Cuando hablamos de la historia de Japón en Occidente es imposible no caer en el recurrente Japón feudal o en el Imperio del Sol Naciente de la Era Meiji. No obstante, ¿qué hubo antes de todo esto? Incluso, ¿qué hubo antes de la introducción de la escritura de caracteres chinos en el s. VIII d.C.? Tenemos, entonces, la friolera de una prehistoria de más de treinta milenios. Así pues, nos centraremos en la Era Jōmon, conocida por tener las cerámicas más antiguas de la historia humana, y recorreremos el oculto Mesolítico japonés.
¿Qué fue antes: el deshielo o la cerámica? El inicio del período Jōmon
Como podréis observar, la cerámica[1] va a ser uno de nuestros elementos primordiales para adentrarnos en el período Jōmon. Asimismo, el término Jōmon (縄文) viene a hacer referencia a la cerámica “de marcas de cuerda” (cord-marked pottery) encontrada por Edward Sylvester Morse en los montículos de conchas de Oomori en 1877 durante su estancia como profesor en la Universidad Imperial de Tokyo.
Ahora bien, viajemos a una época más remota: no podemos enmarcar una fecha concreta o, más bien, una fecha absoluta donde dar comienzo a este viaje. ¿Por qué? A día de hoy el debate sigue vigente en muchos ámbitos entre los especialistas de prehistoria japonesa. Así pues, la datación en la que oficialmente nos podemos amparar es a la de los fragmentos de cerámica humanos más antiguos encontrados. Estos pertenecen al yacimiento de Odai Yamamoto I en Sotogahama, prefectura de Aomori, y datan del 14.500 a.C., momento del deshielo que dará final al Pleistoceno para introducirnos en el Holoceno. Los datos han favorecido, aún más, al debate creado en rededor del período Jōmon. ¿Se puede establecer el descubrimiento de Odai Yamamoto I como inicio del propio período, o como el intervalo cronológico del final del Paleolítico (Mesolítico) al Jōmon Incipiente (Neolítico) (fig. 1)? ¿La elaboración cerámica es precursora de los habitantes del archipiélago nipón por ser la más longeva encontrada, o bien surge en el continente asiático y se extiende posteriormente hacia territorio japonés? En lo que respecta a la primera pregunta, el paradigma científico enclavaba el inicio del período Jōmon Incipiente con el descubrimiento de la cerámica de linear-relief (relieve-lineado) encontrada en la Cueva Fukui, prefectura de Nagasaki, Kyushu, con una datación de ±13.500 –la más antigua hasta la época–; no obstante, como señalábamos previamente, el hallazgo de los fragmentos de cerámica desornamentada o común (plain-pottery) de Odai Yamamoto I y los artefactos líticos, tales como lascas y núcleos, indican –gracias a la datación de radiocarbono– una antigüedad de un milenio más, lo que incorpora en el debate la hipótesis del desarrollo del período Jōmon 500 años antes a la fecha otorgada por la cerámica de Odai Yamamoto I y, por ende, en un momento progresivo de la oscilación de las temperaturas y el ulterior deshielo (Habu, 2004).
Desarrollada esta primera premisa es inevitable avanzar a la segunda pregunta que formulábamos. Por lógica podríamos inducir que, al ser la cerámica más antigua encontrada, fuera inventada en el lugar donde se encontró como pensaban algunos prehistoriadores (Miyashita, 1980). La teoría ampliamente aceptada a día de hoy por los académicos es aquella por la cual la cerámica se extendió desde el Extremo Oriente asiático y, en general, como foco en los diferentes asentamientos humanos a lo largo del Río Amur, actual Rusia y China (fig.2).
En definitiva, la calibración cronológica de la cerámica de Odai Yamamoto I implica que la producción cerámica en Japón se dio antes del comienzo del calentamiento gradual que puso fin a la Era Glacial. Además, los análisis del vasto rango de datos proporcionados por radiocarbono ligados a la cerámica temprana del extremo oriental asiático sugieren la aparición de ésta en el repentino cambio climático del final del Pleistoceno y no en el contexto de la expansión de los bosques latifolios
–de hojas anchas o angiospermas– hacia el norte como se venía creyendo (Ikawa-Smith, 2000: 7; Habu, 2004).
