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El 10 de junio de 2014 debe quedar a fuego marcado en los anales de la historia. Ese día, Mosul la segunda ciudad de Irak, de más de dos millones de habitantes cayó bajo el control del Estado Islámico. Apenas 1000 combatientes salidos del desierto se enfrentaron a un ejército de 30.000 militares iraquíes que literalmente soltaron sus armas y huyeron. Ese día Daesh empezó a consolidar lo que pocos grupos terroristas han logrado hacer a lo largo de la historia; fundar un auténtico estado. Gracias a la toma de Mosul recaudaban más de dos millones de dólares al día y acabaron controlando un territorio de más de 90.000 km cuadrados. Hoy el estado islámico apenas fue una sombra de lo que fue, reducido a bolsas de resistencia en zonas desérticas y poco pobladas, su yihad global se desmorona sin dejar de ser uno de los grupos más influyentes del terrorismo internacional.  Como pudo ISIS convertirse en ese monstruo de semejante magnitud y que queda de su califato.

Orígenes

Como siempre, las raíces de los conflictos tenemos que buscarlas en conflictos anteriores. La segunda guerra del golfo (2003) trajo una ola de insurreccional salafista contra las nuevas autoridades norteamericanas en la región tras el derrocamiento de Sadam Hussein. Abu Musab al Zarqaui, aquel que fuera número dos de Al Qaeda, trataría de movilizar todas las fuerzas sunnís en contra de las nuevas autoridades creando la Organización para el monoteísmo y la yihad. Este grupo fue creciendo bajo la dirección de Al Qaeda. La organización cambio de nombre y de caras múltiples veces. Tuvo presencia en la que algunos llaman guerra civil iraquí (2006-2008), un proceso de violencia sectaria y étnica entre facciones chií y sunníes. Más sangre en un país convulso en el que muchos grupos insurgentes seguían combatiendo contra la ocupación norteamericana.

   

Tras estos años convulsos y la disminución de la violencia, el grupo sobrevivió como una organización cuasi mafiosa, con asaltos, sabotajes y robos. En 2010 se proclama Abu Bakr al-Baghdadi como líder de la organización y en 2013 el grupo pasa a denominarse el cómo Estado Islámico de Irak y el Levante, en alusión al mediterráneo. Empiezan en ellos atisbarse unas pretensiones universales, mayores que cualquier grupo insurgente coetáneo. Hasta este momento, el grupo no era muy diferente del maremágnum de movimientos armados que se producían en la zona, si bien es cierto, que había elementos diferenciadores. El uso de la violencia brutal hacía que el grupo perdiera apoyo entre la población civil. No solo perseguían a cristianos, yazaries y turcomanos sino también a los considerados “falsos musulmanes” sobre todo chiíes y otras confesiones minoritarias dentro del mundo islámico. La Irak de posguerra, atentados constantes, un gobierno débil y el conflicto religioso que nunca acabo de zanjarse. Solo faltaba una chispa en su país vecino para que todo saltara en llamas.

La revolución se enquista en Siria

La primavera árabe cambió las bases de las autocracias árabes que se habían ido formando por todo el mediterráneo con mayor o menor fortuna. Gadafi cayo solo para dar a luz un estado fallido de difícil solución. En Túnez la revolución ha dado paso a una república más abierta. En Egipto… después de unos años convulsos, el poder ha caído en manos de otra figura autoritaria como Al-Sisi.  En otros lugares como Argelia o Marruecos nada llegó a cambiar. Y en Siria, la lucha contra la autocracia se estancó de la peor manera posible.

Corría principios de 2011 y la ciudadanía se echaba a las calles para pedir cambios al igual que en otras calles y en otras plazas alrededor del mundo. Pero pronto las protestas pacíficas pasarían a ser violentas a la luz de la represión. La oposición, en un principio laica y moderada, fue apoyada por todas las naciones occidentales. Basar Al-Assad nunca quiso ceder, cuando se vio acorralado utilizo una violencia sin precedentes. Pero en el lento devenir de los acontecimientos, esa oposición siria fue fragmentándose radicalizándose, y siete años de cruenta guerra da lugar a que los monstruos aparezcan. Ahora quien lucha contra al Assad no son más que grupos heterogéneos de señores de la guerra con ideología no precisamente democrática en la mayoría de los casos.

