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Hace 75 años el poeta Antonio Machado moría en el exilio.

Cuatro líneas breves porque la salida de la revista casi coincide con el aniversario, y ya se sabe que estas cosas gustan. Y por ejercitar ese músculo famélico que es la memoria. Tres cuartos de siglo hace ya que en un pueblito de piedra y mar, pequeño como lo ajeno, Antonio Machado cedió a la pena, al exilio, a la derrota. Sus pulmones no pudieron más y el aire de Colliure fue el último que respiraron.

El camino hasta la playa pedregosa del sur francés había sido largo. El ejército golpista de Franco avanzaba y Barcelonamachado hotel quintana se había convertido en uno de los últimos lugares todavía libres, pero no era seguro, según avanzaban los acontecimientos de la guerra, era previsible la imagen que luego se daría, de las tropas fascistas entrando por la Avenida Diagonal. Había que seguir adelante. Ya había tenido que dejar Madrid, ya había pasado por una Valencia capital de la República y ahora tenía que dejar atrás Barcelona. Francia se presentaba como la única opción. Y tampoco era una opción amable: la mayoría de los españoles que conseguían cruzar la frontera eran llevados por los gendarmes a campos de concentración. Antonio, con su madre, Ana Ruiz, su hermano José y la esposa de él, demoraron tres días en una vieja ambulancia para llegar a Portbou, el último pueblo de la Costa Brava. Durante todo el itinerario habían transitado junto al torrente lento y oscuro de los españoles camino del exilio, que terminarían siendo medio millón.

Luego, quedaron a expensas de las pocas fuerzas que les quedaban. Los Machado consiguieron llegar hasta la estación de Cerbere, y dormir en un vagón fuera de servicio y de la celosa vigilancia de los gendarmes.

tumba de machado CollioureAl día siguiente llegaron a Colliure. Era el sábado 28 de enero de 1939, y eran las cinco y media de la tarde. La camaradería les consiguió un lugar donde reposar del periplo que había comenzado en Madrid, y se alojaron en el hotel Bougnol-Quintana, cuya propietaria Pauline Quintana era partidaria de la Republica Española. Allí permanecieron, y allí fue madurando la conciencia del exilio. Y su dimensión, siempre inabarcable. En los siguientes veintiséis días, Antonio se fue degradando anímica y físicamente; demasiado andar, demasiado tabaco, demasiadas despedidas para un equipaje tan ligero. El 22 de febrero se quedo exiliado para siempre en Colliure. En su bolsillo había dejado escrito un verso : Estos días azules y este sol de la infancia.

En el pequeño cementerio local, a pocos pasos de la entrada, los caminantes mantienen viva con flores, versos y piedras una tumba, la más visitada. Acaso símbolo de una España que no quiere mirar hacia atrás y verse reflejada en lo que hace de sus hijos.

Fernando Blasco

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