Población, subsistencia y asentamientos
Los pobladores del archipiélago japonés en época Jōmon se remontan a una serie de migraciones dadas entre el ±30.000[2] a.C. de los grupos humanos asentados en el sudeste asiático[3] durante la Era Glacial. A su vez, gracias a la antropología física se ha creado el llamado “modelo de estructura dual” (fig. 3) para explicar la ascendencia del poblador japonés actual. Nos encontramos con una dicotomía de pobladores: las arcaicas gentes asiáticas del Jōmon, las cuales reseñábamos unas líneas más arriba; y las más modernas, venidas a través de la Península de Corea durante la Era Yayoi, es decir, las migraciones con nueva tecnología y conocimientos que introdujeron el cultivo de arroz anegado alrededor del 500 ± 300a.C.
Como podemos observar en el gráfico (fig. 3), los descendientes directos de los arcaicos pobladores Jōmon vienen a apuntar a los habitantes del este nipón, de las Islas Ryukyu y, primordialmente, de los Ainu[4], minoría étnica japonesa, naturales de Hokkaido –al norte del archipiélago– donde fueron poco a poco cercados tras la sedentarización del período Yayoi y las posteriores políticas feudales y modernas.
Los habitantes del nipón prehistórico eran cazadores-recolectores,, aunque nosotros preferiremos llamarlos recolectores-cazadores-pescadores, ya que su dieta provenía preeminentemente de la recolección de alimentos y, dependiendo de la región y la estación del año, pescadores y cazadores (fig. 4). Pero a diferencia de muchos de sus análogos continentales, tienen una serie de particularidades en su subsistencia que hay que recalcar. A saber, la existencia de un “eclecticismo” entre la dicotomía tipológica de recolectores-cazadores que propuso Binford (1980), es decir, incursionistas y colectores, siendo los primeros más nómadas y los segundos algo más sedentarios y que nos resume Junko Habu (2004): «cuando examinamos los sistemas de asentamientos de subsistencia de las gentes del Jōmon, es improbable que encontráramos un sistema de incursionistas “puros” o colectores “puros”»[5]; una agricultura rudimentaria de secano a partir del Jōmon temprano (4000 – 3000 a.C.) con la domesticación de alubias, menta shiso, arroz o la hyōtan (瓢箪, calabaza con forma de botella, Lagenaria siceraria) y el perro como único animal domesticado para las labores de caza y protección. Gracias a estos avances singulares dentro de la sociedad prehistórica Jōmon pudo afianzarse, sumándose el empleo de los recursos marítimos y la calidad de vida que estos otorgaban en las regiones litorales y por intercambio, el crecimiento demográfico y la mejora de vida que llevó a una sociedad sin aparente jerarquía social[6] a una continua complejidad de la misma hasta su gradual sedentarización en la Era Yayoi.
Ahora bien, para entender la subsistencia del japonés prehistórico hay que hacer especial hincapié en esa suerte tipológica de “incursor-colector” que nombrábamos previamente y no puede ser de otra manera que a través de las evidencias arqueológicas de sus asentamientos y del aprovechamiento de los recursos que disponían a raíz de su núcleo habitacional desde el que se vertebraban.
En la Era Jōmon comienza a vivirse en casas conocidas como “casas-pozo” (pit-dwelling) (fig. 5). Su construcción se basaba en excavar un hoyo poco profundo de planta oval/circular o semicircular (horseshoes, de planta de herradura), siendo este último un edificio específico para grupos de tarea o reuniones del poblado. En todas ellas, el suelo estaría recubierto de adobe, piedras o simplemente tierra sobre el que clavarían una serie de grandes postes para sujetar techumbres de paja. En las mismas aldeas se han encontrado excavados en el suelo lo que se conoce como “pozos de almacenamiento” (pit storage) donde, junto a cestas y artefactos cerámicos, albergaban el alimento.
A raíz de aquí, y gracias a los estudios etnográficos actuales de sociedades recolectoras-cazadoras-pescadoras, sabemos que se organizaban en base a los recursos disponibles en kilómetros a la redonda, cambiando con más o menos regularidad los asentamientos en base al “calendario” (fig. 4) y a las materias primas disponibles, lo que establecerían, como ya decíamos, o bien un sistema de incursiones con varios cambios habitacionales, o bien algo más sedentario con la recolección y abastecimiento lo que les llevaría, quizá, a una única “mudanza” anual.
