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Subordinadas

 La muchacha joven y morena que camina pasada la medianoche de un mes de julio helado, mientras cae una lluviecita que la va empapando y casi no siente, y hay bruma; que tiene un embarazo de cinco meses no querido, que está tan sola y se ve sin salidas, que entra en una de las pocas plazas de Buenos Aires todavía no cerradas; que se mece largamente y llora, que hacia la madrugada se cuelga de uno de esos travesaños de los columpios y pende en la neblina que se va espesando, dulce flor que la ciudad se traga.

 De  «Subirse al micro», Editorial Piso 12, 2013

Devolver al remitente

            Eras de lloro fácil.

            Una respuesta destemplada, algo injusto, un recuerdo irrumpiendo, música, libros, películas, ah, sobre todo películas, te llenaban de lágrimas los ojos oscuros y preciosos, que de tan grandes se te hacían baldecitos, y caían silenciosas, plop, plop, salpicaban en el piso. Yo no podía soportarlo, buscaba ver de qué manera alegrarte, secar esas lágrimas, hacerte reír.

            Y ni hablar de que lloraras por teléfono, no poder abrazarte, consolar esa pena con besos y un ya, ya, ya está. Me derretías, siempre me derretías.

            Como abrir el placard y encontrar tu creativo desorden, pero de los pulóveres, las sábanas, las remeras apilados de cualquier forma, se desprendía siempre un perfume delicioso y festivo.

            Verte comer. O salir de la ducha con bata y toalla en la cabeza. O entrar protestando con la bolsa de las compras. Nada que hacer: me volvías el corazón de azúcar.

            (Pero seguro fuiste prolija y no lloraste al guardar todas tus cosas y escribir en el espejo del baño:”chau, se acabó”).

            Te despertabas a la mañana, decías hola, amor, y a mí se me volvía el corazón de azúcar. Cada mañana.

            Dicen que el azúcar es bueno para comer.

            (Y eso hiciste. De un bocado).

 Bailarinita

            Bailarinita a veces toca el acordeón en el subte, reparte besos y espera monedas. Tiene la piel dorada, los ojos color miel, el pelo apenas rojo, enmarañado y un poco sucio. Del escueto pantalón emergen sus piernas rotundas, que mira el pasajero de saco y corbata. Ávidamente.

 Planificación

            Como la ciudad es pequeña, todos los días, a las seis de la mañana, desde el Punto de Inicio parten los limpiadores de vereda. Vestidos de verde brillante, con cascos, primero pasan los aspiradores de basura, luego los que distribuyen espuma que lava y desinfecta, por último quienes portan unas máquinas que secan y dan brillo. En orden, ambos lados de la calle, vereda tras vereda, hasta el Punto de Fin. Con eso hemos conseguido ahorrar agua, y el tiempo de amas de casa y encargados de edificios, además de reducir notablemente las habladurías.

           A las once de la noche, cuando todos están obligatoriamente en su casa y oscurecidos, desde el mismo Punto de Inicio, vestidos de rojo fluorescente, parten los ensuciadores de veredas, portando bolsitas con excrementos, líquidos varios, latas, papeles.

           Somos una comunidad muy organizada.

zulma fraga ilustracion1

 Bio

Zulma Fraga: nació en Realicó, La Pampa, pero vive y trabaja en Buenos Aires, Argentina.

Publicó Relatos del Piso 12, cuentos, Marginales, relatos breves, el músico y Angelita, novela; cuerpos en tránsito, poesía; Subirse al micro, microrrelatos.

Ha sido incluida en diferentes publicaciones del país y el extranjero y en las Antologías Relatos para Sallent, Sallent de Gállego, España. Grageas. Antología de 100 cuentos breves de todo el mundo, Buenos Aires, Argentina. Cielo de Relámpagos, antología de microficciones de autores latinoamericanos, Neuquén, Argentina. V y VI Encuentro Nacional de Narrativa, Bialet Massé, Córdoba, Argentina, 2009 y 2010, ¡Basta!, cien mujeres contra la violencia de género

Ha participado en distintas actividades multimedia con poesía y narrativa y ha recibido premios por su obra en el país y el extranjero.

Condujo desde 1996 hasta 2007 el programa radial Contextos y es codirectora de Editorial Piso12

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