Uno de los temas más debatidos en la arena de las políticas públicas es el porqué un ayuntamiento (o cualquier otra instancia de gobierno) decide actuar en un determinado aspecto de los problemas comunes y no en otros. En un mundo ideal, la respuesta sería que la importancia “evidente” de los temas así lo marcaría, pero claro, desde la mirada antropológica sabemos/presuponemos que no hay “verdades objetivas” sino que las verdades se construyen, con agentes en pugna por la primacía de su “verdad”.
Así la pregunta se reconfigura en ¿qué es lo que hace- cuál es el mecanismo- que un problema sea socialmente percibido como tal? y llegue así a formar parte de las agendas de los gobernantes. Llegados a este punto, una socióloga- por ejemplo- levantaría la mano y propondría: hagamos una encuesta entre los vecinos, a ver que nos preocupa más. Así, nuestros gobernantes tendrían un “ranking” de los temas que más nos preocupan. ¿Sucede realmente así? Los temas que más nos conciernen/afectan como ciudadanas ¿se configuran en agendas de acciones políticas? ¿Están los temas que las ciudadanas creemos prioritarios en la agenda de nuestros gobernantes?
Quizás para empezar a contestar tantas preguntas debemos ir “por partes”. Si partimos de que hay una diversidad de intereses en juego y concomitante-mente una variedad enorme de agentes implicados, no es banal concluir que cada quién hará presión para que su visión de la “realidad” sea la que se termine configurando como de “interés general” Tiene sentido presuponer que cuantas más personas “hagan bandera” de este problema, más posibilidades tendremos de que nuestro tema sea más visible, entrando así a formar parte de la “agenda de las administraciones” .Pero,¿ tenemos todas las mismas capacidades de influir, tanto en nuestros entornos más cercanos, como en la junta de distrito de mi barrio ( por ejemplo)? Aquí es donde entran en “juego” los llamados grupos de intereses (los famosos “lobbys”) o grupos de presión. Estos grupos no son en si mismos ni buenos ni malos, simplemente responden a intereses concretos. La asamblea de parados de mi barrio, por ejemplo, puede ser un grupo de presión legítimo frente al ayuntamiento, a la hora de decidir asignaciones y recursos a políticas locales de empleo. De la misma manera- quizás en un terreno más “farragoso moralmente”- los grupos de intereses pueden presionar para que un determinado tema no se configure como “socialmente relevante” y sea candidato a dar el salto a la “política pública”. Recordaremos todas cuanto años – y muertes- costó romper el poder del “lobby del tabaco”, que durante decenios bloqueó tanto las acciones reivindicativas de afectados, como el diseño de políticas sanitarias anti tabaquismo. (En realidad a día de hoy, donde casi nadie discute la relación tabaco-cáncer- muerte, se siguen financiando costosos estudios “médico-científicos” que niegan sistemáticamente esta relación.)
Pero también tenemos actores que podríamos definir como “públicos”, es decir que su interés es más generalista, así lo que comentaba antes de los movimientos sociales, que pueden convertirse en interlocutores válidos ante las administraciones, dado que representan y condensan el sentir de muchos ciudadanos. ¿Dónde nos dejan estas pinceladas sobre actores en la arena política? Pues en la tarea de desvelar la supuesta “neutralidad” y objetividad de las políticas públicas, exponiendo los intereses diversos y muchas veces contrapuestos de los actores implicados.
Referencias
https://d396qusza40orc.cloudfront.net/democracia/brugue_deliberacion_autoridad.pdf Artículo interesantísimo de Quim Brugue sobre los procesos deliberativos
El proceso de elaboración de las políticas públicas, Charles Lindblom, 1991
Serie publicada por el Ministerio de las Administraciones Públicas.-
Los ocho pasos para el análisis de las políticas públicas, Eugene Bardach, 1998
Decisiones Públicas. El análisis y estudio de los procesos de decisión en políticas públicas, Joan Subirats y Bruno Dente, Ariel, Barcelona, 2014
Average Rating