Primero fueron los titiriteros, luego los twitteros (y como dijo Bertolt Brecht; como no éramos ni lo uno ni lo otro, no nos importó demasiado), después vinieron los chistes televisivos… (Umberto Eco afirmó que «hoy no salir en la televisión es un signo de elegancia«, y tal vez sea cierto visto lo visto). De repente, y sin previo aviso, el humor sobre ciertos símbolos y/o personajes (sagrados en aquello que se llamó «transición») no únicamente es censurable sino que también sujeto a castigo (algo mucho peor que sustraer unos milloncejos al contribuyente, al menos para los hombres grises de la justicia que nos guía).
Y la democracia, o la república (monárquica) representativa o como quieran llamarle es mas gris de lo que parecía en un principio y se parece demasiado a todo aquello que critican en aquellos lugares en los que no aparecer es símbolo de elegancia. Tal vez amanezcamos mañana con la noticia de que se ha cerrado Radio Caracas por contar chistes sobre el fascismo.
Ríanse (si pueden) y feliz jueves (o al menos todo lo que pueda ser)
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