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Me he perdido dentro de mí,

y ahora estoy desorientado,

no tengo a donde ir

ni nadie que venga a rescatarme.

No sé muy bien, donde hice el mal giro.

El preciso momento

en el que perdí el norte.

La brújula gira frenética,

la vela se ha apagado.

Grito en silencio dentro de mí.

Podrías venir, aparecer,

como apareciste otras tantas noches.

Y echarte las fragancias de licores,

y ponerte el ridículo

sombrero verde.

Hacerme sonreír

y arrepentir al día siguiente.

Podrías emerger de repente,

con tu sonrisa de payaso

y tus ganas de embriagarme.

Soplarme al oído el humo de la risa

y hacerme cosquillas cuando nadie mira.

Así diré palabrotas con la lengua

disfrazada de soprano obesa,

y miraré donde no debo

y trataré de besar a las chicas que habitualmente nunca beso.

Ven, rescátame.

Hazme saltar por los balcones

y gritar mientras todos duermen.

Hazme sudar ojos en llamas.

Ponte el raído traje de colores

y llévame de la mano,

para asustar a los ratones,

al mismo lugar de siempre

donde todos nos llaman por nuestro nombre

pero nadie nos conoce.

Ponte los zapatos negros

(o los verdes)

donde entra todo tu cuerpo

y hazme oír lo que nadie dice

y ver lo que no está pasando

como tantas veces hemos hecho.

Pablo Arija

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