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Dentro de las reivindicaciones que las mujeres estamos haciendo para conseguir la igualdad, uno de los campos en los que más se ha avanzado es en el tema de los piropos. Si echamos la vista atrás tan sólo 20 años podemos darnos cuenta del camino recorrido. En el tiempo de nuestras madres era normal que los hombres les “regalaran” a las mujeres todo tipo de frases, más o menos elaboradas, elogiando su físico y siempre con un componente sexual de trasfondo, a veces explícito y otras camuflado tras elogios y requiebros.

Hasta hace no demasiado tiempo, este tipo de comportamientos eran aceptados y valorados por las mujeres, nos habían enseñado que si un hombre se esforzaba en buscar una frase para decírnosla públicamente, nosotras debíamos considerarlo un halago, un acto heroico y además nuestra feminidad se veía reforzada. Algunas incluso llegaban a decepcionarse si al pasar por una obra ninguno de los trabajadores le ofrecía algún tipo de acercamiento sexual. Aunque como en casi toda la sexualidad femenina las mujeres debían fingir vergüenza, rechazo y tabú, internamente, las galanterías públicas reforzaban el maltrecho autoestima de la mujer de antaño.

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Pero evidentemente todo este escenario está cambiando a pasos forzados. Dentro de la lucha contra los micromachismos, las defensoras de la igualdad hemos conseguido que este tipo de comportamientos sea analizado de una manera profunda, para poner sobre la mesa las ideas y moral que se esconde detrás de un supuesto halago. El análisis social siempre debe ir en este sentido, en buscar razones y supuestos que aun estando delante de nuestros ojos no somos capaces de distinguir al darlos por sentados.

En una construcción del género femenino más justa, no deberíamos necesitar la reafirmación de los hombres para sabernos guapas y dignas de valor. Nuestro atractivo sexual no debería invisibilizar al resto de las cualidades, y por supuesto, no estamos obligadas a escuchar lisonjas, cuando no comentarios agresivos e intimidantes, por suponerse que estos son un favor hacia nosotras.

En ocasiones podemos observar como estos actos llevan una importante carga de ostigamiento cuando una mujer pretende hacer cosas tan simples como caminar de forma anónima por la calle o salir a tomar una copa. A esto se añaden casos extremos como los sufridos por mujeres en campos de fútbol, la televisión y sus programas deportivos con tintPIROPOS08es marcadamente machistas son un claro ejemplo de ello.

Del mismo modo si analizamos el lenguaje expresado en estos piropos suelen hacer hincapié en atributos físicos de la mujer, obviando todo el resto, y reflejando la herencia patriarcal donde se presenta lo femenino en cuya principal importancia residen las capacidades reproductivas. Esto sin citar cuando se habla explícitamente de “mujer” como “carne”

Parece una batalla nimia e insignificante, algo que no cambia a grandes rasgos nuestras ideas y la posición de la mujer en esta inútil batalla de sexos, pero son estos cambios de pequeños comportamientos los que van construyendo poco a poco el camino hacia una sociedad justa desde el punto de vista de los géneros.  Desde el punto de vista del lenguaje como reflejo de nuestro sistema de pensamiento y del comportamiento social del hombre como cazador, y mujer como cazada utilizando frases como arma arrojadiza. No importa, pues, únicamente el modo en el que es expresado si no también como se lleva a cabo.

La exministra Bibiana Aido, se atrevió incluso a llevar este problema al campo de la política. Como ocurría con la violencia machista, el tema ha dejado de ser del terreno privado para pasar a ser parte de la discusión pública. Parece una medida con mucha lógica, ya que este tipo de comportamientos tienen lugar en la vía pública, aunque nadie los tome en demasiada consideración. Es una forma de darle luz a algo que ya estaba delante de nuestros ojos.  Tras recibir las quejas de las feministas, la propia ministra de Sanidad, Leire Pajín, se comprometió con ellas a determinar los puntos en que se debe actuar para garantizar los derechos de las mujeres. Todo una avance en nuestra política de igualdad.

En los últimos años han surgido varios proyectos para visibilizar y denunciar el acoso callejero y exigir el acceso en igualdad al espacio público. El uso de los piropos va más allá de un asunto de palabras: convierte a las mujeres en objeto y es una intromisión en su libertad. En palabras de la presidenta del Observatorio de Violencia de Género del Consejo General del Poder Judicial, Ángeles Carmona: «Es una auténtica invasión en la intimidad de la mujer. Nadie tiene que tener derecho a hacer un comentario sobre el aspecto físico de una mujer porque supone una invasión»

Sonia Núñez Puente, profesora de Género y Comunicación en la Universidad Rey Juan Carlos hace una reflexión digna de mención: «Algo que parece trivial, no lo es en absoluto. El cuerpo de la mujer es patrimonio del patriarcado y, como tal, parece que hay derecho a invadirlo: se puede mirar, comentar, piropear. Es una intromisión en la libertad del sujeto, un sujeto, las mujeres, que aparece permanentemente cosificado y convertido en objeto»

Rubén Blasco y Azalí Macías

Referencias

http://www.eldiario.es/sociedad/Piropos-machismo-callejero_0_345415729.html

www.habla.pl

www.taringa.net

www.malditoinsolente.com

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