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Es una pregunta difícil de responder, debido a los múltiples factores que se pueden dar en esta situación. Para intentar responder (desde mi punto de vista en constante evolución) a esta pregunta utilizaré una breve historia del matrimonio[1] y algunas cuestiones sobre emociones en el contexto amoroso.

çEntiendo que las emociones se encuentran en lo subjetivo, fisiológico y psicológico de los individuos, pero en el transcurso del tiempo, la cultura las ha modelado de una u otra forma ajustándolas a las épocas correspondientes. El amor no es un invento reciente, pero si un incomprendido por lo que esperamos de él en cada momento de nuestra existencia. Tenemos pareja o nos casamos supuestamente por amor, pero tiempo atrás esto estaba considerado una autentica locura, pero… ¿hoy en día?

Al principio y de forma muy general, el matrimonio estaba básicamente condicionado por el parentesco y la comunidad donde se vivía. Era una respuesta a las necesidades del grupo, una institución con funciones básicamente económicas (tener muchos hijos entendido como fuerza de trabajo) y políticas (alianzas, pactos o solucionar conflictos) la cual favoreció a la reproducción social. Por tanto, el matrimonio era un elemento esencial de movilidad social y no de amor como se puede entender en nuestros días.

Durante el siglo XIV se comienza a dar, en el noroeste de Europa, unas conductas que hace que el matrimonio se convierta en una asociación productiva o empresa familiar fuera del grupo de procedencia (Ver matrimonio Arnolfini)[2]. Se produce un distanciamiento de la familia extensa tradicional, apareciendo un nuevo modelo de matrimonio externo incluso a la comunidad (principio de la familia nuclear moderna), resultando ser fundamental para el desarrollo de lo que sería la revolución industrial. Este nuevo modelo, aún con un patriarcado fuerte, da un cierto poder de decisión a las mujeres. Al no depender del grupo de procedencia y su infraestructura, la pareja tiene que buscar una forma de ganarse la vida, y para que esto funcione es necesario llevarse bien intrafamiliarmente, por tanto, la idea de crear un vínculo fuerte se hace presente en dicho contexto para poder sobrevivir.

En los siglos XVI al XVII, con la Reforma Protestante de Lutero, se le da al matrimonio el carácter de santificado, el cual comienza a ser visto como una institución necesaria al asociarse el amor y el matrimonio con el amor de Jesús Cristo (mentalidad religiosa de la época). A finales del siglo XVIII se pensaba, manteniendo el sentimiento religioso, que los sentimientos más intensos (emociones) debían ser reservados para la familia de origen y no hacia los cónyuges, dejando a un lado los sentimientos de la pareja. En muchas sociedades, como por ejemplo la hindú, se entendía que el amor era incompatible con el matrimonio. Por ejemplo, en la China tradicional, se entiende que el amor entre los dos cónyuges podría suponer una amenaza para la organización familiar, debido a que incita a la pareja a dejar las responsabilidades con la familia (nos suena esto de algo…telenovelas…). Por este motivo, lo afectivo se controla tanto en esta sociedad, por considerar el amor como un elemento desestabilizador y por tanto peligroso para la estabilidad socio-familiar.

Con el desarrollo del capitalismo tendrá lugar la separación progresiva entre el amor, el matrimonio y la familia del sistema económico. “Se producirá una separación creciente entre la esfera productiva (público) y la esfera doméstica, la separación física del lugar de producción material (la fábrica) y el lugar de la reproducción humana (la casa)”[3]. Avanzada esta separación, en lo público permanece el hombre y el trabajo, mientras que en lo doméstico esta la mujer, a la cual no se le reconoce como trabajo, debido a que su actividad es considerada como una prolongación de su sexualidad (sexo). Con esta separación se remodela el concepto de maternidad, por lo cual la mujer cuida de sus hijos asumiéndolo en su identidad de género (construcción sociocultural) como un acto que forma parte de su naturaleza, es decir, es interiorizado ideológicamente por la sociedad (vigente en algunos contextos sociales, étnicos y profesionales como por ejemplo en las profesiones de salud y educación: profesión de enfermera, mujeres que cuidan a ancianos/as…actividades con aspectos de madre, apoyo, sector servicios, etc.).

En apoyo a estas interpretaciones aparecen opiniones que mantienen la idea de defender, cueste lo que cueste, el matrimonio como un hecho natural por encima de la humanidad y la cultura. Asimismo, la mistificación resultante de esta idea no es más que la nostalgia por un modelo de familia, o mejor dicho, un modelo de sociedad que actualmente se está perdiendo. Frente a esta opinión está el hecho de que los divorcios son cada vez más frecuentes, como por ejemplo ocurre en la sociedad norteamericana. Que los nacimientos fuera del matrimonio se vean como un indicador de inestabilidad social importante, al igual que los divorcios. Baja tasa de natalidad debida a que en muchos lugares la gente se casan muy tarde (países desarrollados, estudios, incorporación de la mujer al trabajo, progresiva igualdad de género, paro, etc.).

