De la saturación de investigadores a la violencia policial y su intersección en el nacionalismo metodológico. Representaciones de la “cultura” en Lavapiés

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¿Tiene algo que ver la ingente cantidad de investigadores que realiza trabajo sobre migración en Lavapiés con la violencia policial que sufren los migrantes en este barrio? Descartando la causalidad directa (es decir, investigadores que realizan trabajo sobre violencia policial, algo que desde mi percepción no es  demasiado habitual) ¿Pueden dos cuestiones tan alejadas a priori tener algún tipo de relación? La vocación holística de la antropología la convierte en una herramienta estratégicamente situada para establecer este tipo de conexiones que aparentemente pueden parecer tan dispares.  Situado en la intersección entre investigador que realiza su trabajo en el barrio y participante en “colectivos” localizados en este, y a través de tres imágenes “dispersas”, que condensan vivencias, encuentros y lecturas relacionadas con este tema, me propongo establecer una de estas conexiones. Y digo una porque se podrían establecer otras perspectivas, otras conexiones y otras cuestiones que no están tan conectadas. Por ejemplo la que se podría referir a la “opresión” en base a características socio-económicas y la tradición antropológica del estudio de los oprimidos/as. Pero este texto no va en esta dirección, sino en tratar de demostrar que la visión de la “cultura” ligada al origen, la imagen del espacio como contenedor y el pensamiento nacionalista (Gupta & Ferguson, 1997; Levitt & Glick Schiller, 2004)son una de las patas que se incardinan en la relación que se plantea en este texto y que va mucho más allá de la construcción del objeto de estudio por parte de los investigadores. Para ello primero describo estas imágenes para luego analizar las cuestiones relacionadas con nacionalismo, espacio y cultura.

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Imágenes

Imagen 1: ¿puedo investigar?

juan 2Es ya de noche. En la plaza de Cabestreros se desarrolla la asamblea de Migrapiés,” colectivo” relacionado con cuestiones migratorias en la que participo regularmente. Ha sido una asamblea larga y estamos al final de esta. En el punto de varios interviene una mujer. “Ya me da vergüenza decirlo”, comenta, “pero yo vengo a lo mismo”. Es una antropóloga “italiana” que realiza su trabajo de investigación sobre migración y pide permiso para hacerlo en el grupo y poder entrevistar a miembros de este. Su vergüenza viene motivada porque las dos intervenciones anteriores han sido peticiones similares. Primero un sociólogo y luego una pareja de periodistas. No son las primeras propuestas de este tipo. Al correo del grupo o a las asambleas llegan peticiones regulares en este sentido con variadas (y a veces inoportunas) formas de contacto. También en las peticiones de charlas de otros “colectivos” se incide, muchas veces, en que pueda asistir algún “migrante” a compartir sus experiencias.

Imagen 2: Secuestros y violencia

Una de las historias que cuento más a menudo para representar la situación que viven las personas “sin papeles” en el barrio es la de dos compañeros de piso “bangladesíes” que vuelven de hacer la compra. Una pareja de policías les identifica. Uno de ellos no tiene permiso de residencia, con lo que es detenido y llevado a comisaría. El que ha sido detenido tiene las llaves de casa, con lo que el otro se queda, desesperado y atemorizado, con la compra, sin poder entrar en su casa. Hace poco, en un encuentro con activistas de otros países en Lavapiés, una mujer “norteamericana”  manifestaba su incredulidad mientras gente del barrio le contaba sobre las redadas por perfil étnico (redadas racistas). Por mucho que cueste creerlo, estas redadas existen. Coches patrulla de la policía nacional, o secretas, recorren el barrio y muchas veces, ante alguien con pinta de “extranjero” (y generalmente también de “pobre” y/o “no-blanco”) la policía le para para pedirle la identificación. En caso de situación irregular esta persona puede ser llevada a la comisaría y detenida hasta 72 horas y, en el peor de los casos, recluida en el CIE o deportada. Este tipo de violencia que podríamos llamar directamente secuestros “legales” (habría que comentar también  otros tipos, como la de sentirse ”extranjero” en el lugar en el que uno vive) ocasiona un miedo constante a ser detenido,  además de convertir en habituales de los calabozos de comisaría a personas que no están habituadas a ello (“la primera vez que me encerraron me quería morir”, me decía un  “senegalés”, “en mi país jamás había tenido nunca ningún problema”). La detención y la deportación afectan a los proyectos vitales de estas personas y sus familias influyendo de forma muy marcada en su movilidad, tanto en su lugar de residencia como en su contacto con sus entornos de origen, ya que es común familias separadas por largos periodos de tiempo hasta que la persona migrante pueda “regularizar” sus situación: una vez que se “entra” en el país, no se puede “salir”, bajo riesgo de no poder volver.