Todos han cometido crímenes de guerra, todos tienen las manos machadas de sangre

Pensamos en una guerra civil como un conflicto entre dos bandos, pero como veremos se pueden contar como mínimo cuatro bandos principales. En la guerra civil siria nos enfrentamos a situaciones tan absurdas como que EEUU financiara a dos grupos insurgente que acabaron luchando entre sí. Como repaso y a grandes rasgos recordaremos los principales actores de esta guerra.

El gobierno “legitimo”: el gobierno de Basar Al Assad, hijo del anterior dictador y presidente del partido Baaz (de igual denominación y similar ideología al partido que gobernaba Sadam Hussein en Irak) es un autócrata de manual. Su bastión está en Damasco, y si en 2011 no estaba claro el desenlace de la guerra, en 2018 es fácil saber que él será el ganador. Sin embargo, cuánto tiempo tarde en conseguir el control de todo el territorio es una incógnita. De hecho, que vuelva a controlar todo el territorio sirio es fuertemente improbable. Cuenta con el apoyo de Rusia e Irán, lo que le da recursos para una hipotética reconstrucción del país. El resto de estado occidentales, siempre han sido contrarios a su gobierno como demostraron recientemente, ya sea por convicción o por contraponerse a sus enemigos rusos e iraníes en ese juego de gallos que se llama geopolítica.

La oposición. Agrupados bajo el nombre del consejo nacional sirio empezó a formarse a través de comités ciudadanos esporádicos y a los opositores al gobierno que residían en el extranjero. Fueron los llamados oposición moderada. Junto a ellos, se conformó el ejército libre sirio (FSA) con miembros del ejército de al Assad que desertaron al no querer disparar contra ciudadanos desarmados en los primeros días de la insurrección antigubernamental. Fue en un principio donde occidente volcó todas las esperanzas en una salida digna al conflicto. Con el paso del tiempo se ha fragmentado hasta resultar complicado a occidente si resulta ético seguir apoyándoles. Las facciones seculares han ido perdiendo fuerza dentro de él, dejando paso a grupos islamistas más radicalizados. Al final, este conglomerado heterogéneo se ha ido disolviendo en señores de la guerra, en algunos puntos al nivel de ISIS en lo que respecta a brutalidad. El más importante de estos grupos, es el frente Al-Nursa, o para decirlo de otro modo entendible la rama de Al-Qaeda en Siria.

Existen otros muchos grupos más con pomposos nombres como La legión de Sham, El ejército de conquista y Ahrar al-sham

Las guerrillas kurdas y los Peshmergas. En este puzle no nos podemos olvidar de los nacionalistas e independentistas Kurdos. Su religión e ideología son muy heterogéneas, pero comparten un fuerte componente étnico y lingüístico a la hora de crear una comunidad nacional. Solo han tenido cierta autonomía en la Irak post Sadam y en la caótica Siria actual.

Hay que tener en cuenta que el pueblo kurdo es el mayor pueblo sin estado del mundo con más de 45 millones de habitantes que comparten cultura e idioma. Están repartido mayoritariamente a lo largo de 4 estados (Irak, Irán, Siria y Turquía) siendo reprimidos con extrema dureza por todos ellos. Todos recordamos ataque químico de Halabja durante el mandato de Sadam Hussein en el que más de 5000 civiles murieron. No mucho mejor es la situación en Irán y sobre todo Turquía. Allí el gobierno cada vez más autoritario de Tayyip Erdogan ataca con especial dureza a esta comunidad, acusados de dar soporte a PKK (Partido de los trabajadores del Kurdistán, considerados terroristas por la comunidad internacional) y temiendo el aumento de influencia del pueblo Kurdo tras sus conquistas en Irak y Siria. Ha llegado a tomar parte activa en la guerra contra conquista Kurdas cerca sus fronteras a través del apoyo al FSA (ejército libre sirio). Como se ve, los aliados y enemigos se retuercen en esta guerra hasta que resulta difícil saber quién es quién.

