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La evolución de la ciudad, trajo consigo un aumento demográfico y  el desarrollo de una sociedad mucho más compleja y jerarquizada. Dándose (en el S.XIII) una élite dominante,  una  masa urbana (con apenas representación) y, finalmente, un grupo que estaba fuera de la sociedad, los marginados.

El desarrollo de la ciudad medieval (S. XI- XIII) fue consecuencia de la unión de diversos estímulos, como: los nuevos esquemas de producción y el control del territorio, el desarrollo de las fórmulas de solidaridad colectiva, el empuje de los sectores económicos secundario y terciario, el emergente poder municipal, las migraciones del campo a la ciudad o el despertar de las grandes vías comerciales que conectaban toda Europa. Todos ellos, incentivaron la concentración de la población en determinadas zonas, dando lugar al resurgimiento de las ciudades.

Por un lado, ciudades del Mediterráneo, del Báltico, de las costas del Mar del Norte o de la Europa Central (Amilfi, Pisa, Barcelona, Venecia, Génova, Amberes, Londres…) se revitalizaron y se repoblaron gracias a la influencia del comercio. Mientras, que por otro lado, otras fueron creciendo a partir de núcleos de población alrededor de monasterios, Iglesias, castillos, que, en poco tiempo, se convirtieron en ciudades. Como fue el caso de Brujas (Bélgica) “…Para satisfacer las necesidades de los habitantes del castillo, empezaron a concentrase ante las puertas, junto al puente del castillo, mercaderes y comerciantes que vendían productos de gran precio, y luego posaderos que daban comida (…). Construyeron casas y abrieron posadas donde pudiesen alojarse quienes no podían hacerlo en el castillo…Las casas se hicieron tan numerosas, que pronto formaron una gran ciudad que, en la jerga del vulgo, aún se llama “Puente”, pues Brujas significa puente…”  (Descripción de un cronista flamenco, S.XIV).

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Unas y otras, en su mayoría, se configuraron con escasa planificación urbanística, aunque con rasgos comunes, como:

La muralla: se componía de torres, almenas para vigilar la ciudad y varios puntos de acceso. A su vez, tenía una función práctica (defensiva y protectora) y otra simbólica (mostrar la superioridad de sus habitantes y diferenciar/separar el espacio urbano respecto del rural).

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– La plaza, era el centro de la ciudad, en torno a la cual giraba la vida de sus habitantes. Pues, en ella se ubicaban los principales edificios (el ayuntamiento, catedrales., iglesias, conventos…) y era en dónde se celebraba el mercado. Este último de vital importancia, porque cubría las necesidades de los ciudadanos y porque representaba un privilegio para la urbe. Como fue el caso de la licencia para la celebración de mercado libre (un día a la semana) que concedió Juan I de Castilla en 1390 a la Villa de Torrelaguna (Madrid): “…para siempre iamas aya en la dicha villa de Tordelaguna mercado un dia en la semana et que este dia que sea qual vos escogieredes (…) que es mas sin agravio e periImagen 3uisio de las villas e lugares çercanos e comarcanos…”

– Construcciones diferenciadas: la burguesía mercantil, la nobleza y algunos cargos eclesiásticos fomentaron con su propio capital la construcción de edificios (hospitales, monasterios, lonjas,  pósitos universidades…), redes de alcantarillado, conducción de las aguas, instalación de fuentes… Su objetivo, no solo era el de abastecer al resto de la población, sino perpetuar la importancia de su linaje o figura. (De ahí, que en la actualidad veamos los escudos de estas familias/mecenas en muchos de estos edificios).

Igualmente, estas clases también desarrollaron un tipo de construcción claramente diferenciada, pues sus casas se caracterizaban por su gran tamaño y lujo, rodeadas de plazas y espacios privados para aislarse del contacto con los problemas sociales. De forma, que en muchos casos, desplazaron hacia la periferia a los antiguos ocupantes.

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Evidentemente esta explosión y desarrollo de la urbe, trajo consigo cierto bienestar para sus habitantes, puesto existía una mayor seguridad y abastecimiento, permitía la especialización laboral, había una mayor asequibilidad a los recursos e innovaciones… E incluso, se erigió como un espacio lúdico, con dos tipos de fiestas que rompían con la rutina:

Litúrgicas y de tipo político: eran empleadas por la Iglesia y los gobiernos para imponer su voluntad política. En este tipo de fiestas destacaban conmemoraciones locales, matrimonios reales, victorias militares, fiestas parroquiales, Semana Santa, Santo Sacramento, Corpus Christi e incluso ejecuciones sumariales e inquisitoriales.

Populares: se caracterizaban por ser exaltaciones colectivas, por el exceso, y apoyarse en la inversión del orden social. En invierno destacaron: La Fiesta de Locos, la del Asno, Epifanía, Carnaval, Don Carnal y Doña Cuaresma. En primavera destacaron: Los Mayos y La Noche de San Juan.

