¿Me criticas?, ¿A ti que te importa?

Publicado en Por anthropologies
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Desde el punto de vista social, el comportamiento del ser humano, está condicionado y sujeto de forma significativa a las opiniones de los demás. Así pues, no reaccionamos igual ante la crítica que los demás hacen de nuestro comportamiento, las personas de ámbito rural, por ejemplo, en pequeños municipios, que las personas que viven en grandes ciudades.

Cuenta la leyenda que una familia formada por un padre, madre y su joven hijo de 14 años viajaban en su burra visitando pueblos. Muy contentos, tomaron camino hacia uno de los pueblos invitando a su hijo a subir a la burra. Padre y madre tiraban de la burra, ¿saben qué pensaba la gente cuándo pasaron por el primer pueblo? “Esto es una vergüenza, que unos padres tengan que llevar y tirar de su hijo y de la burra”, “luego se malcrían…”

La madre, muy afectada por las opiniones de la gente, antes de pasar por el segundo pueblo decidió que el padre fuera quien subiera a la burra. Así la gente no pensaría mal de su hijo, ¿saben qué decía la gente cuando vio al padre sobre la burra? “¡Esto es una verdadera locura, que un hombre adulto, fuerte… tenga que dejar al niño y a su pobre mujer tirar de él y de una burra…’”, “Si apenas tienen fuerza…”

Madre y padre indignados, ya no sabían qué hacer. Antes de pasar por el tercer pueblo, padre e hijo decidieron que se subiera madre a la burra, así ya nadie podría criticarles. ¿Pero qué pasó entonces? La gente no daba crédito de que dos hombres tiraran de una mujer. “Luego dicen que, si hay machismo”, “En los tiempos que estamos y todavía van las mujeres como las damas…”. La madre quedó muy avergonzada y bajó rápidamente de la burra.

El viaje no les estaba siendo nada agradable, pensando en todo lo que la gente iba diciendo de ellos. Finalmente,  se les ocurrió que para que nadie hablara ‘mal’ de ellos lo que tenían que hacer era subir los tres al burro. Y así lo hicieron. ¿Qué pasó en el el siguiente pueblo? La gente les llamaba “animales”, “no tienen consideración con el pobre animal”, “El pobre animal no puede tirar de ellos…”

En el último paso por otro de los pueblos, ya desesperados, pensaron y dieron vueltas al problema, había que encontrar una solución… ¿Cómo no se les había ocurrido antes? Lo que había que hacer era tirar todos del animal y caminar andando ellos y así lo hicieron. ¿Saben qué ocurrió y qué les decía la gente entonces? “¡Qué burros!”, “Pudiendo subir al animal y van andando…”

 Conocedores de esta fábula, “la burra y la familia” cuyo autor es Jorge Bucay, quien ilustra a la perfección, la influencia de las opiniones en nuestras conductas; cómo éstas modifican nuestro comportamiento social, y consiguen que nuestros actos se acomoden a lo que los demás esperan, o las normas sociales marcan.

Podemos decir, que, desde el punto de vista social, el comportamiento del ser humano, está condicionado y sujeto de forma significativa a las opiniones de los demás, pero considero que los cambios o adaptaciones que puedan darse en la conducta humana, se gestionan de diferente forma según la procedencia y cultura. Así pues, no reaccionamos igual ante la crítica que los demás hacen de nuestro comportamiento, las personas de ámbito rural, por ejemplo, en pequeños municipios, que las personas que viven en grandes ciudades. En los pueblos, se escucha con frecuencia frases del tipo: “Aquí todos nos conocemos”; o “Es que en los pueblos hablan de todo”; por lo que esta idea compartida, por todos, arraigada a la cultural rural que sus propios habitantes comparten, les hace más sensibles a las críticas, por tanto, menos tolerantes a la frustración y más influenciables por las opiniones y críticas de los demás. De ahí que esta condición les limite a nivel conductual, y no puedan tomar decisiones libremente por miedo al qué dirán.

Un artículo de la autora de Paula Murillo, en el Blog “La mente es maravillosa”, pone de relieve que todos los seres humanos somos influenciables y respondemos a estímulos externos positivos y negativos; pero considero que nuestra respuesta es más emocional cuando los estímulos externos son conocidos.

El grado de influencia en nosotros mismos, lo define la forma en la que asumimos tal estimulo. El ser conocido por los demás, hace que ellos actúen como mejores agentes de cambio, tanto emocionalmente de forma correcta, como emocionalmente de forma inadecuada, llegando a perjudicarnos psicológica y socialmente. En algunos casos, este perjuicio, acaba convirtiéndose en una actitud de resignación y de falta de distinción entre lo que está bien y lo que está mal, sobre todo en los ambientes más rurales, donde a menudo, son los vecinos los que te dicen lo que tienes y no tienes que hacer en tu casa, y en tu vida; pero no aplican sus imponderables doctrinas que han ido sembrando en los hogares de sus vecinos, amigos y conocidos, A lo largo de su vida.

En cambio, esta influencia es menor, en lugares urbanos, donde las relaciones íntimas entre vecinos, son menos vivas, y no van a casa con la bata de estar, a pedirte el ingrediente que necesitan para el plato que están preparando, del que luego, te acercarán una pequeña ración, como muestra de agradecimiento; como muestra de agradecimiento de haber entrado a tu casa, haber fisgoneado que hacías o que llevabas puesto y cómo tenías la casa de ordenada.

Los habitantes de las grandes ciudades, apenas conocen al vecino, con el que por las mañanas, mantienen una conversación de ascensor, más que nada, por educación, ya que revolotea por sus cabezas el ajetreado día que acaban de comenzar, con actividades y horarios, que a veces se convierte en un milagro poder cumplir; y deseando que termine otra día más de prisas y estrés, con una cerveza en la terraza de un bar y con la compañía y conversación de algunos de sus amigos, con los que comparten las inquietudes del día a día. Y con este frenético ritmo de vida, no tienen tiempo de entablar más y estrechas relaciones sociales con otras personas, y por tanto, no les interesa lo que puedan o no pensar de uno mismo, aquellos a los que apenas conoces; y que bien poco te pueden marcar tu conducta.

Mª Ainhoa Hurtado Córdoba

Licenciada en Psicología

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