Y en esta guerra de todos contra todos, por supuesto aparecerá ISIS

El crecimiento de una bestia

Hay que tener en cuenta el fragmentadísimo mapa de la guerra en Siria para entender el auge de un grupo como Daesh (acrónimo “despectivo” del árabe «al-Dawla al-Islamiya al-Iraq al-Sham»). Como hemos visto, la oposición es un conglomerado de fuerzas dispares. A veces colaboran, la mayoría de las veces se disparan entre ellos. En un principio, el gobierno de Al Assad solo controlaba de forma efectiva la zona de Damasco y sus alrededores, luchando encarnizadamente en el resto de ciudades importantes del país como Homs, Alepo o Hama, Esto permitió que grandes zonas del país quedaran fuera del control gubernamental. Los grupos insurgentes que ya existían en zonas rurales del país se fueron fortaleciendo y formando auténticos ejércitos. Daesh empezó como otros tantos de estos grupos, incendiando sobre todo las regiones desérticas de frontera, las cuales nunca habían sido del todo segura y extendiéndose por su vecino Irak. Este país nunca se había recuperado la estabilidad desde la invasión norteamericana. Era el caldo de cultivo perfecto para el ISIS. Irak era un país asolado por el conflicto entre sunnís y chiíes, por lo que no fue difícil atizar las semillas del odio entre las dos comunidades.

Daesh es un grupo terrorista sunní la concesión mayoritaria en el mundo islámico. Una de sus marcas de identidad es tratar de combatir contra cualquier otra confesión del Islam. La brutalidad con estos es manifiesta, llegando a destruir mezquitas chiíes y otros lugares de culto como la tumba del profeta Jonas y otras tropelías que ningún otro grupo salafista se había atrevido a cometer.

El 60% de población Iraquí son chiitas, pero se amontonaban en la capital, Bagdad y la parte este de país. El problema es que la clase política que gobierna el país es chií y ha discriminado sistemáticamente a los sunníes. El problema se ahondo con la presidencia de Al-Maliki el cual fue puesto a dedo por estados unidos y ha sido un completo inútil  a la hora de unificar el país y luchar contra la corrupción. La población sunní nunca se ha visto integrada dentro del proyecto de estado iraquí y este acabaría pagando las consecuencias. El ejército iraquí acabo resultando una ilusión alimentada con dinero norteamericano, mucho dinero norteamericano. No había una unidad o lealtad real, solo soldados que cobraban tarde y mal y que no serían capaces de resistir ante una bestia como ISIS. Para colmo, contaba con gran apoyo de la población local sunní, cansada de la infravaloración del gobierno de Bagdad. En un principio, mientras ISIS iba creciendo dentro de Irak, el ejército infravaloró la amenaza y dio palos de ciego intentando retener al grupo terrorista por la región de Ambar y Saladino. Sin embargo, cuando las piezas empezaron a caer nadie pudo pararlos: Raqqa Faluya, Mosul, Tikrit. Mosul fue la joya de la corona, la segunda ciudad del país donde ejército iraquí quedó totalmente desmontado. Al ISIS solo le costó 4 días tomar la ciudad, pues la mayoría de fuerzas del ejército iraquí huyeron al comenzar el conflicto. Simplemente se pusieron ropa civil y salieron de la ciudad. Literalmente ISIS entro en la ciudad triunfante, sin una resistencia militar real. Eran los nuevos dueños de Mosul, y tendrían recursos casi ilimitados, en parte al contrabando de petróleo que luego venderían a Turquía a través de intermediarios. No solo eso, sino que conseguirían moderna maquinaria militar americana, todo el dinero inyectado al ejército iraquí para la reconstrucción del país acabó en las manos de los terroristas. Los milicianos conducían Jeeps humvees de puntera tecnología norteamericana . Era una trayectoria que asustó al mundo. El sueño de un califato, no era una ensoñación de un puñado de radicales. Era un estado real.

La marca del Daesh

Una de las diferencias significativas es su capacidad de propaganda y difusión por todo el mundo. No es que Al Qaeda no hubiera utilizado medios audiovisuales, era una práctica bien utilizada y todos recordamos a Bin Laden y esos mensajes que mandaba a las cadenas de televisión y que nos azuzaban de vez en cuando para saber porque estábamos inmersos en una guerra. Sin embargo, Daesh afinó la maquinaria, produciendo vídeos con unos valores de producción muy altos. ISIS ha utilizado las redes sociales como nadie los había utilizado antes, creando una red de simpatías a nivel mundial entre sus seguidores. Facebook, Twitter, Youtube, Instagram…  Daesh ha utilizado todas ellas para popularizarse. Además, controla el material que desea mostrar, el cual sus simpatizantes retuitean de forma controlada. Esta propaganda, sus bases ideológicas, salen de esa radicalización en la que vive el mundo islámico desde hace 50 años y que tiene origen en Arabia saudí y su ideología wahabistas. ISIS saca las bases de su ideología en este salafismo sunní, la rama más estricta del islam.

