¿Qué es la cultura? Enfoques incompletos, el zoológico imaginario y alguna propuesta

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¿Cómo abarcar  una definición de cultura? ¿Qué es la cultura? Quizá sean preguntas imposibles de contestar a gusto de todos. Desde luego, en ningún momento tendremos una respuesta fácil. Con este planteamiento en mente, este texto se plantea a modo de juego: pasaremos por diferentes casillas(enfoques) sobre la cultura con sus trampas, sus recovecos, sus avances y retrocesos. Estas definiciones no serán completas, pero tampoco tienen porque ser erróneas en su totalidad y en su conjunto considero que pueden servir para clarificar la «cuestión de la cultura», o por lo menos para fomentar un uso más meditado sobre esta palabra.

Empezamos en la primera casilla aclarando que este artículo no pretende una definición exhaustiva del concepto cultura. Ni siquiera, extensión manda, insertarse en el debate antropológico que durante tantos años y desde diferentes puntos de vista se ha encargado de diseccionar, criticar, eliminar, revitalizar, redefinir… una palabra que por polisémica, amenaza con dejar de tener sentido.  Aquí se trata de otra cosa: esta polisemia a la que me acabo de referir podría resultar divertida, por caótica, si no fuera por las consecuencias que acarrea, desde nuestra cotidianeidad, a la manera en que vemos el mundo y actuamos sobre él. Y aquí señalo el primer punto a tener en cuenta: cultura es en sí mismo un concepto cultural, una pescadilla que se muerde la cola desde el que observar el mundo y a nosotros mismos. Y de esta manera podríamos entender la diversidad de definiciones, como fruto de diferentes trayectorias y posicionamientos. Sin embargo, esta indefinición de la definición justifica y fomenta tópicos y estereotipos culturales, y mal manejado como concepto puede producir grandes problemas, Juan 1sobre todo, porque considero que la ambigüedad a la hora de manejar el término es más habitual de lo que debería entre personas que por su trabajo o posición se encuentran insertas en la «lucha cultural», en medio de relaciones interculturales  y/o proyectos de intervención o transformación social en los que un manejo burdo de la cultura como categoría no es para nada aconsejable.

Kroeber y Kluckhohn (1952) en su libro «Cultura: Una reseña crítica de conceptos y definiciones» recogían 164 definiciones de cultura. Obviamente, aquí no haremos tal repaso, pero sí es bueno tener en cuenta los orígenes de esta palabra, en una manera de desencializarla, de separar el concepto (algo construido socialmente) de aquello que pretende describir (la manera en que los seres humanos interaccionamos con lo que nos rodea). Esta confusión entre concepto y aquello que representa da origen a muchas confusiones, tanto a la hora de elevar la cultura a un pedestal como a la de arrastrarla por los lodos de la inutilidad. Kuper (2001), que además realiza un extenso repaso a la cantidad de usos que se le dan a la palabra cultura, rastrea sus orígenes en el siglo XVIII en dos tradiciones de pensamiento diferentes y en cierta medida enfrentadas. En primer lugar, los filósofos franceses y el término «civilización», que oponía la razón, progresiva y acumulativa, frente a la superstición, la tradición y los instintos, representados, en parte en la Iglesia católica y el Antiguo Régimen. Por otro lado, los intelectuales alemanes y el concepto de Kultur, que recogía «la tradición nacional enfrente de la civilización cosmopolita,[…] los valores espirituales ante el materialismo, […] las artes y las artesanías frente a la ciencia y la tecnología, el genio individual y la expresión de uno mismo contra la rigidez de la burocracia, […] las emociones -incluso de las más oscuras de las fuerzas que anidan en nuestro interior- frente a la seca razón » (Kuper, 2001: 24). Kuper describe como estas dos posiciones se van entrelazando en su oposición para dar cuerpo a la noción de cultura, que se expande desde Europa a todo el mundo. Con esto resalta que los discursos sobre la cultura tienen que ver con tradiciones intelectuales que imponen concepciones de la naturaleza humana.

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Enfoques culturales

Vamos avanzando por nuestro tablero. A continuación enumero algunos enfoques que se dan en la cotidianeidad a la hora de hablar de cultura, entendidos estos enfoques como maneras en que se construye el heterogéneo discurso sobre cultura.

Enfoque clásico: Llegados al siglo XIX, Tylor (1871: 29) da una de las definiciones más conocidas del concepto, cuando hablamos del ámbito antropológico: » …aquel todo complejo que incluye el conocimiento, las creencias, el arte, la moral, el derecho, las costumbres, y cualesquiera otros hábitos y capacidades adquiridos por el hombre. La situación de la cultura en las diversas sociedades de la especie humana, en la medida en que puede ser investigada según principios generales, es un objeto apto para el estudio de las leyes del pensamiento y la acción del hombre». Está definición sigue aún vigente y contiene muchos de los elementos que caracterizan a la cultura, pero como tal, arrastra ciertos problemas que analizaremos más adelante y que se encuentran en la base de muchos tópicos y estereotipos culturales.