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Aunque, no hay que olvidar, que también fue un lugar que entrañaba dificultades para la vida de sus ciudadanos, ya que la aglomeración poblacional[1] y la poca higiene provocaron la rápida propagación de enfermedades (peste, lepra…). Así como, la existencia de una fuerte diferenciación social, que generó que la mayoría vivieran en el límite de la pobreza. Pues se trataba de una sociedad muy jerarquizada, en la que una minoría oligarca controlaba los tres ámbitos fundamentales: la vivienda, el mercado/comercio y lo laboral.

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Marginados en la ciudad medieval

La Europa medieval mantuvo un rechazo más o menos velado hacia los pobres, los enfermos, los homosexuales, las prostitutas, los extranjeros, los herejes (judíos, musulmanes…), los intelectuales y los mayores. Todos ellos, constituyeron un submundo (dentro del universo urbano) que se caracterizaba por estar apartado/marginado del resto de la sociedad por diversos motivos.

Los pobres: la pobreza y su problemática fue uno de los temas más tratados en concilios, asambleas políticas, obras literarias…Reflejando una doble concepción (positiva/teórica y negativa/real) y tipos. Como así señala Mª Luisa Bueno:

Pobreza positiva: se enfocaba desde un ángulo más espiritual que económico o material, pues se pensaba en una persona que vivía al margen de la envidia, la avaricia y de los bienes materiales.

De esta forma, Don Juan Manuel, dignificaba la pobreza al recordar a Jesús como el primer pobre, recomendando la misericordia y la limosna. Postura que se unía a las ideas filosóficas del desprecio hacia la riqueza, por ser un camino de perdición. Más interesantes resultan las teorías que mostraban lo positivo de la coexistencia entre ricos y pobres, asegurando que los primeros obtendrían el premio espiritual si ayudaban a los segundos.

Pobreza voluntaria: protagonizada por aquellos que dejaban todo lo material para acercarse y encontrar a Dios. Los más destacados fueron los ermitaños, que vivían aislados y desprendidos de todo tipo de bienes.

Pobreza impuesta: se trataba de personas que no habían nacido con dicha situación, sino que habían llegado a ella perdiendo todo lo que tenían. Se consideraba la más duraImagen 7 de todas, porque se vivía con el recuerdo de una vida mejor en un presente que no ofrecía nada. “… Quien bien por haber nacido libre, bien por su linaje se ve forzado a comer de las limosnas de su enemigo, por ser pobre, sufre una de las mayores adversidades de este mundo…” (Cuentos de Canterbury, G.Chaucer)

Pobreza establecida: era una pobreza con la que se nacía, la persona que la sufría no conocía otro tipo de vida e incluso llegaba exhibirla para obtener limosnas, mostrando lo más crudo de su situación.

Frente a todo esto, nos encontramos con las acusaciones hechas en las asambleas públicas catalogando a los pobres como seres ociosos y causantes del deterioro de la economía de los reinos. Creándose así una distinción entre pobres buenos y pobres malos, de esta forma vemos que junto a la caridad no desapareció el recelo ante el pobre vagabundo, pecador y propagador de enfermedades, llegándose a ver  la pobreza como  una prueba de cielo o como el fruto de una maldición (castigo divino).

Los enfermos: por lo general hacia los enfermos existía un sentimiento de temor, sobre todo hacia enfermedades, como: eImagen 8l cólera, la lepra o la peste. De hecho, a tanto llegó este sentimiento, que el caso de la lepra, los enfermos eran expulsados de la ciudad, se le prohibía todo tipo de contacto con la gente (salvo con su pareja), la entrada a cualquier espacio público, lavarse en ríos o arroyos, caminar en la misma dirección del viento (se pensaba que la lepra se pegaba a través del aire)… Es decir, que el enfermo lepra era condenado a la soledad y a vagar desamparado hasta su muerte.

A pesar de este miedo, en las ciudades aparecieron cofradías o asociaciones de fieles (con fines piadosos y caritativos) para asistir a los enfermos. Así como la fundación de hospitales, que se convirtieron en el principal lugar de cobijo y socorro con el que contaban los más desvalidos.

Homosexuales: la homosexualidad era considerada el mayor de los pecados, propia de una persona corrompida que se había dejado llevar por deseos antinaturales, lascivos  y poco viriles. “…Hay que decir que la deformidad de los pecados se mide según tres criterios, a saber, la gracia, la razón y la naturaleza. El pecado contra la gracia, la razón y la naturaleza es el mayor, es el caso de la sodomía…” (Alberto Magno, S.XIII).