Los asesinatos televisados casi en tiempo real como el de James Foley, o la quema de un piloto jordano vivo dentro de una jaula son algunas de las cosas que han horrorizado al mundo. No es que el resto de grupos que participan en la guerra civil siria no cometan crímenes de guerra, ningún bando esta exentos de ellos, Sin embargo, ISIS capitaneando ese ideal de guerra justa por el cual sus enemigos deben ser castigados de forma cruel, se vanaglorian de ello, se sienten orgullosos de sus ejecuciones y de las partes más ortodoxas de su doctrina.

Otros grupos como el frente Al-Nursa promocionan sus acciones sociales, la caridad, parte fundamental del islam, y la publicitan entre sus seguidores. Al-Qaeda califico de a Daesh de demasiado radicales. Sin embargo, Daesh promocionó la parte más dura, las ejecuciones y las amenazas con dos objetivos: amedrantar a sus enemigos y ganarse la confianza de los sectores más radicales del salafismo sunní. Curiosamente, muchas veces esos apoyos no están sobre el terreno, sino que sus bases más fieles son jóvenes y no tan jóvenes del primer mundo que no han visto nunca la guerra.

En Europa consiguió conectar su discurso con muchos de sus simpatizantes. Hacia finales del 2014, en pleno auge de poder del Daesh, llegué a escuchar que el estado islámico llegaría a Europa militarmente a través de Turquía. Era una idea totalmente inverosímil pero que muestra hasta qué punto la sociedad europea identifico el estado islámico como una amenaza global y cercana. Su ideología salafista consiguió encandilar a segundas y terceras generaciones de inmigrantes que no se sentían integrados en la sociedad y eran caldo de cultivo para las redes del ISIS. El problema de la asimilación se hizo patente, jóvenes de ninguna parte, pues se sienten discriminados en los países donde han vivido toda su vida, pero tampoco pertenecen al país de procedencia de sus padres. La escena fue la siguiente: hijos muchísimo más radicalizados que sus padres que se vuelcan en la religión para tratar aliviar la frustración de una sociedad que no quiere o no puede aceptarlos. Hemos visto demasiados ejemplos extremos en lo que acabaría esto: Barcelona, Londres, París, Bruselas… la lista es larga

Y el problema es que el esquema de grupo terrorista jerarquizado ya no es operativo. Cualquiera puede radicalizarse de forma aislada y atentar en su propio país sin haber pisado nunca Siria o Irak. Cualquiera puede cometer un acto terrorista y reclamarlo en nombre del estado islámico sin que haya ninguna relación con ellos más que afinidad ideológica. La organización del EI no llegaba hasta Europa, pero no le hace falta. Sus simpatizantes hacen el trabajo sucio. De hecho cuando el grupo fue perdiendo poder dentro de oriente medio, se hizo una llamada a la acciones terroristas de sus simpatizantes en sus países de origen, donde eran más útiles. Con estas acciones, los actos terroristas en el primer mundo, se daba una imagen de fuerza a nivel mundial con la que en realidad el grupo no contaba. La imagen del ISIS como la mayor amenaza que occidente había conocido fue referenciada y muchos políticos a nivel mundial lo utilizaron en su propio beneficio.

Pero, por supuesto, también hay jóvenes que han dado un paso al frente y no solo han apoyado al grupo, sino que miles de chicos y chicas de toda Europa han viajado para combatir en Siria e Irak. No solo jóvenes. Se calcula que unos 40.000 extranjeros de más de cien países llegaron a engrosar las filas del Estado islámico. En ese batiburrillo de combatientes extranjeros hay de todo, desde jóvenes europeos sin experiencia de combate hasta combatientes saudís o afganos curtidos en años de guerra. La mayoría de estos combatientes extranjeros han muerto y los que deciden regresar lo tienen complicado. Los servicios de inteligencia tienen vigilados a todos aquellos que han vuelto. Se supone que han estado en zonas de conflicto y han tomado experiencia para realizar acciones más peligrosas, a pesar de que solo un 18% de los ataques terroristas de los últimos años han sido provocados por excombatientes.