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Imagen 3: Tu cárcel es la nuestra

Este verano se desarrolla en el barrio una campaña para intentar impedir que Kiala entre en prisión. Kiala es participante de Migrapiés y hace seis años se encontraba en situación de exclusión social extrema, con problemas relacionados con el consumo de drogas. En el año 2009 no tenía para comer y entro en el Corte Inglés para robar unos perfumes por valor de 150 €. Varios vigilantes de seguridad le detuvieron y le propinaron una paliza entre gritos de “vuélvete a tu país” en la que uno de ellos se rompió el metacarpio. Fue denunciado por robo y agresión y después de varios recursos la sentencia de este verano es que debe ingresar en prisión y pagar una multa. La campaña se desarrolla haciendo hincapié, además de en la desproporción de la pena impuesta, en que seis años después, Kiala no sólo ha conseguido rehacer su vida y alejarse de esa situación, sino que se ha convertido en un agente social importante en el barrio, participando en diferentes colectivos y ayudando a otras personas. Se puede echar un vistazo a la historia aquí: https://www.facebook.com/migracionconvivencia.lavapies/posts/812490092199215 y aquí: https://oiga.me/campaigns/queremos-libre-a-nuestro-vecino-y-companero-kiala ). La campaña ha alcanzado cierta repercusión y su historia ha aparecido en varios diarios (Sánchez, 2015; Tejada Dewar, 2015a; 2015b). Los debates que se establecen en los comentarios de los periódicos giran en torno al racismo o las leyes injustas. Pero en todo caso hay un predominio importante del eje “migrante”-“no migrante”, donde la migración es asimilada muchas veces a la migración internacional y/o a la pobreza. Es decir, a una visión prototípica de lo que es ser “migrante”. Podemos encontrar algunos casos en los que estando de acuerdo con lo injusto de la sentencia se establece una separación por el origen de la persona que ha cometido la acción, por ejemplo en Hilario, uno de los comentaristas:

juan 4“Es que lo que precede es: meter en la carcel a Blesa, Rato,… y compañeros mártires. Y a este perla expulsado a su pais, entre otras razones porque nadie le ha llamado. «NI UN INMIGRANTE SIN CONTRATO DE TRABAJO EN ORIGEN Y NI UN CONTRATO EN ORIGEN CON UN ESPAÑOL EN EL PARO»  (Sánchez, 2015, comentarios)