Enfoque «incompleto»: Podemos encontrar un ejemplo de este enfoque en la Plataforma en Defensa de la cultura (2014), formado por diferentes agrupaciones de músicos, actores o ilustradores y que en su web reclaman «la dignificación de la cultura, haciendo de ella algo tan vivo como la sanidad, la educación o la justicia».  Me refiero entonces a un punto de vista que ve la cultura como aquello que se refiere al ámbito de las artes y las humanidades y que habría que entender como «incompleto» en el sentido de que podría integrase en definiciones más amplias  (como la de Tylor) que abarcan la cultura como aquello que es producido por el ser humano. Estaríamos hablando de una de las mayores causas de polisemia en el concepto, colocando «incompleta», entre comillas, para señalar que no es incompleta en sí, sino para los intereses de este texto..

Enfoque racista: En una intervención en una reunión de varios partidos de extrema derecha el pasado mes de marzo en Roma, Manuel Canduela, líder del partido de orientación neo nazi Democracia Nacional reflejaba en su intervención la cuestión cultural. Hablaba, tras subrayar una supuesta identidad española anterior a la llegada de los visigodos,  de extranjeros que «vienen a imponer su cultura». Decía: «imponen todo aquello que va contra nosotros, contra nuestro pueblo, contra nuestra razón de ser…imponen la destrucción de nuestra familia, de nuestras tradiciones,  nuestra religión… «. Se puede ver aquí esa «lucha de culturas» que reflejaba Huntington al hablar de su teoría sobre el choque de civilizaciones . Pero esta visión de una cultura propia y una cultura ajena, incluso de la amenaza de una sobre otra, no es exclusiva de la extrema derecha y puede abarcar un amplio espectro ideológico.

Enfoque evolucionista: «Bueno es que vienen de África, tienen una cultura distinta con tantas guerras y pobreza» o «son como paletos de pueblo, como los emigrantes que venían a la ciudad antes» son frases que he oído a veces de personas que trabajan con personas migrantes y que implican a mi parecer ciertas confusiones. La primera de ellas entre subdesarrollo económico y cultural. Si bien puede existir una relación entre la economía y la cultura (la economía es también una cuestión cultural), estas expresiones equivocan el sentido de la comparación. También considero que hay cierta confusión entre términos como asimilación o integración, en el sentido de ser un miembro de pleno derecho de la sociedad en la que uno desarrolla su vida, más allá de procedencias y tendencias culturales y la asimilación cultural en el sentido de ser absorbido por la cultura receptora. El evolucionismo cultural tiene mucho que ver con el darwinismo social, la competencia por la supervivencia entre culturas, y establece una jerarquía de grupos culturales, más avanzados o mejores, que entronca directamente con esos conceptos esencialistas de cultura que originaron el término en la Europa del siglo XVIII.

El monolito cultural. La jaula de la cultura

Una vez vistos estos enfoques sobre la cultura, nos toca la casilla de vuelta a la salida. Es momento de repensar las características que encontramos en estos enfoques y analizar a donde nos llevan estas visiones y si pueden ser consecuencias de algún núcleo común. Podríamos observar que muchas de ellas se relacionan entre sí. No hablamos pues de compartimentos separados. Quizá la más obvia de las semejanzas sea aquella que relaciona evolucionismo con racismo. Es fácil el desplazamiento desde una jerarquía de culturas a la discriminación de aquellas que están más abajo en la escala. La necesidad de guía de las culturas «inferiores» ha justificado discriminaciones y muchas intromisiones de las potencias económicas en el devenir de diferentes pueblos a lo largo del tiempo. El colonialismo en África o la «conquista» de América son claros ejemplos de ello. Profundizando más, nos encontramos con la definición de Tylor. Si hablamos de creencias, conocimientos y moral en las diversas sociedades del hombre, estamos hablando de un conjunto de características que se dan, de  manera cuantificable en una determinada sociedad. Se trataría de grupos con características culturales homogéneas que les distinguen de otros grupos que a su vez tienen unas características culturales homogéneas diferentes y que por tanto pueden entrar en comparación. Son visiones estáticas de la cultura que entienden su componente dinámica (su cambio a lo largo del tiempo) de manera errónea (evolución de peor a mejor desde una perspectiva etnocéntricos). Esta visión puede verse reforzada si entendemos la cultura sólo como el arte producido por una determinada sociedad o peor aún, si bailamos, como es frecuente ver, entre el enfoque «limitado» de cultura y otro más amplio que defina a los sujetos por características cerradas.

Lila Abu Lughod (1991) llamaba a «escribir contra la cultura», al considerar que esta reforzaba las diferencias que contribuían a jerarquizar. La cultura, como concepto nos lleva a crear al otro y a congelar las diferencias. La diferencia y la diversidad no son malas en sí, pero cuando las comunidades son esencializadas y convertidas en grupos discretos se obtiene una visión falsa de la manera en que las personas nos relacionamos con lo que hay a nuestro alrededor. Más si además lo hacemos desde posiciones de poder (como pueden ser la academia, el estado u organizaciones de «expertos»). Si a esto añadimos una falta de rigor a la hora de abordar el concepto, nos encontramos con invasiones culturales, con amenazas a «nuestra cultura» (independientemente de lo que demonios pueda significar esto), con personas que deben adaptarse, o con odios irracionales a aquello que es diferente. Llegamos entonces a la casilla de la cárcel en nuestro tablero: una jaula cultural que ata y clasifica a las personas en diferentes procedencias, más o menos machistas, más o menos avanzadas, más o menos equivocadas. Y desde este punto de vista caemos en un fetichismo cultural que lleva a tratar la cultura de una extraña manera que va desde el rechazo cultural al miedo a «entrometerse en otras culturas» por temor a ser racista.