Nadie ha podido resistirse a la atracción que el estado islámico y sus logros sin precedentes han protagonizado. No querían ser una solo una organización insurreccional o un grupo armado. Querían fundar un estado islámico, un califato que agrupara a todos los buenos musulmanes del mundo. Es obvio que cualquier grupo yihadista querría ser como ellos. Y así es como diferentes grupos terroristas has ido tomando la bandera del ISIS haciéndola suya. Hoy se pueden encontrar organizaciones en Pakistán, Nigeria, Somalia, Libia, Mali o Filipinas que dicen ser parte del estado islámico en esos países. EI se ha convertido en la marca blanca del terrorismo, un espejo donde mirarse y lo seguirá siendo en las próximas décadas.

La vida bajo el Daesh

El 29 de junio desde la gran mezquita de Al Nuri de Mosul, Al-Baghdadi se autoproclamo califa y exigió a todos los musulmanes del mundo lealtad en una ceremonia anacrónica y pomposa. El mundo observó entre la perplejidad y el temor. No eran un grupo terrorista, ya no, se habían convertido en un estado burocrático que tenía a más de 8 millones de habitantes bajo su jurisdicción.

En Mosul, la ciudad más grande sobre la que tuvieron control, muchos habitantes los recibieron con vítores. En un primer momento los civiles quedaron sorprendidos ante la eficiencia de la nueva administración yihadista. Las bombas pararon, y después de años de tensión sectaria, se encontraron con un extraño periodo de paz. Las antiguas autoridades habían sido tremendamente corruptas y sus habitantes estaban cansados de las corruptelas y el desentendimiento al que les tenía sometidos el gobierno de Bagdad

La administración del estado islámico quiso ser una administración eficiente, incluso mejor que sus anteriores administradores. En una de sus primeras medidas, se convocó a todos los funcionarios públicos para que continuaran con su trabajo normalmente. Eso sí, bajo pena de castigo si se ausentaban.

Las minorías huyeron de la ciudad. A los cristianos le dieron la opción de convertirse, pagar un fuerte impuesto o huir sin ninguna de sus pertenencias. La mayoría eligieron la última opción. A los meses se expropió todas las propiedades pertenecientes a chiitas, apóstatas, cristianos, alauitas o yazidíes.

Los nuevos administradores utilizaban lenguaje arcaico, y ropas extrañas. En un primer momento dejaron hacer, incluso podían salir de la ciudad libremente. Pero pronto empezaron los edictos de comportamiento y empezaron a tratar reglamentar los hábitos de los ciudadanos, buscando ese ideal del islam idílico de los primeros tiempos. Se empezó prohibiendo el tabaco, se restringió la vestimenta, obligo a la mujer a llevar velo completo y ropa oscura, a no salir de casa sin acompañamiento de un miembro de la familia. Los hombres irían rapados y sin afeitar. Se reguló incluso cuántos centímetros por encima del tobillo debía ir la túnica.

Multa a un niño por reírse durante un rezo

Los miembros de EI eran una especie de grupo privilegiado dentro de la ciudad, tenían una mejor sanidad, formaban un grupo de privilegiados. A los miembros de las zonas rurales se les dio una casa, a los extranjeros se les asignó una mujer. Se trataba de beneficiar a los combatientes, una política que necesitaba expansionarse constantemente. Una suerte de estafa piramidal con la que premiar a los nuevos miembros. “Permanecer y expandirse” ese era el lema de Daesh. El tráfico de mujeres y esclavas se disparó. Fue una administración llena de contradicciones, crearon un censo y trataron de mantener a toda la población alimentada, pero por otro lado castigaban duramente por nimiedades a los vecinos. La hisba, la policía de la moral, podía detenerte por multitud de motivos. Latigazos al hombre que escondía cigarrillos, se amputaba la mano a los ladrones. Castigos físicos y multas a los barberos que recortaban la barba más de la cuenta. A esos castigos se obligaban acudir a los vecinos para que vieran lo que pasaba al desobedecer al régimen. A los acusados de espionaje se les dejaban colgados durante días, hasta que empezaban a descomponerse… Fue un estado de terror, de delación constante entre familiares. Una maquinaria destructiva que consumía vidas y que dejaba prisioneros dentro de las ciudades a miles de personas. Ahora estamos empezando a comprender la magnitud de semejante tragedia.

