Es sabido que los cambios de tiempo y estaciones influyen en nuestro estado de ánimo, factores como la luz y las condiciones climáticas parecen ejercen una gran influencia en nuestro estado anímico. Ya Hipócrates, hizo referencia a la importancia de los cambios de estación en la génesis de algunas enfermedades, así como de los cambios corporales provocados por el frío o el calor, asegurando que la salud del hombre dependía del equilibrio entre los cuatro líquidos o humores que lo conformaban: sangre, bilis amarilla, bilis negra y flema. Además, sostenía que cada persona tenía una disposición diferente de estos humores en su cuerpo, siendo siempre dominante uno de ellos. La calidad de estos humores variaba también dependiendo de la época del año, de modo que Hipócrates hizo una correlación entre los distintos humores, sus cualidades, el tipo humano asociado a cada uno y la estación del año en la que predominaba cada cual:
Hay estaciones del año en las que algunas enfermedades mentales empeoran o que producen leves síntomas como una disminución del estado de ánimo, aumento del cansancio, dificultad para conciliar el sueño y baja concentración. Incluso se ha estudiado la relación entre las estaciones del año y el número de suicidios: “Hay un acuerdo bastante general en señalar una ritmicidad estacional en la distribución de las muertes por suicidio a lo largo del ciclo anual. El número de suicidios aumenta hacia el final de la primavera y principio del verano, descendiendo después, con un segundo pico, inferior al anterior, en otoño, para descender notablemente en invierno. Esta oscilación ha sido señalada tanto en el hemisferio norte como en el hemisferio sur, siguiendo un patrón inverso” (Eliseu Carbonell Camós)
Pero, ¿es posible que los cambios de estaciones influyan también en las funciones cognitivas de los humanos? Según un estudio publicado en la revista PNAS, sobre la Estacionalidad en las respuestas cerebrales cognitivas humanas, la respuesta es que sí, que el cerebro, dependiendo de la estación del año en que nos encontremos, resolverá los procesos cognitivos de distinta manera.
El neurocientífico Gilles Vandewalle, de la Universidad de Lieja, en Bélgica, y autor principal de la investigación, realizó un experimento con 28 voluntarios a los que les escaneó el cerebro en distintos momentos del año mientras estos resolvían pruebas de atención y de memoria de trabajo. Para asegurarse de que los participantes no estaban influenciados por otros factores ambientales, el día que hacían la prueba, los hacía estar en el laboratorio cuatro días y medio antes; todos estaban a una luz y temperatura constante.
Los investigadores, tras las pruebas realizadas, encontraron diferencias en la resolución de ciertos procesos, siendo que nuestra atención mejora en verano y empeora en invierno. De otro lado, la memoria de trabajo encuentra su punto máximo en otoño y mínimo en primavera.
Existen numerosos factores que dependen de cada estación del año que podrían llegar a regular ese patrón de activación cerebral, como por ejemplo la duración del día y la cantidad de luz que recibimos. Pero también la temperatura, la humedad, la actividad física y la interacción social influyen. Por ejemplo, la llamada “astenia primaveral”, trastorno debido a la coincidencia de una serie de factores ambientales como la subida de las temperaturas y de la presión atmosférica, aumento de las horas de luz diurna, el cambio horario… Debido a ello, se sufren una serie de síntomas, cansancio y falta de energía, alteraciones de sueño, ansiedad, cefaleas, problemas de concentración…
Pero esos factores, no se tomaron en consideración en este estudio por lo que no se puede decir qué provoca exactamente los cambios observados, aunque es de esperar, según los autores que a lo largo del año el cerebro puede trabajar de diferentes maneras para compensar los factores relacionados con las estaciones que podrían afectar su función. Y de esta manera puede tener un rendimiento estable.
Por qué el cerebro ha evolucionado para funcionar así se desconoce. Tal vez tenga que ver con la actividad natural de nuestros antepasados, dependientes de los cambios de estación para conseguir alimentos, y el cerebro humano esté ajustado para tener una menor actividad cerebral en invierno, cuando hay menos recursos disponibles, y una mayor activación cuando se requiere que el cerebro esté más alerta para conseguir alimentos.
Al igual que se ha relacionado los cambios de comportamiento con los cambios de estaciones, es muy posible que la cognición pueda variar también a lo largo de las estaciones.
Trabajadora Social y Antropóloga Social y Cultural
Referencias
https://www.sandracerro.com/files/Articulos/artic-teorias/Hipocraticos.pdf
http://www.pnas.org/content/pnas/early/2016/02/04/1518129113.full.pdf
http://www.pnas.org/content/early/2016/02/04/1518129113
http://www.ugr.es/~pwlac/G23_01Eliseu_Carbonell_Camos.html
https://www.lavanguardia.com/ciencia/cuerpo-humano/20160209/302023975167/cerebro-estacion.html
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