A todo ello hay que sumarle prácticas que asociamos a la modernidad de nuestros tiempos, como por ejemplo las relaciones sexuales extramatrimoniales, tener hijos fuera del matrimonio o el divorcio, de las cuales pensamos que son hechos actuales, pero que en realidad son prácticas muy frecuentes y antiguas si las comparamos con otras sociedades (africanas por ejemplo). También se produce lo contrario, es decir, hay prácticas que parecen muy antiguas pero que en realidad son recientes, como la formalización del matrimonio o la exclusividad sexual. La iglesia institucionaliza el matrimonio a partir del siglo XII, es decir, se formaliza su institucionalización y se burocratiza con la iglesia o el estado.

Aparecen fuertes cambios en las relaciones entre hombres y mujeres. Un indicador es la crisis del patriarcado y la violencia de género. La crisis de un modelo patriarcal que actualmente agoniza, y trata de restaurar el orden con violencia cuando se modifica su rol, en lo que influye el creciente acceso de las mujeres a los distintos niveles educativos, con la correspondiente igualación en el contexto laboral con respecto al hombre. Otro cambio importante es la desvinculación entre matrimonio y procreación debido a que en nuestros días se dan otros tipos de vínculos (reproducción asistida o adopción) o el hecho de estar soltero/a. La soltería antes estaba visto como una tragedia social, sobre todo para las mujeres (solteronas frente al soltero de oro). Hoy en día la soltería se contempla con otro sentido (desarrollo profesional, libertad, juventud, sexo, etc.; no soledad, ya que pienso que a pocas personas le gusta estar solo en la vida).

Por tanto, el vínculo matrimonial se ha convertido, sobre todo en sociedades occidentales (podríamos matizar diferencialmente entre lo urbano y rural, regiones concretas, etnias, etc.), en un elemento más optativo que otra cosa debido a su artificialidad, y por tanto frágil, resultando ser en la actualidad más inestable. Las emociones o sentimientos amorosos van asociados a la época en la que vivimos, es decir, aunque en nuestros días creamos que la “libre elección” se cumple (pienso que no somos libres de elección), no se encuentra sólo sobre el amor, sino que a su vez descansa en la base  social donde nos desarrollamos como individuos, consciente e inconscientemente, teniendo que existir un equilibrio entre ambas (emociones-sentimientos/sociedad) para lo cual se utiliza un vocabulario (acción) específico, que busca la simetría, pero que no es igualitario porque presenta desventaja hacia la mujer. “Esta tendencia hacia la mayor simetría es perceptible asimismo respecto de las cualidades consideradas más importantes para elegir marido (novio) o mujer (novia)”[4] que pueden ser muy parecidas actualmente.

En estos tiempos económicos, el matrimonio/pareja cubre, como lo hizo en otros, unas necesidades que son actualmente afectivas, de exclusividad sexual, deseos sexuales, psicológicas, moda, clase social, vitales, lúdicas, etc. Sobre él se depositan un sinfín de expectativas/necesidades que debe de cubrir. Debido a este factor equilibrio (ante un nuevo modelo individualista, más libertad y espacio…económico), el matrimonio se convierte en un acuerdo muy inestable (sin permanencia), ya que si no se cubren todas estas expectativas/necesidades aparecen los problemas de pareja y sus posteriores consecuencias vertidas en la sociedad: falta de comunicación, falta de reciprocidad entre los cónyuges, explotadores/as, convivencia entre desconocidos/as, relaciones/matrimonios efímeros, muertes, leyes desiguales, falta de simetría entre padres y madres, traumas psicológicos, etc. que avecinan los enfrentamientos por un cambio (nuevas soluciones o más educación) profundo a la vez que rápido en la estructura sociocultural…¿igualdad total?

Juan Gabriel Rodríguez Laguna

Referencias

[1] Beneyto, J. Una historia del matrimonio. Eudema, Madrid 1993.

Coontz, S. Historia del matrimonio. Cómo el amor conquisto el matrimonio. Gedisa, Barcelona 2006.

[2] De Jan van Eyck 1434. Es un cuadro de interior que representa el rito nupcial. El italiano Giovanni Arnolfini fue un banquero, un hombre de negocios que se acomodó en Brujas, donde promete fidelidad a su esposa en la alcoba de su mansión. Historia del Arte. Palomero Páramo, Jesús. Algaida.

[3] Estructura social y estratificación. Reflexión sobre las desigualdades sociales. Rosalía Martínez. Miño y Dávila Editores. Capítulo IV. Desigualdad adscrita sobre la diferencia de género. 2. Mujeres en la esfera privada: reproducción y trabajo doméstico.

[4] Cambios recientes en la sociedad española. José Juan Toharia. Colección Tablero.

Fotografía: Juan Gabriel Rodríguez Laguna

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One thought on “¿Por qué fracasa el amor?

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