Espacio, cultura y nacionalismo

El “exotismo” de Lavapiés

Como etnógrafo haciendo trabajo de campo en Lavapiés desde hace ya tiempo, una cuestión que ha estado siempre presente ha sido la de esta saturación de investigadores/as. La pregunta a hacerse es la de si es el exotismo de la “multiculturalidad” es una cuestión que ejerce un efecto llamada para los investigadores que, sin desplazarse demasiado (y no me refiero únicamente a desplazamientos físicos), pueden encontrar al “otro”, el gran protagonista de la antropología. Puedo intentar engañarme, decirme que mi investigación parte de una vocación aplicada, que quiero hacer “el bien”. Que antes de la antropología estuvo el activismo y que hacer trabajo en Lavapiés es consecuencia de pretender cambiar cosas que hace muchos años que observo y que si viviera en Fuenlabrada, seguramente mi campo de trabajo habría sido ese. Sin embargo, hay un Pepito Grillo en mi interior que nunca termina de dejarme tranquilo. La elección de nuestros campos de estudio, de nuestros intereses se entrelaza inexorablemente con aquello que somos, con nuestras identificaciones y nuestras formas de construir el mundo. Ese “exotismo” de Lavapiés, de personas de diferentes “culturas” viviendo juntas, no puede obviarse de la conformación de la “identidad” de quienes vivimos en el barrio, aunque se traduzca en diferentes articulaciones a partir de otras muchas vivencias. Que los y las antropólogas son particularmente susceptibles de deslizarse por el tobogán del exotismo puede venir aparejado con los primeros contactos con la disciplina, los primeros intereses y las lecturas sobre otras “tribus” y otras “culturas”, como a veces constato en conversaciones con colegas o en sus artículos. Y con este pensamiento, llega el temor a otra de las grandes cuestiones de la antropología, el de la Reificación, el de construir ejes de la realidad absolutos a partir de visiones concretas y particulares, el pensar que el mundo es así y no podría ser de otro modo. A fin de cuentas, y como dice Latour (2008), los científicos sociales hacemos política en el sentido de componer de una determinada manera la sociedad, es decir: delimitamos lo social a partir de determinados ejes (migrantes, culturas, clase, genero…) que dividen a las personas, fijando una serie de relaciones de asociación y ocultando otras. El propio Latour critica el concepto de sociedad como el constructo donde se confunde el cuerpo político (el estado-nación) con aquellas relaciones que conforman lo colectivo. Laclau y Mouffe (1987) también hablan de este tipo de cierre hegemónico por el que se llega a contemplar la sociedad como algo coherente, normativizando ciertas formas de identificación sin tener en cuenta que es en el contacto con el “otro” donde se produce el juego identitario. Así pues, a la hora de pensar en migración y Lavapiés, como en cualquier otro sitio, es necesario reflexionar sobre como determinados conceptos, tales como la cultura o las relaciones espaciales, influyen en nuestras visiones.

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Así comprendo el espacio, así veo la cultura…

Doreen Massey (1991; 1999; 2005)plantea en sus textos una visión conceptual del espacio contraria a una separación entre el  lugar (lo familiar, lo cotidiano) y el espacio (el resto, aquello que estaría fuera). Esta visión que descentra el espacio del lugar sería consecuencia, entre otras cosas, de confundir espacio con superficie física, de verlo como algo fragmentado,  el escenario donde se desarrollan lo social y determinadas comunidades de pertenencia. Esta imagen de contenedor (Levitt & Glick Schiller, 2004) no tendría en cuenta que la espacialidad es algo mucho más complejo, que contempla superficie y lugar, pero también movilidad, percepciones y pertenencia.  Estaríamos hablando, pues, de que existen diferentes espacialidades individuales-grupales en diferentes contextos. No existe una única forma de contemplar el espacio y este no es únicamente el contenedor de lo social o la superficie transformada por la acción social. Lo que importa aquí es que lo social, las redes de relaciones, adoptan diferente formas espaciales, formas que obviamente no tienen por qué corresponderse con las divisiones marcadas por una serie de fronteras. A partir de aquí, podemos concluir que el espacio es la dimensión de lo social (Massey, 1991) y el lugar donde se produce la diferencia. Sin contemplar estas diferentes espacialidades en su relación con lo temporal, el análisis social (y no sólo el que realizan los “científicos de lo social”, sino el que todo el mundo realiza a la hora de ensamblar su mundo cotidiano) corre el riesgo de deslizarse al reduccionismo del espacio global o a una visión que reduzca el espacio de manera teleológica y evolutiva: lugares que están más “atrasados que otros”

