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En el bagage ético y estético que se va acumulando en la poesia latinoamericana, es de placer afinar los dedos y elegir los versos de Humberto Cacho Costantini, un poeta tan personal como porteño, que hizo senderos en la forma que luego se hicieron camino. Costantini nació en Buenos Aires, en el año 24, hijo de inmigrantes judíos italianos, como su nombre lo indica. Fue sobre todo un buscador, la literatura fue su tono constante, mientras ejerció oficios tan dispares como veterinario, vendedor e investigador.

Vivió una época en la que la neutralidad no era del todo sana, tan extremos eran los extremos, y después de militar en el Partido Comunista, del que se alejo por diferir con la conducción pro soviética, su admiración vital por Ernesto Che Guevara lo llevo hacia los derroteros del PRT-ERP (Partido Revolucionario de los Trabajadores – Ejército Revolucionario del Pueblo) una organización de lucha necesariamente de izquierda, en el que militó junto a otros grandes poetas como Haroldo Conti o Roberto Santoro.

Cuando la dictadura representada por Videla y su Junta Militar se instaló en las instituciones, Costantini se exilió en México, donde siguió haciendo literatura y radio, hasta 1984, ya vuelta la democracia con el gobierno de Raúl Alfonsín, cuando regresó a la Argentina, después de  7 años, 7 meses y 7dias de destierro. Un año más tarde, se lo llevaría el cáncer, que no le impidió escribir hasta el último día.

 

Algunas de sus obres son :

Un señor alto, rubio de bigotes (Cuentos)

Cuestiones con la vida (Poemas)

Libro de Trelew

Una pipa larga, con cabeza de jabalí (Teatro)

La larga noche de Francisco de Santis (Novela)

 

Poemas

Tarea

 Han de saber

que cuando en la oficina no hay trabajo,

yo trabajo,

trabajo como un negro,

sudo tinta,

ando detrás de pájaros azules,

me meto en grandes líos con los sueños,

me desangro en palabras,

salgo a cazar ballenas y crepúsculos,

domestico elefantes

(hay que ver qué furor el de la selva)

le explico al faraón cosas del tiempo,

hago el amor a veces,

lucho con los zulúes cuerpo a cuerpo,

tengo que abrirme paso en un perfume,

volver para las doce,

morirme,

andar recuerdos.

Tengo que hablar con Dios,

volverme loco,

lanzar varias proclamas de justicia,

escapar de la hoguera,

vestirme de jamás para un entierro.

No descanso ni un minuto,

me doy un gran trajín con las cigarras,

me cito con Lenin y arreglo el mundo,

llamo a larga distancia,

digo anote en mi agenda: Nazareno,

trato cosas del aire con gaviotas,

compro verdes, azules, amarillos

y los despacho por expreso al cielo.

Hago arreglo con nubes,

firmo tardes de otoño con llovizna,

corro a cambiar estrellas que andan flojas,

promuevo madreselvas,

dicto inviernos…

cuando el jefe me mira y dice ejem,

ya que usted no hace nada y tiene tiempo…

 

Gardel

 

Para mí lo inventamos.

Seguramente fue una tarde de domingo,

con mate, con recuerdos, con tristeza,

con bailables bajitos, en la radio,

después de los partidos.

Entonces, qué se yo,

nos pasó algo rarísimo.

Nos vino como un ángel desde adentro,

nos pusimos proféticos.

Nos despertamos bíblicos.

Miramos hacia las telarañas del techo,

nos dijimos: «Hagamos, pues, un Dios a semejanza

de lo que quisimos ser y no pudimos.

Démosle lo mejor,

lo más sueño y más pájaro

de nosotros mismos.

Inventémosle un nombre, una sonrisa

una voz que perdure por siglos,

un plantarse en el mundo, lindo, fácil

como pasándole ases al destino.»

Y claro, lo deseamos y vino.

Y nos salió glorioso, engominado,

eterno como un Dios o como un disco.

Se entreabrieron los cielos de costado

y su voz nos cantaba:

«Mi Buenos Aires querido…»

Eran como las seis,

esa hora en que empiezan los bailables

y ya acabaron los partidos.

 

Ellos

 

Son tan bien,

tan irónicos,

tan finamente sabios,

que uno es un hotentote,

un perdonable bruto

innoblemente vivo todavía.

Ellos esperan,

ellos miran y esperan,

sencillamente esperan.

Tienen un aire dulce de bohemia,

un no sé qué elegante,

una sonrisa tía

(una vez escribieron doce versos

pero bah quién se acuerda),

un gesto roberteilor para ciertos asuntos,

te toleran.

(Te toleran creer, desgañitarte,

andar despellejado por el mundo,

te toleran hundirte hasta el no entiendo,

hasta el no puedo más,

o hasta las lágrimas.

Te toleran nacerte una mañana,

y asombrarte y reirte como loco

y seguirte y seguir

y adónde está esa vida y vengan cartas.

Te toleran tu angina, tus horarios,

tus deudas,

tu vino peligroso en ciertas noches,

tus camisas, tus ganas.

Te toleran morir cuarenta veces,

te toleran salir y enamorarte,

te toleran vivir loco de vida.)

Claro, tienen paciencia,

tienden redes,

dicen como diciendo todavía,

te ofrecen su fraterno aburrimiento,

te ofrecen lindos nichos,

te convidan.

A veces se insinúan sonrientes como putas,

tiran viejas carnadas,

te dicen que los otros,

que fulano,

es así

que vos en cambio…

Luego esperan, te sonríen y esperan,

sencillamente esperan.

Yo no les tengo lástima,

quisiera

verlos chisporrotear en el infierno,

dando vuelta el manubrio de sus nadas,

bebiéndose sus muertes venenosas

como un aperitivo.

 

 

Inmortalidad

 

Ocurre simplemente que me he vuelto inmortal.

Los colectivos me respetan,

Se inclinan ante mí,

Me lamen los zapatos como perros falderos.

Ocurre simplemente que no me muero más.

No hay angina que valga,

No hay tifus, ni cornisa, ni guerra, ni espingarda,

Ni cáncer, ni cuchillo, ni diluvio,

Ni fiebre de Junín, ni vigilantes.

Estoy del otro lado.

Simplemente, estoy del otro lado,

De este lado,

Totalmente inmortal.

Ando entre olimpos, dioses, ambrosías,

Me río, o estornudo, o digo un chiste

Y el tiempo crece, crece como una espuma loca.

Qué bárbaro este asunto

De ser así, inmortal,

Festejar nacimiento cada cinco minutos,

Ser un millón de pájaros,

Una atroz levadura.

Qué escándalo caramba

Este enjambre de vida,

Esta plaga llamada con mi nombre,

Desmedida, creciente,

Totalmente inmortal.

Yo tuve, es claro, gripes, miedos,

Presupuestos,

Jefes idiotas, pesadez de estómago,

Nostalgias, soledades,

Mala suerte…

Pero eso fue hace un siglo,

veinte siglos,

cuando yo era mortal.

Cuando era

Tan mortal,

Tan boludo y mortal,

Que ni siquiera te quería,

Date cuenta.

 

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