Era un pensamiento de patio en calma lo que regalaba el hombre cada vez que se sentaba a reflexionar. Era la cara epicúrea de una izquierda que agoniza desde hace décadas. Era un amante de las metáforas y del futbol, y de los ejemplos que la realidad nos ofrece para ilustrar el desequilibrio del mundo y como solventarlo. Montevideo está mas solo desde el 14 de abril, América más huérfana de pensadores, de discurso reflejado en actos. Eduardo Galeano murió a los 74, y no podemos evitar esa sensación. Galeano cruzó el rio, pero nos dejó pensamientos, libros, anécdotas, que forman parte de nuestro esqueleto inmaterial de vivir los días. Las venas abiertas de América Latina, Su majestad el fútbol, Días y noches de amor y de guerra, El libro de los abrazos, Úselo y tírelo, Ventana sobre Sandino, Memoria del fuego, son algunos títulos que han trascendido el paisito y habitan las bibliotecas más diversas en los más diversos países. Como en otros casos, el periodismo fue una excusa y un camino para expresarse, opinar, y también para acercarse a su oficio, la literatura. Palabra tras palabra tras palabra, Eduardo Galeano construyó una manera de mirar el mundo tintada de justicia, con el acento en los apartados, los ignorados, los olvidados. Su obra es una versión imprescindible para comprender la dimensión social y cultural de América Latina, y para no asumir la usurpación de la memoria. Se murió Eduardo Galeano. Se nos murió Eduardo Galeano. Su lucha fue la palabra y nos las dejo para nuestro uso libre. Queda su lucha.
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