Singularidades del arte Jōmon: figurillas dogu y cerámica kaen
Uno de los aspectos más desconocidos en occidente –dentro del ya desconocido período que nos atañe– son los ritos funerarios y el ajuar que acompañaban a estos. Hay una variedad de objetos interesantes relacionados al mundo funerario del Jōmon, tales como máscaras de arcilla, barras de piedra o “espadas”, figurines de arcilla, cerámicas específicas y otros elementos de piedras preciosas tales como el jade o piedras volcánicas como la obsidiana con fines ornamentales y/o ceremoniales.
Estos artefactos rituales son abundantes a partir, principalmente, del Jōmon Medio (3000 – 2000 a.C.). En este aspecto, nos centraremos en la parte artística y singular de las figurillas dogu (土偶) y de la cerámica “con forma de llama” o kaen (火炎).
Las figurillas dogu (fig.6) son los artefactos rituales funerarios Jōmon mejor conocidos. La mayoría de académicos creen que representan principalmente cuerpos femeninos, particularmente de mujeres preñadas, posiblemente como idea de Diosa Madre o de la fertilidad, como por ejemplo la conocida como Venus dogu (fig. 6, 10, o imagen de cabecera, segunda por la izquierda). Es curioso, pues las diosas de la fertilidad suelen ir estrechamente ligadas a sociedades agrícolas, lo que implicaría una necesidad de fertilidad en los campos para aquella agricultura incipiente que ya comentábamos anteriormente. Si bien, como señala Junko Habu (2004), «algunos son escépticos a que las figurillas representen mujeres. De acuerdo con Nagamine (1986:255), “los cambios tipológicos de muchas de estas figurillas de arcilla indican una interpretación asexual de la forma humana”, pero “no hay figurillas que manifiesten características concretas masculinas»[7]. No obstante, otros estudiosos han interpretado las incisiones o líneas decorativas como barbas, por lo que representarían hombres per se.
Otra teoría que gira en torno a las dogu es la intencionalidad de ser destruidas durante el proceso cultual funerario, pese al hallazgo de algunas figurillas completas en yacimientos del Jōmon. Los teóricos que sostienen esta hipótesis (Fujimori, 1966; T. Kobayashi, 1977) es a raíz del conocimiento etnográfico del Japón rural en el que figurillas y muñecas de diversos materiales eran utilizadas a modo de “hombres de paja” (straw men) para evitar males diversos.
Las más antigua conservada hasta la fecha data de la etapa Incipiente (fig. 6, 1; imagen de la cabecera, primera por la izquierda). Es probable que representase el cuerpo de una mujer por la voluptuosidad de los senos; sin embargo, mayormente, las figurillas restantes son difíciles de catalogar dado que hasta el período Medio –en pleno apogeo Jōmon– no habrá una producción más acentuada y con una obvia mejora artística y anatómica de la efigie antropomorfa. Por consiguiente, los dos últimos períodos del Jōmon (Tardío y Final) se caracterizarán por una extensa variabilidad artística que dependerá de la región.
Por último –y no menos importante–, tantearemos la cerámica “con forma de llama” o kaen (fig. 7) muy extendidas en la región de Hokuriku. Estas vasijas de decoración extravagante comienzan a darse en el apogeo del Jōmon Medio y volverán a minimizarse con el tiempo. Las cerámicas se solían cubrir con finos rollos de arcilla a modo de ensamblaje antes de su cocción, de manera que al aplicarse formaban las líneas, remolinos y crestas que asemejan las llamas del fuego. Es a partir de esta etapa en la que las cerámicas comienzan a presentar unas funciones más allá del recipiente básico para cocinar, comer o beber, tal como la ceremonia cultual de idiosincrasia chamánica o funeraria, a modo de libación y de ofrenda de vinos fermentados con uvas silvestres.
Esta sofisticación artística marcará un antes y un después en la cristalización de una sociedad compleja para la arqueología del Jōmon, demostrada con la producción artesanal del Jōmon Medio y especial encontrada en los yacimientos arqueológicos y enterramientos de sus gentes.
Hemos hecho un viaje muy superficial de más de 14.000 años en el cual hemos podido vislumbrar una época (pre)histórica poco conocida en occidente y ciertamente menos mediática. A su vez, hemos intentado, a través de una revisión crítica de los contenidos normalizados en la sociedad nipona y occidental y trasladados al estudio histórico-arqueológico (tales como la asunción de los roles de género sexistas y que pueden otearse en la divulgación de museos tales como el de Niigata, o la concepción de la idea cinegética como principal fuente de alimentación de las sociedades prehistóricas) para ser consecuentes con la realidad científica actual. Es también difícil abarcar en un artículo una etapa cronológica en su totalidad y menos no poder evitar recaer en lo general y característico, ya que hemos dejado atrás muchísimos factores dentro de la sociedad Jōmon muy interesantes, como por ejemplo la tipología de enterramientos, el carácter chamánico de estas sociedades, otras formas de arte tales como la música, el intercambio comercial y social entre ellos, etc.
