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¿Conoces la historia del gigante que duerme en el museo de Antropología de Madrid? Pinchando en el siguiente enlace conocerás la increíble historia de un hombre que decidió vender su cuerpo en vida.

Durante los últimos meses me había rebanado los sesos sobre cómo dar inicio a esta sección; hablando (o escribiendo, mejor dicho) de la exposición temporal, haciendo una pequeña presentación general del museo tal vez…

Hace un tiempo mi sobrino había visitado el museo con el colegio, cuando le pregunté que qué era lo que más le había gustado me dijo sin pensarlo dos veces: “¡El gigante! ¡He visto un gigante!”.

Del mismo modo, cuando hicimos la presentación “La vida en series”, yo estaba allí sentado con cara de miedo y cuidándome de meter la pata lo menos posible sin ojos para nada más que lo que tenía delante. Pero mi primo, casi con mi mismo miedo por si se me ocurría preguntarle algo, había estado observando las paredes, y al acabar la charla me preguntó: “He leído que un niño había escrito que lo que más le había gustado del museo era el gigante ¿Hay un gigante aquí dentro?” ”Lo hay”.

Por lo tanto, no podía ser de otro modo…

EL GIGANTE DEL MUSEO

En el museo nacional de Antropología de Madrid hay una sala que no es como las demás; situada a mano izquierda desde la entrada principal el visitante se encontrará con un pequeño habitáculo (si lo comparamos con el resto de las estancias) donde pueden verse desde cabezas reducidas a una momia guanche pasando por macacos disecados. Sin embargo hay una figura que destaca sobre las demás: el esqueleto de un gigante.

La estrella del circo

En la calle Colón de la Puebla de Alcocer (Badajoz), nacía el 15 de Agosto de 1849 Agustín Luengo Capilla, el único hijo de una familia muy pobre de campesinos.

1. Casa en Puebla de Alcocer de Agustín Luengo (pgonzaloperezsarro.blogspot.com.es)

Vivían en una casa de reducidas dimensiones y aquel muchacho había comenzado a crecer de manera desmedida. Tanto fue así que su padre se vio obligado a hacer agujeros en las paredes de la habitación donde dormía su hijo para poder sujetar las tablas de la cama.

Desde los 12 años se vería obligado a trabajar como artista cirquense. Tenía totalmente prohibido salir del circo y que pudieran verle las gentes de los lugares a los que llegaban; si hubiera sido visto por las calles gratuitamente nadie hubiera pagado por asistir al número que generaba la principal fuente de ingresos del espectáculo. Al margen de esta falta de libertad no se puede decir que viviera mal teniendo en cuenta las limitaciones de la época y las penurias propias de un artista itinerante.

Se le anunciaba como “El gigante extremeño: el hombre más alto del mundo”, en el museo de Puebla de Alcocer dedicado a nuestro protagonista se expone un cartel del circo en el que aparece anunciado. Llegaría a alcanzar los 2,35 metros y en su mano era capaz de esconder un pan de hogaza de 1 Kg.

Para que podamos hacernos una idea de Agustín Luengo podemos tomar en cuenta a dos de los jugadores más altos de la historia de la NBA: Yao Ming (2,29) y el malogrado Manute Bol (2,31), a ambos les superaba. También hay que considerar que la altura media de los españoles de la segunda mitad del siglo XIX era muy inferior a la actual. Pero a pesar de todo esto no era el hombre más alto de su época, ni tan siquiera el español más alto: el “gigante vasco” Jokin Eleizige se paseaba por los principales salones europeos disfrazado de general del ejército español al mismo tiempo que su homónimo extremeño lo hacía en el circo, y aquel medía 7 centímetros más. A pesar de ello Agustín Luengo Capilla es aún hoy día la 7ª persona, documentada, más alta de la historia.

Un gigante se pasea por Madrid

Llegó a conocer al mismísimo Alfonso XII, el cual le regalaría un par de botas. Sin embargo el encuentro que determinaría su destino no sería2. Agustín Luengo, junto a su madre y Alfonso XII (www.wikipedia.es) el del rey si no el que tuvo con un histriónico personaje de la época; Pedro González Velasco, el cual le haría una singular oferta: comprar su cuerpo para que pasase a ser de su propiedad una vez hubiera fallecido.

