3.La creación del Estado Judío: el manejo del poder

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La creación del Estado de Israel podría entenderse como un intento de resarcir una deuda, por las persecuciones y exclusiones de las que durante muchos siglos fue víctima la población judía en toda Europa, pero al mismo tiempo da cuenta de la forma en el que los que ostentan el poder deciden los destinos de las poblaciones en todo el planeta, muchas veces sin tomar en cuenta los intereses de las poblaciones sobre las que se toman dichas decisiones. Esta creación del Estado Judío no está exenta de decisiones unilaterales, en las que las verdaderas partes implicadas (los y las ciudadanas judías y árabes) no tuvieron la oportunidad de sentarte a negociar sobre sus intereses y necesidades y quienes se consideraban líderes y tomaban las decisiones, poco les interesaba escuchar opiniones contrarias a sus propios intereses y los intereses de las potencias internacionales.

El 14 de mayo de 1948, un día antes de que expirara el mandato Británico, David Ben-Gurion declaró unilateralmente la creación del Estado de Israel, refiriéndose a la decisión de la Asamblea General de la ONU como una justificación legal para el establecimiento del Estado.”[1] (Hadmon J.R, 2011). Años antes de que Ben-Gurion hiciera esta proclamación en el actual estado israelí convivían de forma pacífica judíos, llegados inicialmente de Rusia asediados por los pogromos (persecuciones racistas de judíos primero en Rusia que luego se extendió por otras ciudades de Europa, con el antisemitismo, el nazismo y el genocidio cometido con el holocausto) y árabes musulmanes asentados en este territorio.

Esta convivencia pacífica no incluía los intereses iniciales del imperio otomano, que durante su dominio “permitían” el asentamiento de la población árabe musulmana en los territorios palestinos, a cambio del pago de tributos y el mayor porcentaje de beneficios de productos de las tierras que la población árabe trabajaba durante todo el año. Estas expresiones de poder de una potencia sobre la población árabe musulmana, se recrudecen cuando los otomanos deciden conceder la venta de estas tierras a los judíos que comienzan a emigrar a Palestina, alegando que ellos habían estado allí, dos mil años antes (cuando fueron expulsados por el imperio romano y comenzó su éxodo por toda Europa). A partir de este momento comienza una pugna de poder entre los británicos y los otomanos, por el territorio palestino y otras ciudades árabes, mientras que al mismo tiempo se iba tejiendo los hilos de poder tanto en la población judía como árabe asentada en Palestina, que luego irían definiendo sus intereses y posicionamientos y abriendo la brecha entre dos pueblos que convivían pacíficamente en la zona.

En 1897, se celebró el primer Congreso de Basilea y se funda la organización sionista (que luego se convertiría en la organización sionista mundial), presidida por Theodor Herzl, quien ya había propuesto en su obra “El Estado de los Judíos”[2], las bases para la creación de un estado sólo para el pueblo judío en los territorios palestinos. Los sionistas contaban con el apoyo de los británicos y comienzan a contemplar la idea de un estado  judío en territorio palestino pero no contemplaban la idea de consensuar con los vecinos musulmanes con los que cohabitaban la zona, cómo debía conformarse ese Estado y si debía o no conformarse. En la Declaración de Balfour de 1917 se dejaba asentada la posición del gobierno británico, que estaba a favor de la creación de un estado judío en Palestina, ya que entendía que esto no iba en perjuicio de los derechos de las comunidades árabes musulmanas y las comunidades cristianas asentadas en Palestina.

Mientras, los árabes con cierto poder entre la población musulmana asentada en Palestina no ven con buenos ojos la llegada constante de judíos a lo que consideraban su territorio y mucho menos que los judíos recién emigrados comenzaran a hacerse con las tierras, minas y plantaciones en las que desde hacía cuatro siglos habían estado viviendo y trabajando musulmanes palestinos y una minoría de cristianos.

Después de la primera guerra mundial Gran Bretaña ocupó Palestina, reconociendo la Liga de las Naciones la ocupación británica en Palestina y confiriéndole autoridad para administrar el territorio. Los británicos habían prometido a los árabes asentados en Palestina que si colaboraban con ellos les facilitarían la creación de un gran imperio pan-árabe, cosa que nunca cumplieron e hicieron una promesa similar a los judíos.

Como al Reino Unido no le interesaba mediar en el conflicto surgido tras la propuesta de la creación de un Estado judío en Palestina, por parte de los sionistas, le pide a la ONU que intervengan en dicho conflicto.

Tal como señala Jeremy R. Hammond (Hammond, 2011) el Reino Unido pidió a la ONU que creara una comisión que debería presentar un informe de la situación real entre árabes y judíos en la zona Palestina y en septiembre de 1947 se creó la UNSCOP, comisión que emitiría un informe en el que recomendaba la creación de un estado judío y uno árabe. Según expone el autor en el informe “se señalaba que la población de Palestina hacia finales de 1946 se estimaba en casi 1.846.000 personas, de las cuales 1.203.000 eran árabes (el 65 por ciento) y 608.000 judíos (el 33 por ciento). El crecimiento de la población judía se debió principalmente a la inmigración, mientras que el crecimiento de la población árabe había sido casi en su totalidad debido al crecimiento natural” (Hammond, 2011). El autor continúa, que el informe también indicaba que las divisiones territoriales no estaban claramente definidas y que las estadísticas demostraban que los árabes constituían la mayoría en las zonas, en las que incluso había mayor población judía, poseían mayor cantidad de tierra que los judíos. A pesar de ello la UNSCOP propone la creación de un estado árabe constituido sólo por el 45, 5 por ciento de la totalidad del territorio palestino para la población árabe y un 55,5 por ciento del territorio para la creación del Estado judío, dejando la administración de la ciudad de Jerusalén a la ONU, por ser considerado un lugar sagrado para los cristianos, judíos y musulmanes.