En conclusión, este paseo por las sociedades recolectoras-cazadoras orientales tras el deshielo de la Era Glacial nos hacen entender aún más la diáspora humana y el dinamismo de los acontecimientos hasta el día de hoy. Ahora, la Era Jōmon queda un poco menos oculta y un poco más patente.
Referencias
Habu, Junko: Ancient Jomon on Japan, Cambridge University Press, Cambridge, 2004.
Kobayashi et alii: The world of the Jomon, Niigata Prefectural Museum of History, Japan, 2002.
Muñoz, Irene M.: “La alimentación en el antiguo Japón (épocas Jōmon, Yayoi y Kofun)”, Revista científica digital independiente de arqueología, Arqueo UCA, 2015.
Keally, Charles T., “Jomon culture”, Japanese Archaeology, 2009.
“Jomon Homes”, Facts & Details.
“Jomon pottery, Japan”, World Archaeology, 2003.
Meler, Dave: “Cultura Jomon: el arte de la prehistoria japonesa”, iHistoriArte.
“The power of Dogu”, Metropolis (メトロポリス).
Habu, Junko: Ancient Jomon on Japan, Cambridge University Press, Cambridge, 2004.
[1] La importancia de la cerámica dentro de la prehistoria y, principalmente, de la arqueología reside en su uso como “fósil director”, es decir, como artefacto que nos permite datar de manera relativa –sin técnicas complejas tales como el radiocarbono– un estrato de una excavación arqueológica in situ a través de la exclusividad tipológica de una época.
[2] Se han encontrado evidencias de talla lítica del 35.000 a.C. en el monte Takaharayama, prefectura de Tochigi, de menas de obsidiana para su conversión en herramientas trapezoidales de piedra. Para saber más, pincha aquí.
[3] Hay mucha divergencia en el panorama científico por lo que está en vigencia el debate, sobre todo por las aportaciones de la antropología física, la arqueología y los estudios genéticos de los haplogrupos del cromosoma Y del extremo oriental asiático (Hg D y NO). Para más información, pincha aquí.
[4] Ainu significa en lenguaje ainu –valga la redundancia– “humano” o “personas”. Este grupo étnico, ha sido minoritario y marginado a lo largo de la historia nipona. Hasta la reforma Meiji de 1868 se dedicaban, al igual que sus antecesores prehistóricos, a la economía de subsistencia basada en la recolección, caza, pesca y el intercambio comercial con sus vecinos. A partir del fin de la era feudal japonesa y la consecuente occidentalización de Japón, se restringen por ley las actividades de subsistencia de los Ainu junto a la protección de los movimientos “migrantes” de las regiones del interior japonés, lo que llevó a perder, tras la II Guerra Mundial, las tradiciones culturales del pueblo Ainu.
[5] «when we examine subsistence-settlement systems of the Jomon people, it is unlikely that we will find “pure” collecting or “pure” foraging systems.» Junko Habu, 2004, pp. 11-12.
[6] Varios autores sostienen que, hasta el Jōmon Medio, se trataría de una cultura de comunidades “recíprocas” (con un carácter hereditario de inequidad social) y, hasta el final del período, serían comunidades de tipo “emprendedoras” (caracterizadas por una fuerte desigualdad social con su respectiva estratificación) (Hayden, 1995). Sin embargo, la mayoría de académicos coinciden en que se tratarían de comunidades igualitarias, aunque con ciertas personas con dotes chamánicas o con habilidades específicas de tareas, los cuales dispondrían de un rol social distinguido, pero no por ello una inequidad institucionalizada o establecida.
[7] «some are skeptical that all of the figurines are representations of females. According to Naganime (1986: 255), “the typological changes on many of the clay figurines indicate an asexual rendering of the human form,” but “there are no figurines that manifest concrete male characteristics.”»
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[…] ya que el 90% de la dieta venía de la recolección». Escribíamos hace tiempo en El oculto mesolítico japonés: la era Jōmon cómo esta sociedad recolectora-cazadora-pescadora tenía un “calendario” de subsistencia, […]