La reducción del espacio a superficie y su visión fragmentada se enreda con la fijación de la cultura como una consecuencia del territorio. Tal entorno físico contendrá una  cultura (o varias), pero siempre el origen va a ser un eje principal de la conformación cultural de cada uno. De esta manera, la procedencia adopta de manera apriorística un peso determinante en la construcción de lo que es “colectivo”. Podemos observar que en España puede haber diferentes “culturas”, pero seguiremos primando el origen como elemento principal de conformación identitaria, diferenciando en todo caso escalas que como muñecas rusas siguen manejando la analogía de la discontinuidad. Incluso cuando haya descendientes de migrantes criados en un determinado territorio, estos muchas veces serán vistos a partir de su supuesto “origen”. La “multiculturalidad”, incluso la “interculturalidad” o el “mestizaje”, son a menudo formas de “ordenar” esos diferentes orígenes en un determinado territorio, obviando que una construcción relacional de las identificaciones no tiene por qué primar, en principio, la categoría origen por encima de otras cuestiones (género, clase, educación, amistades, etc…).

Esta forma de observar el mundo genera una visión nacionalista, es decir: la nación se conforma como elemento primordial de clasificación de las personas y de su cultura. Somos “españoles”, “marroquíes”, “ecuatorianos”, y desplazamos nuestros sentimientos de colectividad hacia personas que son portadores de una misma “etnicidad”, “nacionalidad” y/o “cultura”, dejando de prestar atención a otros modos de conexión, a otras muchas variantes que adoptan las formas espaciales, normativizando un determinado tipo de relación espacio-cultura y articulando hegemónicamente apariencia, religión, costumbres y otros marcadores de “identidad” a partir de este origen. De aquí, es fácil deslizarse al racismo identitario, a contemplar el mundo desde una perspectiva liberal-capitalista que establece una jerarquía de superioridad/inferioridad y de competencia entre los de “aquí” y los de “allí”, a los que como decía el amigo Hilario, nadie ha llamado.

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Todos somos iguales, menos cuando somos “otro” espacializado

El problema no es el sentimiento de pertenencia, sino como este conforma una sutura del lugar que excluye o incluye y que a menudo oculta y/o disecciona diversas formas espaciales de redes de relaciones.  La cuestión tampoco se traduce en afirmar un fluidismo extremo. Expresiones como “ciudadanos del mundo” o “todos somos personas”, sin la adecuada reflexión conllevan una serie de problemas de reificación que colocan los debates sobre la migración en un laberinto dialectico que consigue un frente de batalla estático entre los que no quieren fronteras y los que sí y dónde cada uno da su discurso sin llegar a traspasar las lógicas cerradas y estructuradas del otro. En primer lugar, el origen sí que importa. Sólo que no tanto. El despojar a alguien de sus pertenencias identitarias es un abuso de poder que sin la adecuada reflexión, apareja, además, una imposición de la propia espacialidad, de la propia manera de ver el mundo: somos todos personas, pero tú vives en mi mundo. Si además, seguimos exotizando al otro, nos vamos al otro extremo del círculo y podemos caer en una especie de relativismo extremo que se da la mano con el racismo identitario. Es decir, somos personas pero tú estás equivocado / atrasado porque vienes de otra región; o somos personas, pero como tu vienes de otro lugar se te permite todo, incluso tienes más razón que yo porque como “noble salvaje” estás más cerca de la esencia de la humanidad.