Esta propuesta se hace sin tomar en cuenta los lugares que ocupaban ambos grupos en el territorio, ni respetando “el principio de la libre determinación” que sí se ha respetado para otras comunidades árabes. Según Hammnond se negó el derecho a la libre determinación de los árabes asentados en Palestina, en beneficio de la creación de un Estado judío.

La reacción de los líderes árabes no se hizo esperar y tal como indica Hammond en septiembre del mismo año el Alto Comisionado Árabe emitió un comunicado indicando que los árabes de Palestina “se oponían a cualquier régimen que implique segregación o partición que otorgue a una minoría una posición de preferencia». Abogaban por la creación de “un Estado árabe en toda Palestina que respetará los derechos humanos, las libertades fundamentales y la igualdad de todas las personas ante la ley y protegerá los derechos e intereses legítimos de todas las minorías, garantizando al mismo tiempo la libertad de culto y el acceso a los Santos Lugares” (Hammond, 2011).

A pesar de que se creó una segunda comisión, a instancia de los reclamos del Alto Comisionado Árabe y este segundo informe ratifica que deben tomarse en cuenta tanto las demandas de los árabes como de los judíos y que una vez retirada Gran Bretaña del territorio palestino, le compete a quienes habitan el territorio decidir el destino político de Palestina, que la ONU no tiene poder para crear un nuevo estado, que debe ser libertad de quienes habitan el territorio en cuestión y que el establecimiento de un estado judío va en detrimento de los intereses de los árabes en Palestina, aún habiéndose emitido este segundo informe, “la Asamblea General aprobó la Resolución 181 del 29 de noviembre de 1948 con 33 votos a favor, 13 en contra y 10 abstenciones y propone a Gran Bretaña y los demás países miembros la partición de territorio” (Hammond, 2011).

Pero la ONU no proclama la creación de un estado judío, sólo lo propone, a lo que se adelanta David Ben-Gurion declarando, sólo desde los intereses de quienes ostentaban el poder entre la población judía, la creación del Estado judío en Palestina.

La convivencia pacífica que se había establecido a la llegada de los judíos a territorio palestino, donde ya estaban asentados los árabes, había sido violentada y destruida por los grupos de poder que decidían el destino político de un territorio ocupado por dos naciones, con el beneplácito de las grandes potencias extranjeras como Gran Bretaña, EE.UU. y algunos de los países que formaban parte de las Naciones Unidas.  Al día siguiente de la proclamación del estado de Israel los árabes musulmanes declaran la guerra a los judíos, iniciándose la primera guerra árabe-israelí, con la participación de varios países (Egipto, Jordania, Arabia Saudita, Irak, Líbano y Siria) en un conflicto en el que  los territorios ocupados por judíos y árabes pasaban de una parte a otra, dando comienzo a una serie de conflictos armados que terminan con la muerte y el desplazamiento de miles de árabes musulmanes de sus hogares en Palestina y una mayor extensión del territorio judío, del que había sido señalado en la propuesta de la ONU, en la partición del territorio palestino.

En la creación del estado palestino, las relaciones de poder establecidas dan cuenta de unas estructuras de dominación en territorio palestino que comienza con los otomanos, pasando luego a los británicos, donde luego interviene la ONU, los países de la liga árabe, etc. quienes a través de los siglos han decidido el destino del territorio palestino y sus pobladores, pero jamás han tomado en cuenta los intereses reales y las necesidades de los y las ciudadanas que han habitado ese territorio. Hay una “violencia estructural”[3] que se reproduce constantemente en un conflicto armado, que nada tiene que ver con los verdaderos intereses de los ciudadanos y en el que de igual forma intervienen y deciden las estructuras de poder de ambas naciones, pero en el que la población civil Palestina es la más perjudicada, con miles de desplazados de su tierra y  el asesinato de miles de ciudadanos (entre ellos niños y niñas) palestinos, por parte de un poderoso aparato militar israelí, que en muchas ocasiones ha sido legitimado por la comunidad internacional.

Kattya Núñez Castillo

 

Referencias

[1]  Hammond, J.R.  El mito de la creación de Israel por las Naciones Unidas. Voltairenet.org.  http://www.voltairenet.org/article168535.html#nb1%23nb1. Febrero de 2011.

[2]Theodor Herzl, de origen húngaro sufrió los abates del antisemitismo en los centros de estudios a los que acudió durante su infancia y juventud. Aunque de formación en leyes, no pudo hacer posible su sueño de ser juez por su condición de judío, por lo que trabajó como periodista, desde donde comenzó su afición por escribir y hacer público su compromiso con la causa judía. Mielost, C. El mentidero de Mieslot. Del Nacimiento de Israel y el Conflicto de Oriente Medio (Segunda parte). http://chrismielost.blogspot.com.es/2012/02/del-nacimiento-de-israel-y-el-conflicto_05.html. Feb. 2012.

[3]Francisco Ferrandíz, junto a Carles Feixas, en su artúiculo Alteridades,  expone los cuatro conceptos definidos por Burgois desde la base del trabajo etnográfico de Ferrandiz en el Salvador, tomando en cuenta las influencias de los diferentes autores que lo han acuñado: violencia política (Burgois), violencia estructural (basada en los conceptos de Johan Galtung) ), violencia simbólica (Bourdieu) y normalizada (adaptado al concepto de Nancy Scheper-Huges).  (Ferrandíz y Feixas, 2004).

http://chrismielost.blogspot.com.es/2012/02/del-nacimiento-de-israel-y-el-conflicto_05.html

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