Prostitutas: eran las mujeres que vivían en las peores condiciones y que moralmente estaban peor vistas dentro de la sociedad, porque representaban el antagonismo del modelo de mujer medieval. Por lo que llevaban una vida muy compleja, expuesta a todo tipo de enfermedades venéreas, violencia y escarnio público. Aún así, durante los siglos bajomedievales, se tendió a no expulsarlas de las ciudades, sino concentrarlas  en calles concretas.

Extranjeros: de acuerdo con su lugar de origen, se agrupaban en colonias que, a pesar de estar a veces dotadas de ciertos privilegios resultaban centros frágiles durante las explosiones de xenofobia.

Mayores: en la sociedad medieval se desarrolló una doble concepción sobre la vejez, ya que, por un lado, se tenía el concepto de anciano como alguien con experiencia, sabiduría y dignidad. Y, por otro lado, el concepto de viejo como una figura molesta y degradante.

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En este sentido, la vejez era vista como la decadencia de la persona, el deterioro del cuerpo y del espíritu (el mal del alma). De forma, que la persona mayor, era considerada como alguien que vivía en el pasado, que no era útil/productivo para la sociedad y un estorbo. “… ¡Cuántos motivos de queja hay en la vejez! La tos, los catarros, la disminución de la vista, la inquietud, la fatiga, todo le agobia al mismo tiempo. El hombre que ha envejecido es, pues, víctima de todas las miserias…” (San Agustín).

De hecho, hasta tal punto llegaron los casos de abandono, que muchas ciudades se vieron obligadas a regular la situación, exigiendo a los hijos a cumplir sus obligaciones y cuidar a sus padres. “…Si los padres son viejos y viven en la pobreza y los hijos tienen casa, deberán acogerlos en ella…” (Fuero de Zamora).

Herejes: dentro del grupo de los herejes se encontraban aquellos que no seguían el dogma establecido por la fe católica y del que era garante la Inquisición (1184, Francia). Cuyo objetivo y función era mantener la verdadera fe, mediante un proceso inquisitorial: denuncia anónima, detención del acusado, instrucción/tortura, veredicto, apelación o sentencia condenatoria (Auto de Fe) y ejecución.

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En el caso de España destacó especialmente el grupo de los judíos, que fueron víctimas de violentas persecuciones, falsas acusaciones (profanadores y envenenadores de la Eucaristía), obligados a vestir de forma diferenciada y vivir en barrios apartados (juderías) en1480 y finalmente expulsados por la Corona de Castilla en 1492.

Intelectuales: eran aquellos que se atrevieron a mostrar ideas que se salían de lo establecido, pagando el precio del aislamiento, la soledad, humillación, persecución e incluso la muerte. Cómo fue el caso de Pedro Abelardo (1079-1142), filósofo, teólogo y poeta francés que en 1139 fue acusado de hereje y a perpetuo silencio como docente. “…Debéis saber que el concilio que me condena no ha escuchado ni leído mis libros en checo; si los hubiese escuchado no los hubiese entendido, porque en el concilio sólo había italianos, ingleses, franceses, españoles y alemanes…” (Jan Hus).

Rocío Rivas Martínez

Referencias

Bueno Domínguez, Mª. L., Pasiones, júbilos y lamentos en la Edad Media. Ediciones de la Universidad Autónoma de Madrid (Editorial Ciencia 3). Madrid, 1995.

García Cortázar, J.A; Sesma Muñoz, J.A., Historia de la Edad Media: una síntesis interpretativa. Alianza Editorial. Madrid, 1997.

Pounds,N., La vida cotidiana: historia de la cultura material. Editorial Crítica. Barcelona, 1992.

Imágenes

Portada: Plaza Mayor de Torrelaguna (Madrid): Antiguo Pósito (1514) e Iglesia de Santa María Magdalena (S.XV-XVIII). http://www.torrelagunaweb.es/turismo/

Imagen 1: Vista de Nuremberg. Xilografía coloreada de la Crónica de Schedel, 1493.

Imagen 2: Puerta del Cristo de Burgos, S.X –XV. Torrelaguna (Madrid). http://www.torrelagunaweb.es/turismo/

Imagen 3: Estela fundacional del Antiguo Pósito de Torrelaguna (Madrid), 1514.Edificación promovida por el Cardenal Cisneros.

Imagen 4: Palacio de Salinas de Torrelaguna (Madrid), S.XV.

Imagen 5: Batalla de Cuaresma y Carnal, Pieter Bruegel “el Viejo” (1526-1569).

Imagen 8: La Peste Negra, Chronicles of Gilles Li Muisis. Biblioteca Real de Bélgica, 1272-1352.

Imagen 9: Anciana con monedero, A. Durero, 1507.

Imagen 11: Martirio de Jan Hus, Spiezer Schilling, 1485.

[1]  En la actualidad, es complejo estimar el número de habitantes que podría tener un núcleo poblacional para que se considerase ciudad o villa. Pero se estima, que no superarían en su mayoría  los 1000-1500 habitantes




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