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Nos olvidamos de que, en efecto todas somos personas, pero que adoptamos diferentes posiciones de sujeto que deben conformarse a partir de la diferencia, algo que, por si queda alguna duda, no tiene que ver únicamente con la procedencia, es decir: ni reificando grupos separados ni abusando de una normatividad que pretenda homogeneizar una posición específica podemos llegar al fondo de lo que es el acto político de conformar lo colectivo. Este baile entre lo común y lo particular, peligroso, resbaladizo, lo entienden  muy bien muchos migrantes transnacionales en Lavapiés. “Ahora vivo aquí, me relaciono con la gente y convivo con ellos, pero no olvido mi origen. Eso de la integración tiene que ser cosa de todos” me decía uno. En segundo lugar, no hay que menospreciar la importancia que tiene el estado-nación. Porque como ya he dicho, no podemos decirle a la gente que sus sentimientos de pertenencia no valen. En todo caso se tratará de establecer un debate sobre cómo se ensambla este sentir, lo colectivo, y cómo podemos contemplar e incluir otras formas de participar, además de trabajar sobre aspectos relacionados con términos tales como injusticia social. Y creo que para establecer este debate es necesario difuminar el eje de la pertenencia.  Incluso entre aquellas personas que luchan por los derechos de los migrantes se percibe en muchas ocasiones este pensamiento nacionalista clasificador. No basta, en mi opinión, con luchar por los derechos de los/as migrantes, ni tratar de incluirlos en categorías como clase o género, sino que se trata de deconstruir determinadas formas de ver el mundo para conformar lo colectivo de otra manera. Pero además, el estado-nación importa porque sus leyes, sus ideologías y sus infraestructuras influyen en la vida de las personas y pensar que “todos somos ciudadanos del mundo” nos vuelve a llevar a contemplar una única espacialidad que oculta aquellas diferencias que el sistema capitalista ocasiona en las personas. Desgraciadamente, no todos somos “ciudadanos del mundo”. O al menos, no de la misma forma.

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A modo de conclusión

Aunque la complejidad del asunto es grande, a partir de lo expuesto aquí sí podemos afirmar que la violencia policial que tienen que sufrir muchas personas por su origen tiene una de sus anclas en una visión del mundo nacionalista que segrega a las personas en base a una serie de normatividades ligadas a una determinada visión espacial y que permite justificar y normalizar situaciones que de otro modo no lo serían (¿te imaginas acabar en un CIE porque se te olvidó renovar el DNI, o ser expulsado del país por tener una pelea con un vecino?). Esto pasa, y pensar que no son de “aquí”, que no tienen derecho a mi porción de “espacio”, ayuda a permitirlo. Esta visión de la cultura espacializada construye “otros” y convierte Lavapiés en un lugar privilegiado en el que contemplarlos. Y permite que la “identidad” de este barrio en el imaginario de muchas personas se conforme a partir de dos polos que a la vez son curiosamente combinables: por un lado lo cosmopolita, lo “multicultural”, el ocio y el exotismo y, por otro, la peligrosidad y la degradación. Es aquí hacia dónde va la relación que quiere explicitar este texto. Un ejemplo se condensa en la frase “vengo a Lavapiés porque hay una importante comunidad de migrantes de tal o cual sitio”, frase que en diferentes variantes he odio pronunciar o yo mismo he podido llegar a pronunciar y que se establece como una una expresión de significado denso que dice mucho de aquello que se entiende por “migrante”, “comunidad” u “origen” y que, por tanto, nos puede servir para reflexionar sobre estos términos. Con sus excepciones y variantes, podemos establecer  una base común entre la saturación[i] de investigadores y la violencia policial. Es una relación entre muchas y entre otras muchas otras cosas que no están relacionadas. Y se trata de la construcción del “otro” espacializado, del nacionalismo metodológico (Glick Schiller, 2007; Wimmer & Glick Schiller, 2003), de no entender que si queremos estudiar la migración, si bien no hay que menospreciar sus especificidades y las cuestiones imbricadas en el proceso migratorio, quizá debemos estudiar otras cosas en vez de a personas divididas por su procedencia, de manera que nuestras investigaciones (ya sean académicas o vitales) nos permitan examinar otras formas menos reificadoras sobre cómo se relacionan las personas, cómo se producen sus “identidades” y cómo se conforma lo colectivo.

Juan R. Méndez

Referencias 

Glick Schiller, N. (2007). Beyond the nation-state and its units of analysis: Towards a new research agenda for migration studies. Concepts and Methods in Migration Research: Conference Reader, 39-72.