El gigante aceptó de inmediato y ante notario firmaron el contrato de compra-venta. En este quedaba acordado que el doctor le pagaría 3.000 pesetas: 1.500 al empezar y 2,50 diarias hasta completar la otra mitad restante, lo que suponía una fortuna para la época. Como resultado de esto el cuerpo quedaría expuesto en el museo que el doctor Velasco estaba creando en la que era su propia casa. En el acuerdo también se firmó que Agustín debería residir en la villa de Madrid, pues debería de personarse todos los días en la propia casa que habitaría una vez hubiera fallecido para recibir la cantidad asignada. Debido a esto se alquilaría una vivienda en una corrala de la calle del Pez y comenzaría a disfrutar de una vida segura sin necesidad de trabajar.

Pero el doctor se había guardado un as en la manga e intuía que el trato le saldría más barato de lo que se había acordado en un principio: aquel gigante padecía acromegalia, una enfermedad de la pituitaria recientemente descubierta por un colega suyo. Su ojo clínico le decía que a aquel hombre no le quedaba mucho tiempo.

Las excentricidades del embalsamador

Comprar cuerpos en vida para poseerlos una vez hubieran fallecido no era la única rareza del doctor Velasco, pero todas estaban relacionadas con la muerte.

El 25 de Julio de 1849- unas semanas antes del nacimiento de Agustín Luengo- fallecía la única hija que tuviera a causa de unas fiebres tifoideas. La había embalsamado y no contento con esto una vez oficiado el funeral había pedido su exhumación para poderla llevar a su casa. Incluso llegaba a sentarla en la mesa vestida de novia cuando era invitado a comer el que había sido su prometido.

3. Busto del doctor Velasco, situado en el Museo de Antropología de Madrid, en la misma sala dónde se encuentra el esqueleto del gigante (www.wikipedia.es)

El trabajo que había realizado el doctor en el cuerpo de su hija había sido tan minucioso que era posible mover sus músculos sin preocuparse de romper los huesos. Y es que estaba considerado en su época el mejor embalsamador de Europa, poseía profundos conocimientos anatómicos, y se jactaba de que sus trabajos habían superado a los llevados a cabo en el Egipto faraónico y en la civilización maya.

Ahora su ambición le había llevado a la creación de un museo, que el anhelaba llamar anatómico, al estilo de los que estaban brotando en las grandes capitales europeas. Aquel gigante sería la joya de la corona, el trabajo con el que su nombre quedaría grabado en la historia.

Muerte e inmortalidad de Agustín Luengo

Al poco tiempo de llegar a Madrid se le diagnosticaba a nuestro gigante una tuberculosis ósea en estado avanzado, fruto de la mala vida llevada a cabo en la capital y que le llevaba a visitar con frecuencia las casas de citas madrileñas. Fallecía el 31 de Diciembre de 1876 con 26 años y a los tres meses de haberse instalado en su nueva ciudad. Los cálculos del profesor habían resultado, por tanto, rentables: no se hubieran alcanzado las 1.500 pesetas restantes hasta casi los dos años, eso sí: las causas de la muerte no eran las que él preveía.

Por azares del destino Pedro González Velasco no pudo hacerse con el cadáver hasta tres días después, en algunas fuentes figura sin embargo que la misma noche de la muerte ya había sido ubicado en el lugar donde se encuentra en la actualidad, localizándolo en el depósito.

Sus planes iniciales de embalsamarlo quedaban truncados por el estado en el que ya se encontraba el cuerpo. Aquella misma noche lo traslada al Instituto de Anatomía, lugar en el que él mismo impartía clase, y comienza a trabajar a destajo con el cuerpo. La versión que nos ha quedado del esqueleto ha quedado reducido 10 centímetros por un error de cálculo que tuvo el doctor aquella noche.

En el museo, en esa misma sala que se ha citado al principio, también puede observarse el vaciado de yeso que se llevó a cabo. Velasco también se preocupó de conservar la piel del gigante con el fin de colocarla sobre el vaciado de yeso, y según se cuenta esta se estuvo conservando hasta hace relativamente poco tiempo: los años 80.

Rubén Blasco

Referencias

http://mnantropologia.mcu.es/ 

Sorpresas en el museo Antropológico”, artículo aparecido en el diario El País el 14 de Marzo de 2002.

Cuando el tamaño importaba”, artículo aparecido en El diario vasco, http://www.diariovasco.com/20080711/gente/cuando-tamano-importaba-20080711.html

http://www.mancomunidadsiberia.com/

http://www.puebladealcocer.es/

El hombre que compraba gigantes” de Luis C. Folgado de Torres.

pgonzaloperezsarro.blogspot.com.es

www.wikipedia.es

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