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Una propuesta para definir cultura

Nos encontramos, pues en una encrucijada importante. ¿Debemos, como algunos antropólogos han dicho, acabar con la cultura? Razones, las hay. Pero no es mi postura. ¿Debemos negar que existan diferencias culturales? Tampoco creo que sea el camino. Creo que la solución pasa por cambiar el enfoque y en primer lugar aclarar la confusión que existe entre cultura como concepto socio-histórico desarrollado a lo largo del tiempo y desde determinadas posiciones de aquello que, sin dejar de ser un concepto, abarcaría un universal de la humanidad: las formas de pensar, ver y encarar el mundo y las situaciones que nos rodean. En esta labor considero importante hablar de la noción de habitus, que Pierre Bourdieu  (1980) define como estructuras estructurantes estructuradas. Más allá del juego de palabras, este concepto habla de que las personas se guían en su percepción del mundo por estructuras de pensamiento que son estructurantes en el sentido que conforman el pensamiento de las personas y estructuradas porque se forman a lo largo de la vida de la persona en función de sus experiencias en el campo social en el que esta persona vive. Este concepto tiene dos importantes consecuencias: en primer lugar desplaza el foco desde grupos estáticos a los individuos y su agencia. En segundo lugar nos encontramos con una visión mucho más dinámica de la cultura, no el sentido evolucionista de grupos culturales que van de un punto a otro, sino de personas que a lo largo de su vida y experiencias van recreando su propia cultura en función de aquello que se encuentran por el camino. Tenemos entonces una visión individual/grupal que dependerá de los diferentes campos sociales por los que esta persona transita. Ya no fijamos unos factores culturales homogéneos juan 4marcados y estáticos, sino una aire cultural en función de unos determinados rasgos culturales en los que somos socializados y que cambian en función de vida, intereses y experiencias. No estamos atados a la cultura ni somos sujetos totalmente independientes de ella. Existe, más que culturas, interculturalidad entre tendencias culturales, con sujetos agentes, diferentes, cambiantes e individuales. Dentro de este contexto, afirmaciones como «los subsaharianos son machistas» no son correctas o incorrectas. Simplemente dejan de tener sentido. Y también el termino asimilación cultural (entendida como absorción). Por dos motivos: el primero partiría de la pregunta ¿asimilación a qué? El segundo se escapa de este texto, pero tendría que ver con el respeto, la convivencia y la conciencia de que la hibridación cultural y la diferencia no son excepciones, sino lo común y habitual. El abordaje de los «problemas culturales» o los «choques entre culturas» se hace desde otra posición, un enfoque analógico (un continuo de múltiples posibilidades que excluye dicotomías tipo blanco/negro o verdad/mentira) y contextualizado en el espacio tiempo que deja de considerar la cultura como un problema o algo sagrado y se centra en las posibilidades que las relaciones entre seres humanos nos pueden ofrecer. No es este un camino fácil para llegar al final de nuestro juego, ni contiene demasiadas respuestas cerradas, pero quizá sea mucho más justo y productivo que encerrar a las personas en las jaulas de un zoológico imaginario.

 Juan R. Méndez

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Referencias Bibliográficas:

ABU-LUGHOD, Lila (1991) “Writing against Culture,” en Ricahrd G. Fox, ed. Recapturing Anthropology. Working in the Present, pp. 137-162. School of American Research Press, Santa Fe, N.M.

BOURDIEU, Pierre (1980) El sentido práctico. Siglo XXI, Madrid, 2007].

KROEBER, A. L. and KLUCKHOHN, C., (1952) Culture: A Critical Review of Concepts and Definitions. Clyde Papers. Peabody Museum of Archaeology & Ethnology, Harvard University

KUPER, Adam (2001). Cultura. La versión de los antropólogos. Barcelona: Paidós

PLATAFORMA EN DEFENSA DE LA CULTURA (2014) Sobre la plataforma. http://endefensadelacultura.org/category/plataforma-en-defensa-de-la-cultura/

TYLOR, Edward B. (1995) [1871]: «La ciencia de la cultura». En: Kahn, J. S. (comp.): El concepto de cultura. Anagrama. Barcelona.

[1] Debo parte de este artículo a las peliagudas conversaciones con Vanesa Camarda y Raquel Ortiz y al afán de la segunda por encontrar respuestas concretas a preguntas complicadas.  ¡¡Que nos duren estas charlas por muchos años!!

[1] Foto de portada por David Peña bajo licencia Creative Commons

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