Gupta, A., & Ferguson, J. (1997). Mas allá de la» cultura»: Espacio, identidad y las políticas de la diferencia. Antipoda.Revista De Antropología Y Arqueología, (7), 233-256.

Laclau, E., & Mouffe, C. (1987). Hegemonía y estrategia socialista Siglo Veintiuno de España ed.

Latour, B. (2008). Reensamblar lo social. Buenos Aires: Manantial.

Levitt, P., & Glick Schiller, N. (2004). Perspectivas internacionales sobre migración: Conceptuar la simultaneidad. Migración Y Desarrollo, 3, 60-91.

Massey, D. (1991). Un sentido global del lugar. In A. Albet, & N. Benach (Eds.), Doreen massey: Un sentido global del lugar (A. Albet, N Benach Trans.). (pp. 112-129). Barcelona: Icaria.

Massey, D. (1999).   La filosofía y la política de la espacialidad: Algunas consideraciones. In A. Albet, & N. Benach (Eds.), Doreen massey: Un sentido global del lugar (A. Albet, N Benach Trans.). (pp. 156-181). Barcelona: Icaria.

Massey, D. (2005). Lugar, identidad y geografías de la responsabilidad en un mundo en proceso de globalización. Treballs De La Societat Catalana De Geografia, (57), 77-84.

Sánchez, G. (2015, 18-07-2015). Ir a la cárcel tras la reinserción: «¿Por qué justo ahora? quiero seguir ayudando a mi gente» – entrevista con Kiala manta. eldiario.es

Tejada Dewar, J. (2015a, 17-07-2015). Kiala manta: «La justicia en españa no es igual para todos. Publico

Tejada Dewar, J. (2015b, 20-07-2015). Lavapiés se vuelca con Kiala manta. Publico

Wimmer, A., & Glick Schiller, N. (2003). Methodological nationalism, the social sciences, and the study of migration: An essay in historical epistemology. International Migration Review, 37(3), 576-610. doi:10.1111/j.1747-7379.2003.tb00151.x

Fotos

Foto de portada: C/ Fé, Lavapiés. Pmakkai. https://en.wikipedia.org/wiki/Lavapi%C3%A9s#/media/File:Madrid_Lavapies.jpg

Foto 1: plaza de Lavapiés. Portal de vivienda de la CCMM. http://www.madrid.org/cs/Satellite?c=PVIV_Generico_FA&cid=1142499776415&language=es&pageid=1207574902578&pagename=PortalVivienda%2FPVIV_Generico_FA%2FPVIV_pintarGenerico

Foto 2. Que vienen los antropólogos. En cafecomsociología.com. http://antroposocialycultural.blogspot.com.es/

Foto 3: manifestación contra redadas racistas en Tirso de Molina. Colectivo fotogracción.  https://aquicabemostodxscntmadrid.wordpress.com/2012/01/25/cronica-concentracion-tirso-libre-redadas/

Foto 4: Kiala Libertad. En Facebook de Migrapiés

Foto 5: Fiestas en Lavapiés. Por Ben (notes of Spain) http://latabacalera.net/proyecto/convocatoria-del-grupo-tabacalera-somos-tods-la-participacion-vecinal-en-los-procesos-colectivos/

Foto 6: Mapamundi político. En Truepic. http://truepic.info/mapa-mundi/

Foto 7: Pintada inmigrantes en Lavapiés. En todo por hacer. http://www.todoporhacer.org/lavapies-se-moviliza-contra-el-acoso-policial

Foto 8: Malinowski. En Filostamp. https://filostamp.wordpress.com/2013/05/12/bronislaw-malinowski-antropologo-y-etnologo-britanico-de-origen-polaco/

[i] Entiéndase la “saturación” como una figura literaria, un tropo, una ironía(pensando que el humor es algo serio)  que busca captar la atención y formar una imagen en el/la lector/a, más que como algo literal u ofensivo hacia quienes realizan investigaciones en Lavapiés y de cuyo trabajo (vaya por delante el agradecimiento) en numerosas ocasiones me he valido para el mío propio.

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