Un asesino en serie que enamora

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Dexter es una de esas series que merece la pena ver para disfrutar de la historia, pero también para analizar. Cualquiera con una pizca de sentido crítico descubrirá en esta serie millones de matices dignos de análisis y reflexión.

Este artículo no pretende ser una enumeración pormenorizada de todos estos elementos, sino una reflexión general acerca de las grandes líneas ocultas de la serie, una especie de hoja de ruta para quien la haya visto sin percatarse de esta profundidad, o para quien quiera comenzar a verla teniendo un punto de vista algo más proactivo.

En primer lugar, el personaje principal, Dexter Morgan, resulta ser, además de un asesino en serie, un sociópata de libro. Uno de los hilos más interesantes de la historia nos va explicando poco a poco, a través de feedbacks, el porqué de esta patología. Su falta de sentimientos por los demás se justifica por un terrible trauma infantil provocado por la muerte de su madre ante sus ojos. Valiéndose del más puro psicoanálisis freudiano, este suceso sirve como justificación a todos los actos anormales posteriores del personaje.

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Ante tal pérdida, Dexter comienza a tener un instinto incontrolable por matar, al principio lo canaliza matando a animales, pero poco a poco no le es suficiente y comienza a asesinar personas. Ante tal instinto irrefrenable, su padre adoptivo desarrolla un papel fundamental, ya que establece una serie de reglas para que las muertes sean “justificables”. A lo largo de toda la serie, incluso después de muerto, su padre aparece como una especie de ente que simboliza claramente su conciencia. Es cierto que Dexter es un personaje descorazonado, pero no vacío, a través de lo que él llama “el método”, justifica moralmente los asesinatos que realiza, haciendo que el espectador llegue a comprender y apoyar su labor de asesino en serie.

Y es este precisamente el mayor atractivo de la serie para mí, cómo consigue la identificación del espectador con el personaje principal. Jamás habría pensado que un asesino en serie despiadado y sin sentimientos me atrajera tanto, y lo que es más importante, nunca pensé que entendería al asesino de tal manera que estás deseando que mate, porque parece lo correcto. En principio, su método moral sólo le permite matar a asesinos (lo que supone un descanso ético), pero al final de la segunda temporada acaba asesinando a un inocente porque supone un peligro para él (es el jefe de policía y le sigue la pista desde hace tiempo). Y a pesar de que creías que justificabas sus muertes porque estaba limpiando el mundo de gente “mala”, este asesinato te parece correcto y deseable. Dexter nos enseña cosas terribles sobre nosotros mismos.

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Este giro de guion, supone para mí, la enseñanza más inteligente de la serie. Durante los primeros capítulos apela a nuestro instinto de justicia y las ganas de un mundo mejor para que entendamos al personaje, pero poco a poco nos hace caer en la cuenta de que al final todos llevamos un pequeño asesino en serie dentro. Si bien la sociedad nos ha enseñado a domesticarlo y neutralizarlo, todos acabamos sintiéndonos identificados con esa fuerza egoísta que nos llevaría a eliminar todo aquello que no nos parece correcto, hasta límites insospechados. Dexter Morgan nos despierta cariño porque a todos nos recuerda a nuestra pequeña parte animal latente.

Pero la cosa no se queda ahí, el personaje se va transformando a lo largo de las temporadas, siguiendo el camino marcado por otros. Asesinato a asesinato va descubriendo partes de sí mismo que no habían aflorado hasta el momento. Comienza a desbloquearse su parte social y empieza a desarrollar sentimientos por otras personas, de una manera especial y un tanto disfuncional pero sentimientos al fin y al cabo. Hasta el punto de que se casa y forma una familia. En este punto la serie pierde un poco de encanto, ya que el personaje original y antisocial que nos había enamorado se acaba convirtiendo en otro producto más de la presión social a la que todos estamos sometidos. Parece como si Dexter, tuviera un aprendizaje social, en el que a fuerza de relacionarse por necesidad con otros, acaba entiendo cuáles son las pautas.

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Para no alargarnos demasiado, podemos concluir que Dexter nos acaba enseñando su peor parte para que suponga un reflejo de la nuestra propia. Nos muestra a una especie de monstruo, al que cualquiera condenaría para acabar enseñándonos que todos somos un poco Dexter Morgan. Con pequeños detalles nos obliga a reflexionar sobre nuestros constructos sociales, como cuando su padre le regaña por no sonreír en una foto y él contesta que es una norma estúpida la que nos obliga a hacerlo, que si con las fotografías lo que queremos es recoger un momento, es ilógico fingir siempre felicidad en todos los momentos. Con un diálogo tan simple nos advierte de lo superficial y construido de muchas de nuestras costumbres.

El análisis podría seguir con otros muchos diálogos con un trasfondo muy profundo, con el papel de las mujeres en la historia o como se trata el poder a través del hecho de que el personaje trabaja para la policía. Pero no es el momento ni el lugar, y animo a cualquiera a que continúe con el análisis a su manera y nos lo haga llegar.

Gracias Dexter Morgan por enseñarnos a todos el monstruo asesino que llevamos dentro.

Azalí Macías

Referencias

www.denofgeek.us
www.fanaru.com
www.lazonaprohibida.blogspot.com
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