestra revista)

 

Año 2008

La atención informal de las personas mayores en situación de dependencia está claramente marcada por el factor género del cuidador, de manera que, las tareas del cuidado recaen, mayoritariamente, sobre las mujeres, representando el 84% del universo del cuidador. Hablamos, principalmente de cuidadoras, cuyo perfil predominante es el de una mujer de mediana edad, en torno a los 53 años, que realiza labores de ama de casa, normalmente casada y que además del cuidado de su familia, se encuentra con la responsabilidad principal de la atención a una persona mayor que presenta, mayoritariamente, una dependencia importante y con la que tiene una relación de hija (50%) o esposa o compañera (12%)

¿Por qué el cuidado ha recaído sobre la mujer?

Se ha tratado de una manifestación más de las diferencias en los comportamientos familiares, diferencias que se observan en aspectos tales como la división del trabajo doméstico, la crianza o las afinidades y relaciones. Así pues;

  1. En nuestro contexto social este tipo de trabajos (domésticos, no remunerados) se realizan mayoritariamente por mujeres, algo que se mantiene incluso cuando ambos componentes de la pareja, hombre y muje, trabajan fuera del hogar.
  2. La predominancia de las mujeres en el cuidado de los hijos puede llevar a identificar o asociar el cuidado con el rol femenino y hacer del cuidado una parte integral del autoconcepto de la mujer.
  3. Los lazos de afinidad, que son los que caracterizan las relaciones entre padres e hijos, son habitualmente más fuertes entre madres e hijas y hay que tener en cuenta que por razones demográficas la mayor parte de las personas mayores que requieren cuidados son mujeres.

Desde el punto de vista del individuo, la teoría de la socialización plantea que existe una diferenciación y división de roles, que relaciona a la mujer con el ámbito o la esfera privada o doméstica, y al hombre con la esfera exterior. Esta división lleva a que se considere como algo natural o lógico que la mujer se ocupe del cuidado, por pertenecer éste al ámbito de lo privado, considerándose en cambio poco natural su asunción por parte de un varón, por quedar fuera de su esfera habitual.

Año 2018

En un contexto en el que la idea socialmente dominante es la de que cuidar es una tarea eminentemente femenina, donde las mujeres cuidan tanto a otras mujeres, como a hombres (generalmente cuidan a sus maridos, a sus padres o suegros más mayores que ellas), los hombres que asumen este papel han sido habitualmente olvidados, pero ahora que ese número de hombre cuidadores ha aumentado considerablemente, en relación al  número de hombres que había hace 10 años, (no en relación al número de mujer cuidadoras que sigue siendo más elevado) debemos hacer un análisis, de qué cambios se han producido en nuestro contexto social y nuestra perspectiva de género para producirse tal cambio.

Causas:

  1. Crisis económica. Supone el aumento del número de hombres desempleados y la incorporación de la mujer al mundo laboral desempeñando ciertos puestos de trabajo “asignados al rol femenino”, siendo ellas las que sustentan la economía del hogar.
  2. Aumento de la red social de mujer. Actualmente las mujeres adquieren un mayor protagonismo fuera del hogar, y la esfera social de ésta es ahora más enriquecedora: tienen una mayor actividad a nivel público, tienen una red de amistades más amplia con las que participan en reuniones sociales, y actividades de ocio y tiempo libre de forma más continúa; convirtiéndose éstas en hábitos y rutinas.
  3. Aumento de la esperanza de vida en ambos géneros, pero destacando que ésta es mayor en mujeres; por ello las enfermedades relacionadas con la edad, tal como Alzheimer u otras enfermedades que derivan en demencia, son más incidentes en mujeres.
  4. El descenso del número de hijos por pareja: desde la crisis de la natalidad de los 70/ 80 donde el máximo histórico alcanzado fue en 1976, donde el índice de fecundidad (número de hijos por mujer) era de 2,44 frente a 1,31 hijos en 2017 lo que supone un 53 % menos.

Por ello,  en la actualidad, los hombres tienen una mayor probabilidad de cuidar a sus familiares mayores dependientes, generalmente porque no hay una mujer disponible para hacerlo. Cuando el cuidador es un varón mayor, en la mayoría de las ocasiones no hay una hija o nuera que pueda ocuparse de los cuidados del familiar. En menor medida puede también ocurrir que se ocupe el varón joven de la atención del mayor porque no hay una esposa que pueda ocuparse, ni tampoco una hija o nuera. En definitiva, se puede afirmar que sólo cuando falta una red asistencial femenina entra en funcionamiento la red asistencial masculina.

Dado el nuevo contexto, los varones se encuentran ante nuevos retos personales y sociales, al tener que romper barreras culturales e históricas en lo que al cuidado de otros se refiere: Los hombres mayores están acostumbrados a resolver sus problemas sin utilizar los recursos sociales disponibles. Además se espera que los hombres mantengan el control de las situaciones, sean más racionales que emocionales, busquen resultados de manera funcional y sean capaces de soportar el estrés y aguantar el malestar. Por tanto, responden de manera diferente a como lo hacen las mujeres a las situaciones de estrés.

Los hombres que adoptan el papel del cuidador tienen que luchar en muchas ocasiones contra el estereotipo femenino que existe sobre los cuidadores. Según estos,  las mujeres desempeñan el rol de cuidadoras de manera «natural», mientras que los hombres tienen que hacer «grandes esfuerzos» para ser cuidadores.

De hecho, los cuidadores llegan a ser descritos como personas de gran coraje y «diferentes» de lo concordante con el papel que se esperaría de ellos, son de esta manera considerados como valientes, a la vez que poco normales al cruzar la frontera que separa a los hombres de las mujeres según el estereotipo dominante (Ribero, 2005; Thompson, 2002). Lo cierto es que los hombres mayores que cuidan a sus mujeres tienen que aprender a llevar a cabo nuevas tareas en el hogar (planchar, lavar, coser, cocinar,…) pero gran parte de ellos se van adaptando sin demasiados problemas a las tareas que tradicionalmente se consideran «típicas de mujeres». Al principio, eso sí, tal y como reconoce un cuidador les resultan algo difícil, en parte porque tienen no sólo que aprender nuevas tareas sino también porque tienen que romper ciertos estereotipos culturales.

 “Tenemos que crear una sociedad en la que un hombre no sea un tonto por cuidar y una mujer no se sienta culpable por no hacerlo”

 Nerea Aresti

Ainhoa Hurtado Córdoba

Licenciada en Psicología

Fatima Centenero de Arce

Trabajadora Social y Antropóloga Social y Cultural

Referencias

Fuente foto: http://alzheimerbigastro.com/le-llaman-corredor-heavy/

http://www.imserso.es/interpresent3/groups/imserso/documents/binario/boletinopm35.pdf

www.alzheimerbigastro.com

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