Ese era destino de los que permanecían. Pero aquellos que huían no lo tenían mucho mejor. Nadie ha sufrido más por la violencia desatada de Siria que los propios sirios. Más de 5,4 millones de sirios han tenido que huir de sus hogares desde el principio de la guerra civil. Muchos tuvieron que dejar toda su vida, para emprender un viaje en que pueden perder la vida, pero para algunos es ya lo único que les quede por perder.

La lenta derrota

Desde 2017 Daesh ha ido encadenando una serie de derrotas militares. Sus apoyos escasean, y ciertamente, es el único punto en que OTAN, EEUU Rusia, Irán y Arabia saudí comportan posiciones. ISIS debe ser eliminado. Y todas estas potencias, con sus egoístas objetivos geopolíticos coinciden en ello. ISIS combate contra todos, no tiene aliados. No hay sitio en este mundo para ISIS. El ejército iraquí se recompone a golpe de talonario de occidente de nuevo. Incluso Irán, enemigo tradicional de Irak, ayudó al nuevo gobierno de Bagdad en su lucha contra los yihadistas. Pero quitar de las manos del Daesh sus territorios no ha sido nada fácil. Mosul fue liberado después de 10 meses de asedio, en comparación con los 4 días que tardo ISIS en conquistarla por primera vez. Una pinza entre kurdos en el norte de Irak y el ejército iraquí al este han expulsado al Daesh de Irak. Al otro lado de la frontera, el ejército sirio ha ido poco a poco recuperando estos territorios. Las zonas que conservan son parajes desérticos alejado de centros urbanos importantes. Hace poco se desalojaban bolsas de resistencia al sur de Damasco. La organización tiene presencia residual en algunas provincias, pero sus ataques empiezan a ser como antes, más parecidso a ataques terroristas y técnicas de guerrilla que a un ejército propiamente dicho.

Las ascuas de la hoguera

ISIS ha sido derrotada en Irak y Siria. Y, sin embargo, no va a desaparecer, no de momento. Las zonas deshabitadas o de baja densidad de población permitirán que ISIS pueda resistir en sus feudos durante muchos años más. Antes de su auge, ISIS fue un movimiento insurgente más, sin poder efectivo, pero con capacidad de seguir añadiendo muerte a su paso. Volverá a serlo. Mientras tanto ha dejado a su paso varios países arrasados. El daño al patrimonio ha sido grandísimo. Los territorios entre el Tigris y el Eufrates, aquellos que una vez vieron desarrollarse las primeras civilizaciones humanas, han sido arrasados y expoliados. A veces destruidos de forma estúpida y publicitaria. Eso era cara a la galería, la mayoría de las piezas de arqueología han sido expoliadas e ISIS las ha utilizado para financiarse. En todo caso, el daño al patrimonio ha sido incalculable. En esa lucha hemos perdido todos.

ISIS está acabada. Y sin embargo la violencia está lejos de acabar. Siempre habrá inversores saudíes listos a financiar la yihad con su interpretación wahabí. Siempre habrá milicianos extranjeros que respondan al llamamiento de los extremismos. Mientras, la guerra en Siria continua por su octavo año consecutivo y nadie se atreve a predecir su final. Nadie sabe si los kurdos en el norte conseguirán mantener su Kurdistan independiente. Nadie sabe si Al Assad conseguirá imponer de nuevo su poder autoritario sobre Siria. Nadie sabe si el estado iraquí se librara del cáncer de la corrupción y podrá construir un estado que no se caiga al primer soplo de viento.

Y todo esto si hablamos solo Siria e Irak ¿En cuántos lugares más veremos la bandera negra del grupo ondeando? La marca del grupo ha quedado en la sociedad. Allí donde el terrorismo salafista avance, allí tendrá el ejemplo mitificado del estado islámico. El ejemplo de unos guerreros salidos del desierto que querían crear un califato mundial. Y de momento son quienes más cerca han estado de conseguirlo.

Papas Noel en Raqqa después de la liberación

Jesús González Guillén

Referencias

https://isis.liveuamap.com/

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